La Fuerza Pública, tanto militar como policial, se declaró en alerta terrorista por cuenta de la seguidilla de acciones panfletarias que desplegó el ELN en varias regiones –incluyendo cuatro capitales–, que incluyeron la amenaza de ataque con bombas artesanales y cilindros de gas.
Los hechos se presentaron en tan solo 48 horas y tuvieron como objetivos calles de Medellín, Bogotá, Popayán, Cúcuta y –entre otras poblaciones– Itagüí, y en todos el común denominador eran panfletos, explosivos y elementos alusivos al ELN.
Uno de los casos más recientes se registró en zona céntrica del municipio de Itagüí, en Antioquia, donde fueron hallados explosivos de bajo impacto que se activaban por medio de una mecha.
“Los explosivos estaban acompañados de un panfleto alusivo al ELN. La información preliminar de las autoridades es que uno de los elementos explotó sin dejar heridos y se está evaluando si la detonación causó algún daño material en el lugar”, indicó la Alcaldía municipal.
Por otro lado, en el sur de Bogotá –a la altura del barrio Amapola de la localidad de San Cristóbal–, fue encontrada una bandera y panfletos subversivos en el interior de una caja. Fue necesaria la presencia de la Policía Antiexplosivos para descartar la presencia de elementos detonantes.
Y, por si fuera poco, en zona urbana de Cúcuta (Norte de Santander) hallaron panfletos del frente de guerra Urbano Nacional junto a elementos presuntamente explosivos.
Además, en Cauca –sobre la Vía Panamericana– hubo pánico por cuenta de la aparición de dos cilindros aparentemente explosivos, los cuales tenían colores y referencias a esa guerrilla. Los artefactos fueron ubicados entre el municipio de Rosas y el sector de La Esmeralda, lo que obligó al cierre del corredor vial.
Al parecer, detrás de esta oleada de panfletos y hechos de intimidación –de acuerdo con miembros de inteligencia de la Fuerza Pública–, estaría la muerte de “Tuvia”, un cabecilla cercano a la Dirección Nacional y comandante del frente de guerra Darío Ramírez Castro (Fgdrc), con influencia en el Norte y Nordeste de Antioquia, Bajo Cauca, sur de Bolívar y Magdalena Medio.
Justamente, fue abatido cuando el ELN planeaba su traslado a Venezuela, al parecer con miras a incorporarlo a su nómina de los diálogos de paz con el Gobierno. El Ministerio de Defensa calificó lo sucedido como un “golpe contundente en la lucha contra grupos armados organizados”.
Aunque llevaba 25 años en la estructura, su identidad era un misterio para las autoridades, por lo que un juzgado le había emitido una orden de captura apenas con la reseña de sus alias: “Tuvia”, “Tobías” o “Aureliano”.
Solo en marzo, según el reporte del Centro de Recursos para Análisis de Conflictos, CERAC, esa guerrilla protagonizó 18 acciones ofensivas y 7 combates (incluido el ataque que dejó 9 soldados muertos y 9 más lesionados en Norte de Santander).
Lo preocupante, y por lo que hay alerta terrorista, es que varias voces de inteligencia interpretan estos hechos como una posible andanada violenta para demostrar músculo militar de cara a la reanudación de los diálogos de paz con el Gobierno, los cuales se retomarán en Cuba.
Incluso, toman como referente el asesinato a sangre fría de 9 soldados perpetrado en Norte de Santander hace solo dos semanas. Además, tras la seguidilla de acciones panfletarias, emitieron un desafiante comunicado.
En efecto, en este último aseguraron que “el ELN continúa su accionar insurgente y convoca al pueblo del suroccidente y pacífico colombiano a mantenerse en la justa lucha”.
En todo caso, el comisionado de Paz, Danilo Rueda, junto al ministro de Defensa, Iván Velásquez, y al mismo presidente Gustavo Petro, analiza si las condiciones están dadas para pactar un cese del fuego bilateral con una guerrilla narcotraficante con más de 5.000 hombres en armas.