A Lucía la salvaron un milagro y los 15 días que estuvo hospitalizada. Un hombre le propinó cinco puñaladas en la espalda, en el seno y en el brazo porque prefería verla muerta antes que aceptar que la relación que sostuvieron por poco menos de un año había terminado.
No la mató. Un grito en seco alertó a los demás habitantes de la casa que al instante corrieron a auxiliarla. La escena aún la tienen grabada en la mente: Lucia tendida en el piso de la cocina, cubierta de una mancha uniforme de sangre balbuceando el nombre de su agresor.
“Dios es tan grande que las heridas fueron bastante graves, todo fue muy grave, pero tuve una recuperación muy rápida y me salvé”, cuenta.
Ese día, 21 de septiembre de 2022, Lucia engrosó la lista de las mujeres víctimas de tentativa de feminicidio a manos de sus exparejas sentimentales. Aunque su caso, pese a reunir características similares en este tipo de agresiones, definitivamente no sería uno más. Pero para eso tuvieron que pasar muchas cosas antes.
Los días posteriores al ataque, esta mujer, que para la época tenía 25 años, entró en una profunda depresión, llegó a ceder a los deseos de su expareja de morir, aunque siguiera con vida. Se resistía a luchar y, en cambio, la adormecía la resignación.
“Me encerré en una zona muy oscura dentro de mí, yo siempre decía que él me iba a matar, al principio era muy horrible todo. Yo sentía que nada tenía sentido, porque después del ataque él seguía llamando, diciendo que cuando saliera de la cárcel me iba a matar y yo creía que iba a ser así, entonces para mí nada tenía sentido. Fueron días de mucho miedo”, recuerda.
Después de propinarle las puñaladas, el agresor huyó de Apartadó, Antioquia, donde todo ocurrió. Las autoridades desplegaron un operativo para dar con su captura, hasta que semanas más tarde sucedió.
El victimario estaba preso y era acusado por la Fiscalía del delito de tentativa de feminicidio. En el proceso, con todo y su trauma, Lucia rindió testimonio y con valentía señaló a su agresor. Gracias a eso, una juez lo halló culpable y lo sentenció a más de 10 años de prisión.
Antes de eso, la mujer, quien además es mamá de una niña, recibió el apoyo y la asesoría de la Fundación Humanas, una organización que acompaña jurídica y psicológicamente a mujeres víctimas de violencias de género. Y es que Lucia creía innecesario luchar para que hubiera justicia para ella. Su caso despertó la solidaridad de las autoridades locales que rápidamente la enlazaron con la Fundación y de ahí que lograron dar apertura a una batalla legal no menor.
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“Lo primero que hicimos fue entender su estado emocional, ella tenía mucho miedo, tristeza, resignación, y es que cuando las mujeres viven violencias basadas en género, cuando intentan quitarles la vida, es como si de verdad se las hubieran quitado, por eso empezamos el proceso de resistencia, en el que ella no va a permitir que él le termine de quitar la vida. Empezamos a normalizar sus emociones, decirle que estaba bien estar triste, estaba bien tener miedo y así la acompañamos a afrontar la situación y a que la comprendiera”, explicó Angélica Castillo, psicóloga de la Corporación Humanas.
Lo grave era que pese a ser condenado, este hombre la seguía hostigando y ejerciendo violencia psicológica desde prisión. La llamaba y amenazaba día y noche. Lucia seguía temiendo por su vida, sentía que en algún momento atravesaría la puerta de madera de su casa al lado de una plantación de plátano. Por eso pidió medidas de atención, pero dos juzgados se las negaron porque el victimario ya estaba preso.
El caso llegó a la Corte Constitucional. La corporación Humanas y sus abogados alegaron vía tutela negligencia en las decisiones de primera instancia y, en cambio, reclamaron la protección del derecho a la vida y seguridad de Lucia. Hace un par de semanas el Alto Tribunal emitió una sentencia que protege los derechos no solo de la mujer en este caso puntual, sino que abre la puerta para que en situaciones similares las víctimas puedan exigir acciones concretas de atención. Las mujeres deberán ser cobijadas con los servicios de salud, subsidio monetario para habitación y alimentación, y servicios de asistencia médica, psicológica y psiquiátrica, según la gravedad del caso, como lo padecido por Lucía.
