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Arte que toca puertas en Bellavista y pinta como escape

25 internos inauguraron esta semana la primera exposición en la cárcel del programa Trazos de libertad.

  • Pinturas, esculturas y dibujos hacen parte de la exposición en el penal. Este, uno de los cuadros recientes de Conejo. FOTOS cortesía cristian úsuga
    Pinturas, esculturas y dibujos hacen parte de la exposición en el penal. Este, uno de los cuadros recientes de Conejo. FOTOS cortesía cristian úsuga
  • La inauguración de la exposición se realizó el pasado jueves 5 de diciembre. FOTOS CORTESÍA CRISTIAN ÚSUGA
    La inauguración de la exposición se realizó el pasado jueves 5 de diciembre. FOTOS CORTESÍA CRISTIAN ÚSUGA
  • Algunas de las obras que exhibieron los 25 reclusos. FOTOS CORTESÍA CRISTIAN ÚSUGA
    Algunas de las obras que exhibieron los 25 reclusos. FOTOS CORTESÍA CRISTIAN ÚSUGA
  • Arte que toca puertas en Bellavista y pinta como escape
12 de diciembre de 2019
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El día que lo trasladaron de Itagüí a Bellavista, Conejo sintió que la vida le escondía adrede las zanahorias que le había presentado en forma de pintura. Lo asumió con resignación como un garrotazo más, otro trasteo de corotos y un regreso improvisado a una vieja estación que habitó en los años 90.

El hombre con apodo de animal saltarín se llama Juan Carlos Ledesma, tiene 53 años y lleva el 50 % de su vida tras las rejas. 26 años y nueve meses para ser más exactos, en una cuenta que nunca olvida y que ahora plasma en uno de los autorretratos que pintó para la inauguración de la instalación artística del centro penitenciario Bellavista.

En medio del barullo y del revuelo del evento inaugural, Conejo se miró a sí mismo y le gustó la imagen que ahora proyecta: “Para mí el arte es como una especie de exorcismo y es la manera en la que ahora ocupo mi tiempo y pienso mi proyecto de vida”, cuenta este hombre oriundo de Popayán antes de animarse a realizar un performance donde describe algunos avatares de la vida dentro de la cárcel.

Ledesma lleva cinco meses en Bellavista. Cuando llegó pocos sabían del talento que tenía por lo que una de las primeras tareas que le asignaron fue trabajar en una de las granjas del centro penitenciario. “Allí estuve varias semanas y con la vista panorámica que tenía (se ve gran parte de Bello) me iba imaginando mis próximos cuadros. Hasta que llegó Carlos Rojas y le dijo a los del Inpec que tenían a un artista voleando azadón al sol y al agua”, cuenta entre risas mientras exhibe con orgullo un cuadro que realizó hace poco donde se ven las obras de “Central Park”.

Esa obra, y la panorámica que ve desde el taller improvisado que le acondicionaron, le parecen un cuento cuando sale a disfrutar de sus permisos de 72 horas porque ya está ad portas de recibir la libertad. “Salgo y me parece que estuviera recorriendo mis trazos, es una sensación muy extraña porque comienzo a ver la cárcel desde otra perspectiva”, añade Conejo.

Una nueva semilla

Carlos Rojas es oriundo de Norte de Santander, tiene 41 años y también pasó cerca del 50 % de su vida dentro de la cárcel. No como interno, pero sí como dragoneante del Inpec, entidad de la que se jubiló a finales del 2017 luego de 20 años y nueve meses de servicio.

En 2016 comenzó a esbozar el proyecto Trazos de libertad en Itagüí (ver ayuda), pero solo hasta hace tres meses desembarcó en los dominios de la cárcel de Bellavista, junto con otro grupo de artistas y coleccionistas de arte que se enamoró del programa promovido por el Inpec.

“El enfoque inicial es el arte como terapia, no un arte con la intención de producir obras sino más bien de ayudar a estas personas a ser resilientes. Han surgido cosas muy bonitas porque los trabajos de adecuación de los espacios son hechos por ellos mismos (los internos) y se ve el sentido de pertenencia que tienen”.

En la actualidad, las clases del proyecto en Bellavista se realizan los lunes y miércoles. Los presos llegan a los talleres pasadas las 8:30 de la mañana y se supone que duran hasta las 11:30, pero muchas veces mandan a reclamar el almuerzo porque no quieren perder tiempo para seguir con sus creaciones y para que la jornada rinda más hasta las 3:30 que deben regresar a los patios.

“En Itagüí la convocatoria fue abierta, pero en Bellavista ha sido un poco diferente porque estamos haciendo un trabajo terapéutico, creo que más profundo, porque hemos vinculado a varios chicos que eran vistos como problema y que no podían estar en ningún patio por deudas o por consumo de estupefacientes”, cuenta Carlos Rojas, quien destaca que en los pocos meses que lleva el proyecto se ve una búsqueda de que el arte puede transformar vidas.

En los últimos meses artistas como Ani Mesa, Camilo Restrepo o Federico Ortegón se vincularon al proyecto y fueron claves para que ese grupo de 25 internos se motivara a seguir creando y pudiera plasmar, en solo tres meses de trabajo, los frutos de una primera exposición dentro del penal que disfrutaron las familias de los reclusos, personal del Inpec y un grupo de artistas y curadores.

Terapia intensiva

Liliana Echeverri, psicóloga de atención y tratamiento del Inpec, confesó el pasado jueves en medio de la inauguración que sabe poco de arte, pero no pudo esconder la sonrisa que le generaba ver el orgullo con el que cada interno hablaba de sus creaciones e interpretaba lo que para ellos representa plasmar en un lienzo o una escultura sus miedos, sueños, sentimientos o culpas.

“Para nosotros es clave la gestión emocional de los internos y es muy gratificante ver cómo con el pasar de los días la agresividad de algunos muchachos que llegaron al proyecto es menor y el entusiasmo crece porque se sienten útiles”, detalla la profesional que ajusta cuatro años trabajando en este centro penitenciario.

Julián Noguera, Luguer, tiene 37 años y está preso desde el 2001, es decir que pronto ajustará el 50 % de su vida en la cárcel. La fuerza de sus letras y sus rimas sirvieron de colofón al evento inaugural y emocionaron al público. En especial a su madre, quien estaba entre los presentes y lloró cuando vio la evolución de su muchacho que está a pocos meses de regresar a casa.

Bien lo resumió Luguer cuando recitó versos que retumbaron en las intervenidas paredes del centro penitenciario. “Si la mente es un campo de batalla, en el arte encontré un escape”.

En itagüí el proyecto ajusta tres años

Arte que toca puertas en Bellavista y pinta como escape

Trazos de libertad surgió, desde el 2016, en la cárcel La Paz de Itagüí por iniciativa del entonces dragoneante Carlos Rojas, quien combinó su trabajo en el Inpec con sus estudios de artes plásticas de Bellas Artes. Allí comenzó este laboratorio experimental que busca, a través del arte, mostrarle a la población interna una alternativa en medio del proceso que enfrentan por las deudas con la justicia. La iniciativa se considera pionera en el país y en América Latina y tuvo el apoyo desde 2017 de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, que involucró a docentes y estudiantes en práctica que acuden al centro penitenciario del sur del Aburrá a compartir sus formas de entender un oficio que sirve para cambiar realidades. Ahora el Inpec lo ve como un buen ejemplo de terapia y como parte del proceso de resocialización que afronta una población que sufre múltiples estigmas y que sobrevive a las dificultades de una crisis presupuestal que mantiene los centros carcelarios hacinados y con déficit de infraestructura.

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