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Violencias ajenas envían la muerte a San Cristóbal

Esta es la historia detrás de una masacre y del aumento del 131% en los homicidios en este corregimiento, al que las bandas usan para depositar a sus víctimas.

  • En este lugar de Las Hamacas abandonaron los cuatro cadáveres, el 14 de mayo de 2019. FOTO andrés osorio
    En este lugar de Las Hamacas abandonaron los cuatro cadáveres, el 14 de mayo de 2019. FOTO andrés osorio
  • Rober Palacios Moncada - Yordin Ruiz Ríos - Daniel González Castaño - Randy Campos Piña
    Rober Palacios Moncada - Yordin Ruiz Ríos - Daniel González Castaño - Randy Campos Piña
Violencias ajenas envían la muerte a San Cristóbal
18 de julio de 2019
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4,5%
aumentaron los homicidios en todo Medellín (hasta julio 17), comparando con 2018 (Sisc).

El primer destello del alba reveló las siluetas de dos cadáveres envueltos en costales y bolsas plásticas, abandonados a la vera del camino en la antigua vía al mar, en inmediaciones del sector Las Hamacas del corregimiento San Cristóbal.

Una llamada de los vecinos alertó sobre el hecho a las patrullas policiales, a las 5:50 a.m. del pasado 14 de mayo. Los uniformados que llegaron al sitio notaron algunas pisadas y huellas de llantas en el suelo pantanoso. Las siguieron hasta el barranco y al mirar al vacío divisaron otro par de cuerpos a unos 20 metros cuesta abajo, empacados en similares condiciones.

La comunidad sintió el impacto, pues una masacre no se veía hacía mucho tiempo en San Cristóbal.

Esta es la zona de Medellín con el mayor incremento de homicidios en lo corrido de 2019. Hasta julio 17 se registraron 30 casos, mientras que en idéntico lapso de 2018 iban 13, lo que implica un aumento del 131%, según las cifras oficiales.

En la escena del crimen dos víctimas portaban documentos de identidad: Rober Manuel Palacios Moncada, de 20 años y nacido en el municipio de Segovia; y Yordin Esteban Ruiz Ríos, de 25 y oriundo de Vegachí, Antioquia.

En las horas siguientes, los investigadores judiciales lograron identificar a los demás, Daniel González Castaño, medellinense de 25, y el venezolano Randy Jhonnson Campos Piña, de 22. Este último nació en Cabimas, Zulia, e ingresó a Colombia en 2018.

Los detectives suponían que habían sido raptados en otro sitio para luego arrojarlos en un paraje del corregimiento, como ha sido habitual por parte de las bandas criminales en meses recientes; sin embargo, se llevaron una sorpresa al constatar que dos de los muertos no guardaba relación con los otros, y que sus secuestros se produjeron en situaciones diferentes.

Entonces, ¿cómo fue que los cuatro terminaron sin vida en un mismo lugar y cubiertos de manera semejante?

Los rastros del crimen

Los agentes comenzaron a desandar los pasos del cuarteto de jóvenes. Así se enteraron que desaparecieron entre las 2:00 p.m. y las 5:00 p.m. del día anterior al que los encontraron en la vía al mar.

A la 1:00 p.m. del 13 de mayo, Rober Palacios llegó a una bodega de reciclaje del barrio Zamora, en Bello, donde trabajaba su amigo Yordin Ruiz. Le mostró una reluciente cadena de oro que había conseguido, al parecer tomándola sin permiso de un hermano, y le propuso que lo acompañara a venderla en el centro de Medellín. Rober calculaba que podrían ganar hasta 7 millones de pesos y, con esa idea en mente, ambos salieron rumbo al sur.

Según las pesquisas preliminares de las autoridades, mientras ellos estaban en esa tarea, en otro punto del Centro comenzaba a tejerse la otra tragedia. Los protagonistas serían Daniel González y el extranjero Randy Campos, quienes vivían en Belén y eran compañeros de trabajo, haciendo labores de cargue y descargue para un comerciante que transporta alimentos.

Esa tarde su patrón les ordenó que fueran a una compraventa de vehículos del barrio Estación Villa, para reclamar una camioneta empeñada, que hacía parte de una deuda que le iban a pagar. Los muchachos llegaron al local a preguntar por el automotor, pero lo que pasó después no ha sido esclarecido, pues jamás regresaron a casa.

Se presume que, en distintos sectores del Centro, los cuatro fueron retenidos. Al amanecer siguiente la angustia de los familiares terminó con el hallazgo en el barranco de San Cristóbal.

Fuentes cercanas al caso indicaron que la necropsia arrojó que las víctimas estaban envueltas en papel adhesivo, bolsas plásticas y costales. Todos presentaban múltiples lesiones de arma blanca en el cuello, propinadas con sevicia; en el caso de Rober, además de esta tortura, le dieron un tiro en la cabeza.

Dicha forma de ejecución, con patrones tan similares, y el hecho de que hubieran arrojado los cuerpos en el mismo sitio e idéntica hora, hace suponer a los investigadores judiciales que las muertes son obra de una sola organización, la cual actuó en otro lugar y eligió a San Cristóbal como el sitio de disposición final de los difuntos.

Territorios expuestos

El corregimiento está ubicado en el costado occidental de la capital antioqueña, con senderos y carreteras que conectan la urbe con Bello y las subregiones de Occidente y Norte; entre las más transitadas están la vía antigua al mar, el túnel de Occidente y la vía a San Pedro de los Milagros.

Ese cruce de caminos, sumado a extensos parajes semirrurales con pocos habitantes, escasa iluminación e intermitente presencia policial, son características aprovechadas por la delincuencia.

En San Cristóbal hay bandas locales, como “los Paracos del Llano”, “la Aurora”, “las Flores” y “Bellavista”; no obstante, las autoridades consideran que no son las principales autoras de la racha homicida, sino grupos venidos de otros sectores.

El corregimiento colinda con San Javier, Robledo, Doce de Octubre, Altavista y Bello, áreas con una febril actividad del crimen organizado y frecuentes choques entre combos, que estarían llevando a las víctimas de sus ajustes de cuentas a las carreteras y morros de San Cristóbal.

EL COLOMBIANO analizó los datos aportados por el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia (Sisc) de la Alcaldía, constatando que de los 30 asesinatos registrados este año, 15 de las víctimas provenían de otras latitudes; de ocho se desconoce su procedencia; y siete murieron en sucesos que sí ocurrieron dentro del corregimiento, según las averiguaciones iniciales de la Sijín y el CTI.

Del conjunto de occisos, a 12 los registraron como NN al momento de la inspección judicial, porque no portaban documentos y ningún vecino los reconoció, pues no habitaban esas tierras.

“Es como si hubiéramos regresado a los años noventa, donde traían a los muertos de otros municipios y aquí los tiraban”, comentó Daladier*, un líder comunitario de la zona.

Entre los hechos que sí obedecen a dinámicas propias de la jurisdicción, está la muerte de la única mujer de esta racha, Luisa Fernanda Ocampo Salas, de 23 años. En la noche del 1 de mayo salió a tomar cerveza y cuando iba de regreso a su casa en Barrio Nuevo, fue acuchillada y abandonada cerca a la quebrada La Leonarda.

De los crímenes perpetrados, en 20 usaron armas de fuego, en siete cortopunzantes, uno fue por estrangulamiento y otro de un varillazo.

“En el corregimiento han puesto cámaras de vigilancia, y eso ayuda, pero nos faltan más cuadrantes de policía e inversión social”, dijo Daladier.

Violencias ajenas

Uno de los conflictos entre bandas ajenas que más perjudica a San Cristóbal se observa en su frontera con la comuna 13, en particular en los vecindarios Altos de la Virgen y La Luz del Mundo.

Los combos que allí delinquen (“La Agonía”, “la Divisa” y “Altos de la Virgen”, entre otros) han sumado seis víctimas al corregimiento, al dejar los cadáveres al otro lado de la invisible línea divisoria.

Entre esos episodios se cuenta el del 14 de abril, cuando cuatro hombres armados sacaron de su vivienda, en La Luz del Mundo, al desempleado Melquisedet Martínez Mieles, de 33 años. Lo obligaron a caminar hasta una cañada, en jurisdicción de San Cristóbal, y lo acribillaron a tiros. El difunto figuraba en la base de datos judicial como sospechoso de concierto para delinquir (2016) y fuga de presos (2019).

La vereda La Loma, que precisamente colinda con las citadas barriadas, es la que más levantamientos de muertos registra en San Cristóbal, con 11; le sigue Pajarito, con nueve; y Pedregal Alto, con tres (ver el mapa).

También han aparecido víctimas traídas desde la comuna de Robledo, tal cual sucedió el 16 de marzo. Fausto Medina Ospina y Sebastián Camilo Gómez Posada, de 19 y 26 años respectivamente, estaban juntos en la Unidad de Vida Articulada (UVA) de La Pola.

En ese momento llegaron dos desconocidos en motocicleta, con los cuales hubo un alegato. Estos los obligaron a acompañarlos hasta un matorral de Pajarito y allí los ejecutaron a bala.

Los homicidas no solo prefieren las cañadas y áreas boscosas, también depositaron siete cuerpos en la antigua Vía al Mar, uno más en la carretera a Santa Fe de Antioquia y otro en la que conduce a San Pedro de los Milagros.

Jaime Fajardo Landaeta, analista del conflicto, reiteró que “este tipo de territorios han sido por mucho tiempo un corredor de movilidad de las bandas de Medellín, aunque también sus habitantes sufren por el tráfico de estupefacientes y cobro de vacunas”.

Agregó que, si bien es clave el aumento de Fuerza Pública, “estos espacios deben recuperarse con trabajo social y articulación con las organizaciones comunitarias, a las cuales hay que empoderar”.

Una de las particularidades de esta oleada de violencia son los asesinatos múltiples, lo que contribuyó a engrosar las cifras que hoy preocupan a la comunidad, según el registro estadístico.

En tres ocasiones hubo dobles homicidios (enero 18, marzo 21 y mayo 27), añadiendo los cuatro occisos que dejaron en Las Hamacas, siendo esa la única masacre registrada este año en la ciudad (ver la cronología).

Fuentes policiales manifestaron que, además de las cámaras de vigilancia, se están fortaleciendo los patrullajes en las vías terciarias (veredas) y en las que conectan al corregimiento con otros municipios. Desde la Alcaldía señalaron que la estrategia se complementa con el combate a las bandas que delinquen en los alrededores (ver el recuadro).

Con respecto al caso de Las Hamacas, el CTI allanó la compraventa de vehículos del Centro, buscando pistas sobre qué habría ocurrido con los muchachos que, sin haber vivido en San Cristóbal, encontraron allí el final de sus días.

*Identidad cambiada por protección de la fuente.

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