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Patricia Tobón Yagarí: el orgullo embera-chamí en el gobierno Petro

Esta es la historia de la abogada antioqueña que cuando era niña corría descalza por su resguardo Karmata Rúa y ahora ocupa la dirección nacional de la Unidad para las Víctimas.

  • Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. Fue comisionada de la Verdad, donde trabajó por los pueblos étnicos y la no repetición. FOTOS CORTESÍA
    Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. Fue comisionada de la Verdad, donde trabajó por los pueblos étnicos y la no repetición. FOTOS CORTESÍA
  • Patricia Tobón Yagarí: el orgullo embera-chamí en el gobierno Petro
  • Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. FOTO CORTESÍA
    Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. FOTO CORTESÍA
20 de agosto de 2022
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Patricia Tobón Yagarí también corrió descalza por los caminos de Karmata Rúa. Las plantas de sus pies acariciaron por años la tierra en donde conoció los cuentos y mitos fundacionales de su etnia. Sus ideas se forjaron entre las melodías que aún envuelven las tardes de su resguardo y las correrías de sus padres, Alonso y Eulalia, líderes y defensores de derechos humanos. Creció como cualquier niño embera-chamí y conservó, casi con recelo, la lengua materna. Hoy es la directora de la Unidad para las Víctimas del gobierno de Gustavo Petro.

Aunque su nombramiento se conoció el 19 de julio, en Karmata Rúa —resguardo indígena conocido como Cristianía, entre Andes y Jardín— la noticia se mantiene fresca. Como si el anuncio acabara de ser transmitido por la radio o a través de las redes sociales del nuevo presidente, pocos desconocen en este paraje los apellidos Tobón Yagarí y, menos, la historia de Patricia. “Ella, así esté lejos, sigue siendo parte nuestra”, dicen los embera-chamí.

El gobernador, el médico, los profesores y hasta los más pequeños saben de ella en el resguardo. Algunos porque la vieron crecer, otros porque la conocieron en los procesos de organización comunitaria y unos cuantos porque han escuchado su historia —en salones de clase, en las noticias—. Esta abogada, con estudios en derecho constitucional, tiene sacando pecho a Karmata Rúa. Allí, entre las montañas del Suroeste, 520 familias se sienten más que bien representadas.

“Estamos muy orgullosos de tenerla en el gobierno. Todo se puede, si se hace desde la raíz”, dice Dolly Niaza, rectora del colegio del resguardo, quien conoce a Patricia desde que correteaba por los pasillos del preescolar. El camino parecía trazado entonces: esa niña extrovertida, inquieta, seguiría los pasos de sus padres: dejaría el resguardo para ponerlo en el mapa del país y, luego, del mundo.

***

Patricia dejó Karmata Rúa cuando terminó la primaria. Superaba, por poco, los diez años. “Nos dio muy duro cuando se fue. Era de un corazón muy bonito, le gustaba compartir. La familia del papá, un kapunia —hombre blanco—, le traía muñecas. Ella compartía con nosotras”, cuenta Xiomara Tascón, prima de Patricia, mientras cae la noche en el resguardo. A unos metros del hogar donde se criaron las Tobón Yagarí, recuerda que fueron compinches de infancia. “Estuvimos juntas toda la escuela, hasta que la tía se la llevó para Medellín”.

Eulalia Yagarí, la mamá de Patricia, ya había dejado parcialmente el resguardo. “Mi mamá entonces trabajaba en la Organización Indígena de Antioquia (OIA) y nos dejaba al cuidado de una tía, hasta que nos trajo. Acá, en la ciudad, terminamos el bachillerato y la universidad”, cuenta Marcela, menor y única hermana de la nueva directora de la Unidad para las Víctimas.

Eulalia fue profesora de la guardería de Karmata Rúa, creada en medio de la recuperación de la tierra de los embera-chamí, cuando las mujeres se vieron abocadas a trabajar. Fue su incursión posterior en la política, que la llevó a ser diputada de Antioquia en 1992 —y durante 14 años más—, lo que condujo a que los Tobón Yagarí dejaran el resguardo. Eso, sin embargo, no fue excusa para que Patricia rompiera con su gente.

Las relaciones con abuelos, tíos y primos se mantuvieron vitales. “A pesar de que se ha formado y trabajado en espacios no indígenas, no ha perdido sus raíces. Eso es un gran baluarte: mantiene su arraigo por la ancestralidad, su lengua”, dice Gladis Yagarí, profesora de embera-chamí en el colegio del resguardo y tía de Patricia.

Todos en Karmata Rúa coinciden en que esta abogada de 39 años, que ha acompañado el acceso a la justicia y a medidas de reparación de pueblos indígenas y afrodescendientes, heredó su vocación. “Ella, de pequeña, fue testigo de todo nuestro proceso reivindicativo —de la recuperación de 400 hectáreas de tierra, del retorno a la lengua materna—. Eulalia la llevaba pa’ todas partes. Es una herencia y, también, un llamado comunitario”, agrega Gladis.

Pero el legado es compartido: su papá, Alonso Tobón, el kapunia, aportó en la recuperación de la tierra del resguardo, la constitución de la OIA y la organización de otros pueblos asentados entre Antioquia y Córdoba. Marcela cuenta: “En vacaciones se iba con mi papá a caminar pueblos indígenas. Eso le fue dando sensibilidad: ver esas poblaciones, sus necesidades. Así definió su carrera, porque los papás han trabajado el tema de derechos humanos, pero no son abogados”.

Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. FOTO CORTESÍA
Patricia Tobón Yagarí vivió sus primeros años en Karmata Rúa, resguardo indígena entre Andes y Jardín. FOTO CORTESÍA

***

Patricia se graduó como lectora avezada en el colegio. Hasta le dieron una mención de honor por ser la estudiante que más leía. Su hermana confiesa que en los descansos se escabullía a leer cuentos infantiles y literatura. “Crecimos en ese entorno: en congresos, en reuniones, en comunidades”, dice Marcela, quien agrega que su hermana no solo se formó para apoyar a comunidades indígenas, sino a campesinas, afros, raizales, palenqueras y gitanas.

La nueva líder de la Unidad para las Víctimas estudió en la Universidad de Antioquia y después pasó por la Externado. Carga en sus hombros con la dignidad de haberse convertido en la integrante más joven de la Comisión de la Verdad, a sus 35 años. Allí acompañó la Dirección de Pueblos Étnicos y la Dirección de Diálogo Social, en búsqueda de la no repetición.

Su formación en derechos étnicos territoriales le ha permitido coordinar procesos de consulta previa y diseños de políticas públicas, además de representar a la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) en el exterior. “Tobón Yagarí es uno de nuestros orgullos y hoy reafirmamos que no hemos estado equivocados. Creemos que por fin habrá un acercamiento real entre el Estado y las víctimas de la violencia en el país”, fueron las palabras de la OIA tras su nombramiento.

Cuando conocieron el anuncio, en el colegio de Karmata Rúa destinaron una sesión de clase para comunicarlo. La rectora Dolly cuenta que se reunieron con los estudiantes y les compartieron la buena nueva. “Les contamos quién es Patricia: que salió de esta escuela; que caminó descalza como ellos; que le tocó una vida dura; que fue una niña más”.

Conservar su lengua materna, que es para los embera-chamí el origen de la vida y del derecho mayor, retrata que Patricia dejó el resguardo solo de manera física. Cada que los visita, dicen sus coterráneos, habla lengua pura. “Patricia: buchi tru utu basía, mipitá jaradekua bari baera eberãrãmá [su nombre está en lo más alto, porque le ha enseñado cosas bonitas a la humanidad]”, dice la rectora, en agradecimiento a esa niña que también corrió descalza por los caminos de Karmata Rúa.

Radiografía: Antioquia, el departamento con más víctimas

Las cifras de la Comisión de la Verdad, con base en su informe final, reseñan que Antioquia es el departamento con más víctimas entre 1985 y 2018 por causa del conflicto armado en todo el país. El departamento registró en este tiempo 125.980 víctimas por homicidio (28% del consolidado nacional), 28.029 víctimas por desaparición forzada (23%), 9.308 víctimas por secuestro (20%), 2.346 víctimas por reclutamiento forzado (14%) y 1.480.596 víctimas más por cuenta del desplazamiento forzado (19%).

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