El arrullo del mar Caribe, con el sonido de las chicharras y el viento golpeando con fuerza las hojas de los árboles en el resguardo Caimán Nuevo de Necoclí, en el Urabá antioqueño, nunca han abandonado la memoria de Olowaili Green. “Mi placenta está sembrada en mi tierra”, dice con orgullo.
La vida de Olowaili está entretejida con la sabiduría de sus mayores, las historias de su linaje y la constante búsqueda por narrar su cultura a través de la cámara y poder salvaguardar y transmitir los conocimientos ancestrales. Desde 2015, se ha dedicado al cine y a la producción audiovisual, encontrando en las imágenes un medio para preservar y transmitir las memorias de su comunidad.
Aunque teniendo apenas 7 años dejó su comunidad Gunadule para asentarse en Medellín, esa conexión con el territorio y sus raíces es tan profunda como las molas que tejen en su comunidad.
Estas telas las hacen superponiendo capas de telas de colores que recortan y cosen con una precisión milimétrica.
“Las molas son mucho más que un tejido; son el diario de las mujeres Gunadule, son historias bordadas sobre su comunidad, los dioses Baba y Nana y la naturaleza”, explica. Inspirada por esta tradición, decidió trasladar ese concepto a su arte, llamando a sus obras “molas audiovisuales”.
A los siete años, Olowaili llegó a Medellín junto a su familia, enfrentando el desafío de adaptarse a una sociedad urbana que poco sabía de su cultura. Ese cambio abrupto a la ciudad hizo que no se sintiera orgullosa de ser indígena: “En Medellín hay mucho racismo en cuanto a los pueblos indígenas, nos hacen sentir que no somos parte de su tierra”. Nunca se sintió realmente comprendida.
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“La educación no está diseñada para nosotros, para las minorías. Es un sistema occidental que ignora la diversidad de Colombia”, cuenta.
Extrañaba sus primeros años de infancia, marcada por juegos al aire libre y una profunda conexión con la naturaleza. En su comunidad, la vida fluía al ritmo del mar y los ríos. “Mi abuelo nos hacía un bote y nos íbamos a la mar a remar. También sembrábamos árboles y flores”. Fue su abuela, Nan Dummad, quien le transmitió muchas de las historias y saberes que hoy forman parte esencial de su trabajo audiovisual.
Tejiendo una visibilidad
En el arte de las molas, las mujeres Gunadule encuentran una forma de narrar sus historias y las de su pueblo. Cada diseño tiene un significado único, una memoria colectiva o personal que se plasma en telas llenas de color y vida.
Al observar el poder de estas narrativas visuales que las niñas de la comunidad aprenden desde muy pequeñas, justo a la edad en que ella migró, Olowaili descubrió que quería contar historias desde su propia mirada, tejiendo su identidad y tradición en formatos modernos.
Con el paso de los años, Olowaili ha logrado canalizar esas vivencias y conocimientos en proyectos que visibilizan las diversidades étnicas, lingüísticas y de género.
En 2021, cofundó el Festival Miradas Propias, un espacio diseñado para mostrar el arte y las historias de los pueblos indígenas en Antioquia. Además, con su productora SentARTE, creada junto a su compañero Juan Esteban Díaz, se ha dedicado a desarrollar proyectos audiovisuales que exploran las memorias y resistencias de las comunidades originarias.
Actualmente, Olowaili trabaja en un proyecto que la llena de orgullo: el primer semillero audiovisual del pueblo Gunadule. Este espacio busca recoger las historias que han pasado de generación en generación y traducirlas en cortometrajes. El proceso es lento, pero profundamente significativo. “Estamos construyendo algo grande. Mis abuelos son mis guías; ellos son los guardianes de nuestra memoria”, afirma.
La animación también ha sido una de las herramientas que Olowaili ha explorado para llevar las historias de su pueblo a nuevos públicos. Una de sus obras más destacadas, Muu Palaa – La abuela Mar, fue realizada en colaboración con Netflix y es una historia en la que se mezclan las creencias y cosmogonías de la comunidad Wayuu con los Gunadule.
Para Olowaili, la animación fue el medio creativo para transmitir los relatos ancestrales más allá de las fronteras en medio de la pandemia del covid-19, cuando no podían salir a hacer rodajes.
La lucha por el reconocimiento
En cada paso que da, Olowaili enfrenta el desafío de ser una mujer indígena en un mundo que a menudo invisibiliza su cultura. Su vida en Medellín, aunque ha estado llena de oportunidades, también le ha mostrado las barreras que enfrentan las comunidades indígenas en contextos urbanos y ha visto en esto una oportunidad para construir puentes entre las generaciones y las culturas.
Ha hecho colaboraciones con diferentes comunidades indígenas, creando una resignificación de “Canción sin miedo” en seis lenguas maternas.
Así como el proyecto El Poder de la Confianza en medio de la pandemia de covid-19, en este, con la ayuda de indígenas Embera Eyábida y Chamí, Gunadules y afro del territorio de la Cuenca Río Domingodó que decidieron no vacunarse, crearon una mola audiovisual explicando los tratamientos y curas naturales que en las comunidades usaron para enfrentar la situación.
Su obra es un llamado a reconocer y valorar las raíces que enriquecen la diversidad de Colombia, una invitación a mirar el mundo con los ojos de quienes han estado aquí desde siempre. En sus palabras, ser indígena y vivir en Medellín no son contradicciones; son una oportunidad para tejer nuevas conexiones entre el pasado y el presente. Y así, con cada paso que da, Olowaili demuestra que las molas, ya sean de tela o audiovisuales, son hilos que unen historias, generaciones y comunidades.