Varios países en Europa y Asia invierten decenas de millones de euros y dólares al año en búsqueda de nuevas especies, una tarea que puede tardar años y que muchas veces les resulta infructuosa ya sea por sus condiciones climáticas, sus características geológicas o por el grado de deterioro ecosistémico debido a la intervención humana. Ese contexto sirve para entender la dimensión de lo ocurrido en los últimos días luego de anunciarse, en poco más de una semana, que Antioquia tiene dos nuevas especies descubiertas: un rarísimo escarabajo hallado en las selvas de Carepa por estudiantes de la Universidad de Antioquia y un cangrejo de agua dulce protegido por una pequeña fuente hídrica entre las montañas de Ituango.
El hallazgo del pequeño cangrejo, el Hypolobocera ituangoensis –como acaba de ser bautizado– corrió por cuenta de la obsesión del biólogo Moisés Elías Alexándar Taborda, experto del equipo de Ecosistemas de Corantioquia y uno de los pocos carcinólogos que existen en el departamento.
A Moisés nunca se le quitó la fascinación por estudiar “bichos raros” que le nació desde que era estudiante de segundo semestre de biología en la Universidad del Atlántico. En 2018, mientras participaba en los procesos de socialización del programa Piragua, que se convirtió en los últimos cinco años en la red social de monitoreo comunitario del recurso hídrico más grande del país, Moisés observó una muestra de un cangrejo de agua dulce que jamás había visto, lo cual era mucho decir porque desde su época de estudiante se había decidido a conocer a fondo los crustáceos del país y además había adquirido un gran nivel de detalle sobre estos animales pues antes que biólogo fue dibujante técnico y tenía el ojo suficientemente entrenado para sospechar cuándo estaba ante algo nuevo.
Con ese raro cangrejito en su cabeza, Moisés corrió a tocar la puerta de la profesora Martha Rocha Campos, especialista nacional de cangrejos de agua dulce del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional. Con ella logró determinar en 2020 que se trataba efectivamente de un nuevo cangrejo que habita en la comunidad indígena Zenú, en El Bagre, Bajo Cauca antioqueño, al cual llamaron Phallangothelphusa
zenuorum, en homenaje a ese resguardo que se ha dado a la tarea de conservarlo.
El hallazgo solo alimentó la avidez del biólogo que empezó a sumergirse en el caudaloso río de información y conocimiento que surgía de las comunidades integrantes del programa Piragua. Ese conocimiento empírico en el que él estaba seguro que se encontraban datos fundamentales sobre nuevos descubrimientos. Y así fue. Halló una pequeña muestra que solo tenía dos datos y el resto era incógnita. Decía: “Quebrada La Honda, Ituango, 2016”.
Con ese único indicio se metió de cabezas durante meses en Ituango hasta conocer a fondo a la comunidad de la vereda La Georgía. Fueron ellos los que le presentaron una pequeña quebrada que cuidan como el más grande sus tesoros. Moisés les contó lo que estaba buscando: un cangrejo al que solo había visto en una muestra pero del cual tenía indicios de que podría ser un habitante excepcional de este planeta. Buscarlo se convirtió en el objetivo de todos los habitantes de la vereda. Y lo lograron, luego de meses de pesquisas encontraron al esquivo cangrejo que puede sostenerse con dos dedos.
Pero encontrarlo fue apenas el punto de partida. Tal como ocurre cada vez que se está en camino a determinar si se está ante una nueva especie, al biólogo y a la investigadora Martha Rocha los aguardaban varios meses de rastreo exhaustivo de publicaciones de varios países; revisando ilustraciones y fotografías, comparando registros de especies a un nivel de detalle impresionante, pues a veces la diferencia entre una y otra especie es tan imperceptible que resulta necesario adelantar sofisticadas pruebas de ADN.
En este caso la extensa revisión de la información arrojó el resultado esperado: el Hypolobocera ituangoensis es una nueva especie de cangrejo de agua dulce descubierta en el mundo y, muy seguramente, es endémica de esta zona de Antioquia. El pequeño cangrejo ituangüino fue presentado ante la sociedad científica el pasado 20 de mayo en la publicación de la revista Zootaxa.
Según el biólogo, además del aporte a la ciencia y al enriquecimiento de la biodiversidad colombiana, el hallazgo de esta nueva especie es crucial para demostrar la importancia de las comunidades en la conservación de ecosistemas y del recurso hídrico, y además como guardianes de un conocimiento sin el cual la ciencia seguramente no habría podido alcanzar este nuevo hito.
Para Corantioquia la noticia es trascendental porque ayuda a evidenciar que en zonas como el Norte y el Bajo Cauca, sitiados durante décadas por el conflicto armado y la devastación de su riqueza natural a causa de las múltiples formas del extractivismo, la naturaleza muestra signos de rebeldía de la mano de esfuerzos impresionantes de conservación por parte de pequeñas comunidades. La presencia de estos crustáceos tiene una importancia puntual y es que son indicadores de buena calidad del agua y de conservación ecológica.
La ONU lo dijo hace una década: las comunidades locales, ya sean indígenas o campesinos, son fundamentales para frenar la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático. La meta ahora es llevar a otra escala eso que está siendo exitoso en estas comunidades.
La familia aumenta
Tanto el cangrejo como el raro escarabajo hallado por estudiantes de la Ude A en la reserva Tulenapa en Carepa, llamado Pseudocerocoma tulenapa, integran ahora la enorme diversidad biológica que posee Antioquia con más de 20.800 especies de fauna y flora observadas de las casi 80.000 que tiene Colombia actualmente y que lo ubican como uno de los 17 países megadiversos del planeta. A modo de ilustración, en jurisdicción del departamento hay más cantidad de especies de fauna y flora de las que tienen la mayoría de países en el Noroeste de Europa o el Golfo Pérsico.
Antioquia tiene el 49% de las especies de mariposas existentes en Colombia, el 30% de las plantas, el 52% de las aves, el 51% de los mamíferos y aproximadamente el 31% de los anfibios del país.
El investigador Andrés Felipe Castillo plantea que además de la rica biodiversidad que tiene Antioquia, el aporte científico del departamento también ha sido vasto. El Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia da cuenta de ello. De las casi 28 millones de observaciones de especies de fauna y flora que han enriquecido ese sistema de información, Antioquia ha aportado casi 4 millones de registros.
Según Castillo, varias zonas de Antioquia figuran entre las casi 50 zonas que se convirtieron en “puntos calientes” de nuevos hallazgos de especies tras la firma del Acuerdo de Paz, zonas que estuvieron restringidas durante décadas y que tras el acuerdo en 2016 empezaron a recibir exitosas misiones científicas.
Pero pese a esos hallazgos esperanzadores, el experto señala que no puede perderse de vista que el departamento sufre una acelerada degradación ecológica con la fragmentación cada vez más grave de corredores biológicos que son indispensables para la supervivencia de cientos de especies. Uno de esos casos es el que ocurre entre los valles de San Nicolás y el Aburrá. La concentración de diversidad biológica en este corredor ha sido tan alta que una de las grandes misiones científicas, la Expedición Bio, destinó parte de sus esfuerzos en el Oriente antioqueño hace unos años. Pero con la expansión urbana, la deforestación y otros factores las especies – así como los investigadores que van tras sus pistas– la tienen cada vez más difícil.
Nuevas especies encontradas
El escarabajo de Tulenapa y el cangrejo de Ituango se suman a otros increíbles hallazgos recientes. A comienzos de este año se identificó en el Oriente antioqueño una nueva especie de flora: el magnolio (Magnolia unicarmensis), un nuevo árbol considerado como un tesoro botánico encontrado por los exploradores Andrés Montoya y Cornelio Bota, ambos del Oriente antioqueño, apasionados científicos en los municipios de La Unión y El Carmen de Viboral, Oriente de Antioquia. El nuevo magnolio, según Bota, es importante como especie sombrilla, también, es muy interesante para futuros estudios evolutivos y ecológicos, debido a que pertenece a uno de los linajes más ancestrales de plantas con flores.
También este año, en el mes de marzo, los investigadores Boris Villanueva y Álvaro Cogollo compartieron ante la comunidad científica de una nueva especie de árbol del género Compsoneura, llamado Compsoneura choibo, en homenaje al mono araña que es su fiel habitante en las selvas del Magdalena Medio. El nuevo árbol se ubica en el Magdalena Medio como en el Bajo Cauca, en zonas altamente deforestadas y en zonas donde no existe ninguna figura de protección ambiental, por lo que uno de los frentes de investigación es determinar qué características de resiliencia tienen frente a estas circunstancias adversas.
El propio botánico Álvaro Cogollo descubrió a mediados de 2022 un fruto en la Serranía de Abibe, en Mutatá, que el investigador calificó como una “promesa para el futuro alimentario” de la humanidad.
El pequeño cangrejo llamado Hypolobocera ituangoensis posiblemente solo se encuentra en esta zona de Antioquia. FOTO: CORTESÍA