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¿Sabía usted que Barrio Triste no se llama así?

El comercio, transporte y la religión, tres elementos que forman la historia del barrio del Centro.

  • La iglesia Sagrado Corazón de Jesús, diseñada por el arquitecto Agustín Goovaerts, es uno de los referentes del sector. Los mecánicos, así como vendedores de tintos, son quienes habitan en su mayoría el barrio. FOTOS SANTIAGO MESA
    La iglesia Sagrado Corazón de Jesús, diseñada por el arquitecto Agustín Goovaerts, es uno de los referentes del sector. Los mecánicos, así como vendedores de tintos, son quienes habitan en su mayoría el barrio. FOTOS SANTIAGO MESA
05 de abril de 2018

Si a usted le preguntaran dónde queda el barrio Corazón de Jesús, quizás se confunda y deba pensarlo unos minutos.

Pero, si le piden referencia por Barrio Triste, de inmediato recordará aquel sector de Medellín en el que pueden armar un carro desde cero o donde está una de las iglesias del belga Agustín Goovaerts.

Cada día, a este vecindario de dos nombres, llegan cientos de conductores a buscar solución a los problemas de sus vehículos y, mientras, pasan el tiempo con un café en alguna de las tiendas que se ocultan entre motores viejos, tornillos y aceites.

Una de ellas es la cafetería Fontibón, que desde hace más de 20 años se ubica justo al frente de la parroquia. Es atendida por Ana María Restrepo, quien resalta del barrio la oportunidad de trabajo que brinda a muchas personas, incluso “a muchos venezolanos, que han encontrado acá donde laborar. Además, entre todos nos conocemos, y eso hace mejor estar acá”.

Corazón de Jesús es un barrio del Centro, cuyas casas antiguas, similares a las del barrio Colón o Colombia, se pierden entre letreros de variadas formas y colores que anuncian un cambio de aceite, el mejor repuesto o cualquier elemento que arreglaría el día de un conductor o mecánico de la ciudad.

Una cuestión de comercio

Lo que ahora ocupan treinta manzanas, entre las calles San Juan y Colombia, y entre las avenidas Regional y del Ferrocarril, fue un terreno pantanoso al que se enfrentaron los canalizadores del río Medellín, que lucharon contra los meandros del afluente para lograr así más espacio para el comercio que creció alrededor de la plaza de mercado Guayaquil y del Ferrocarril de Antioquia.

Así lo referencia el escritor Alfonso Buitrago, en su texto La tristeza tiene barrio: “Antes que nada, Barrio Triste fue un lugar liberado del acecho de meandros y humedales para usufructo de algunos pocos influyentes habitantes de la villa. Y en honor a Los Libertadores lo nombraron así en un primer momento”.

Luego llegaría la construcción de la iglesia, pues a diferencia de otras zonas de la ciudad, a Barrio Triste llegaron primero las casas, ocupadas por campesinos y negociantes, las tiendas y el comercio, que la religión.

Por ello, en 1923, el arzobispo Manuel José Caicedo dio vía libre a la construcción de una parroquia, diseñada por el arquitecto Agustín Goovaerts, edificación de estilo neogótico que más tarde le daría su nombre al sector.

La escultura “El mecánico” del artista Justo Arosemena, es uno de los elementos representativos del barrio. FOTO SANTIAGO MESA RICO
La escultura “El mecánico” del artista Justo Arosemena, es uno de los elementos representativos del barrio. FOTO SANTIAGO MESA RICO

¿Y el nombre?

La llegada de la “tristeza” a Corazón de Jesús, según cuentan quienes trabajan allí, tiene varios orígenes.

“Dicen que alguna vez pasó un señor por acá y que, por lo que vio, esto le pareció muy triste y lo nombró así. También, hablan de un extranjero con apellido Trieste, que de allá viene el nombre”, relata William Trejos, quien labora en el barrio hace más de 35 años.

No obstante, concuerdan Trejos y Restrepo, la vida no tiene nada de triste en su lugar de trabajo.

Habitar un Sagrado Corazón

Encontrar quien resida allí es difícil, pues según recuerda Benjamín Gutiérrez, un carpintero que suma 40 años en un local escondido junto a la iglesia, las familias terminaron por vender sus casas para continuar la vida en otra zonas de Medellín.

“Y los inquilinatos que había tampoco existen, todos se volvieron más talleres o fueron acogidos por la Alcaldía como lugar de paso”, agrega mientras se toma un tinto.

Este barrio tiene sus calles pavimentadas más por tornillos y tuercas descartados, que por asfalto, que a su vez resguardan carros clásicos y autopartes abandonadas. Y a pesar del contraste con sus vecinos: un edificio inteligente y un parque de luces, como un tributo a la memoria, resiste a dejar de ser el centro de operaciones del motor en Medellín.

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