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Jorge Carmona, el “apóstol” de los presos en el Aburrá

Hace 14 años este defensor de derechos humanos lucha por la población privada de la libertad, un problema que la sociedad mira con desdén.

  • Jorge Carmona también integra la Mesa de Derechos del Valle de Aburrá en el área carcelaria y ha hecho visible esta temática en distintos escenarios locales y nacionales. FOTO julio césar herrera
    Jorge Carmona también integra la Mesa de Derechos del Valle de Aburrá en el área carcelaria y ha hecho visible esta temática en distintos escenarios locales y nacionales. FOTO julio césar herrera
26 de octubre de 2021
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Como si hubiera descubierto una vocación o la misión para la que llegó a este mundo, hace 14 años Jorge Alberto Carmona se dedicó a defender reclusos, las personas a las que tal vez más se les violan los derechos humanos en Colombia, dice este especialista en salud y en temas de paz y reconciliación.

Es una de las pocas personas que en el Valle de Aburrá luchan día a día por defender la dignidad de la población privada de libertad pues, como él dice, “estar en la cárcel no implica que se pierdan los derechos humanos”. Dice que Dios lo puso en esta tarea y en ella estará mientras le quede vida. En el Valle de Aburrá, 12.000 almas (personas que están tras las rejas) lo ven como su único apóstol.

¿Cómo defender presos si es la gente por la que la sociedad siente menos compasión, y muchos consideran que lo que les pasa se lo merecen?

“Para las administraciones, los entes territoriales, el gobierno nacional y la gente que está ahí en la calle, que no tiene ningún familiar en la cárcel, los privados de la libertad son lo peor de lo peor, y para algunas entidades son solo estadísticas. Para mí son seres humanos que, equivocados o no, no perdieron los derechos humanos y están en unos sitios viviendo sus peores momentos; la cárcel en este momento en el país es difícil para cualquier persona, sin dejar de mencionar que también hay gente inocente y no poquita sino mucha, porque tenemos una justicia lenta y paupérrima”.

¿Cómo llegó a esta tarea tan compleja y que es tan difícil que dé frutos?

“Yo digo que por cosas de Dios, hace 14 años. Vengo del movimiento sindical y popular y en 2007 la CUT -Central Unitaria de Trabajadores- me invitó a una visita a Bellavista y quedé metido en este cuento, porque nunca había visto tantas personas en un espacio tan reducido, fue una impresión muy fuerte, yo no sabía nada del tema, recibí muchas solicitudes pidiendo ayuda y eso me tocó el corazón y dije: voy a hacer algo y comencé a prepararme”.

Debe ser una labor ingrata, porque casi nunca se ven las soluciones...

“Defender derechos humanos en Colombia es tan difícil como sobrevivir. En los 14 años que llevo me han hecho cuatro atentados, el último el 12 de febrero 2012, fueron 27 disparos al vehículo en el que iba, y todos pasaron de lado a lado, pero créame que se siente satisfacción, yo eso lo llevo en las venas, y también pienso que es un llamado de Dios, yo podría estar ejerciendo mi profesión, pero él me puso en este camino, y con todas las dificultades, problemas y tropiezos, se siente alegría”.

Mucha gente dice que porqué sentir compasión por gente a la que cuando está libre delinquiendo no respeta ni la vida humana, ¿usted cómo resuelve ese dilema?

“Para entender el problema carcelario hay que irse a las comunas más altas, la cantidad de jóvenes que hay sin oportunidades, sin empleo y con necesidades. No estoy justificando el delito, quien cometa un delito lo debe pagar, pero en condiciones dignas, no puedo ponerme una máscara para mi labor, el fin de las cárceles es la resocialización y eso no se está cumpliendo”.

¿Para esta labor tiene el apoyo de su familia?

“Tengo una esposa y dos hijos en los que pienso, y los reclusos también tienen papás, mamás, esposas, hijos, y por eso me motivo a luchar por ellos. Mi esposa entiende plenamente mi trabajo y mi lucha y siempre tengo su apoyo incondicional”

3.000
presos están hacinados en 27 estaciones de Policía, según afirma Jorge Carmona.
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