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Juan Fernando, el cantante de ópera de El Guayabo en Itagüí que llegó a la cima de la música clásica en Viena

Juan Fernando Gutiérrez Ramírez es un cantante de ópera oriundo de este barrio popular. A punta de tesón llegó a ser uno de los intérpretes de una de las salas de conciertos más importante del mundo.

  • El cantante de ópera Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones en un teatro de la ciudad alemana de Munich. FOTO Cortesía
    El cantante de ópera Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones en un teatro de la ciudad alemana de Munich. FOTO Cortesía
  • Juan Fernando durante sus años de infancia en el barrio El Guayabo. FOTO: Cortesía
    Juan Fernando durante sus años de infancia en el barrio El Guayabo. FOTO: Cortesía
  • El cantante Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones con la Policía Metropolitana durante su servicio como policía bachiller. FOTO: Cortesía.
    El cantante Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones con la Policía Metropolitana durante su servicio como policía bachiller. FOTO: Cortesía.
  • Uno de los premios obtenidos por el cantante durante su viaje a Japón. FOTO: Cortesía.
    Uno de los premios obtenidos por el cantante durante su viaje a Japón. FOTO: Cortesía.
14 de septiembre de 2024
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Alonso Salazar está en deuda con la ciudad. El periodista y exalcalde, autor del libro No nacimos pa' semilla, que habla de los jóvenes asociados a bandas delincuenciales, nos debe un libro que también realce a tantos jóvenes que –pese a ese infierno que sacudió a Medellín en los 80 y 90– lograron salir adelante y sí nacieron pa’ semilla, pues llegaron a importantes espacios incluso de talla internacional.

Uno de ellos es el laureado barítono y cantante de ópera Juan Fernando Gutiérrez Ramírez, un prodigio musical criado y crecido en el barrio El Guayabo, de Itagüí, justo en esas funestas épocas y que hoy canta en una de las salas de concierto más importantes del mundo: la Sala de Oro del Musikverein de Viena, Austria.

Juan Fernando es un hombre que a sus 44 años mantiene una apariencia lozana. Su hablar es pausado, como si pensara cada sílaba con meticulosidad. Las palabras que usa son neutras producto de sus años en Europa, aunque de vez en cuando en su diálogo se cuela una que otra expresión paisa.

Gutiérrez finalizó sus estudios en la Universidad de Música y Artes Representativas de Viena, es magíster en Canción Alemana y Oratorio, máster en Gestión Cultural y pedagogo de canto certificado en Alemania.

El canto en la sangre

Desde la lejana Austria, Juan Fernando cuenta su historia. Aunque nació en Medellín, en 1980, toda su infancia y juventud la pasó en El Guayabo. Señaló que la violencia que se ensañó con el barrio era parte de su cotidianidad infantil. Más allá de la zozobra constante, Gutiérrez despacha rápido el tema y no ahonda mucho en esas funestas épocas. Sin embargo, al preguntarle que era lo que apreciaba de esos años, ahí se explaya un poco más.

Juan Fernando durante sus años de infancia en el barrio El Guayabo. FOTO: Cortesía
Juan Fernando durante sus años de infancia en el barrio El Guayabo. FOTO: Cortesía

“Una de las épocas mas bonitas era diciembre, siempre me gustó celebrarlo al estilo Medellín. Y uno de esos recuerdos bonitos cuando los niños íbamos de casa en casa rezando novenas y visitando los pesebres, o nos quedábamos jugando en la calle. Todo ese tipo de cosas las recuerdo con mucha gratitud”, detalló.

Juan Fernando contó que su “instinto musical” proviene de su familia. Sus padres Jaime Gutiérrez y Rosa Edilma Ramírez respiran música y su hermano David Gutiérrez es uno de los grandes exponentes del tango en Colombia.

“Era muy común que mi hermano y mi mamá cantaran a dueto canciones viejas y de guasca. Yo a veces trataba de unírmeles pero como mi voz era tan desafinadita, pues más bien me decían con cariño que mejor me fuera a sentar. Entonces me quedaba viéndolos cantar”, comentó.

En su infancia, Juan también se dedicó a tocar los instrumentos de percusión en la banda marcial del barrio Santa María donde disfrutaba llevar el ritmo y destacar haciendo redobles y maromas con las baquetas.

Su juventud la pasó entre los colegios Cristo Rey y El Rosario, de Itagüí, sobre todo en los grupos de danzas donde tocaba la tambora. Ya cuando vino la mudación vocal, la voz se le volvió más grave convirtiéndose en barítono, como su papá. Fue en una presentación de uno de estos colegios en 1995 que le llegó el momento de brillar en el escenario.

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“Yo empezaba a mostrarme cantando en los bailecitos. Entonces, cuando estaba en 11 en el colegio El Rosario estaban preparando un bingo bailable y me dijeron: 'Venga mijo ¿usted canta? ¡Entonces súbase a cantar!' Yo invité a toda mi familia a mi debut. Ellos no me creían pero allá me metí. Ese día pensé que el corazón se me iba a salir, pero canté, creo que unas rancheras. Fue una sorpresa para mi papá y para mí fue el inicio de todo lo que vendría”, recordó.

Tras culminar sus estudios a los 17 años, Gutiérrez tuvo que prestar su servicio militar, el cual hizo en la Policía Metropolitana. Allí, por suerte o por buen tino de sus superiores, comenzó un grupo musical. Este sería tal vez el primer grupo de cámara de la Policía Metropolitana.

El cantante Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones con la Policía Metropolitana durante su servicio como policía bachiller. FOTO: Cortesía.
El cantante Juan Fernando Gutiérrez durante una de sus presentaciones con la Policía Metropolitana durante su servicio como policía bachiller. FOTO: Cortesía.

“Dedicarme de lleno al canto en pleno servicio militar fue un gran paso para mi carrera. Durante ese año me fui preparando para presentar el examen de admisión de la Universidad de Antioquia para el área de canto. Un compañero de la Policía, Gabriel Caro, me acompañó con la guitarra en ese examen”, comentó.

El cambio de ritmo

Tras lograr pasar a la Universidad de Antioquia, Juan comenzó a buscar mejorar su técnica vocal pero no pensando en volverse un cantante de ópera. “Mi idea era cantar baladas, boleros, tangos, porque me estaba yendo bien con ellos e incluso ya me había ganado varios premios en la ciudad y el país”, detalló.

La ópera era un mundo desconocido para ese joven que en El Guayabo escuchaba sobre todo temas de Darío Gómez, Vicente Fernández, Javier Solís, Carlos Gardel e incluso los de José-José, Camilo Sesto y Nino Bravo cuando sonaban en el radio de su tía Nubia.

En esos primeros pinitos con la ópera y el repertorio clásico fueron esenciales las obras de Franz Schubert, Gaetano Donizetti y Wolfgang Amadeus Mozart, sobre todo la ópera de La Flauta Mágica de este último. La idea de cantar esas obras era estimular el desarrollo de la voz, a raíz de su carácter pedagógico.

“Cuando en la universidad me dan esas arias de ópera y canciones, empiezan a sonarme bonitas sus melodías y crece cada vez mas mi simpatía hacia ellas. Además, una de las cosas que más me llamaba la atención del concierto de música clásica, es que la gente se sienta y se concentra en tu voz, cosa que obviamente no siempre pasa cuando uno canta en música popular. Creo que ahí empezó a conquistarme la ópera”, dijo.

Con el paso del tiempo Juan descubrió que su voz iba ganando fuerza y que ya se sobreponía a ese “desafío acústico” que durante una obra cantando sin micrófono sostiene con los instrumentos de la orquesta. Comenzó a ganar confianza y un lugar en esa nueva generación de cantantes de ópera de la ciudad. Sin embargo, su evolución también trajo una amarga revelación.

Vivir de cantar opera en Colombia es muy complejo y difícil. Decir que uno se gradúa y que tiene dos conciertos por semana para asegurarse una vida óptima... muy difícil”, detalló.

El llamado de Europa

Pese a esto, la carrera de Juan siguió en ascenso. En el año 2000 debutó en el Teatro Metropolitano interpretando a Papageno en la Flauta Mágica. Posteriormente en 2001 interpretó el rol de Orfeo.

En esas correrías conoció al dramaturgo Rodrigo Saldarriaga en el montaje de la ópera Orfeo ed Euridice en el pequeño teatro de Medellín, allí Saldarriaga conoció las capacidades vocales y actorales de Gutiérrez, sus deseos de continuar sus estudios en Europa y sus afugias económicas.

“Mi maestra Danaila Hristova tenía referenciada a otra maestra búlgara en Viena. La profesora me habló de ella, pero... ¿yo que iba a hacer si mis papás no tenían forma de pagarme el viaje? Aún así, yo no sabía cómo, pero sabía que iba a terminar en Viena. Eso fue como empezar a hacer la casa sin saber como terminar el techo. Yo me metí incluso a estudiar alemán, me puse una fecha límite de viaje sin tener un peso, sin tener contactos. Pero nada, yo puse mi mente en Europa”, recordó.

Tras la presentación, Gutiérrez y Saldarriaga hablaron y acordaron que el dramaturgo le presentaría un mecenas, este después de entrevistarse con Gutiérrez estuvo dispuesto a financiar la estadía del joven en Europa por cinco meses. Ante semejante oportunidad imperdible, el 13 de abril de 2002, Juan Fernando Gutiérrez viajó a Europa.

“A esta persona le estaré agradecida toda mi vida por su calidad humana, su fe en mi talento y su ayuda desinteresada. También a todas aquellas personas que de una u otra manera estuvieron ahí ayudándome a cumplir este propósito“, dijo.

“Desde que llegué a Europa yo sabía que tenía el reloj en contra. Tenía cinco meses para resolver mi vida. Tenía que estudiar alemán y además tenía que presentar el examen de canto para ser admitido en las universidades de acá. Eso era competir con casi 250 personas de todo el mundo por máximo 12 cupos. Me concentré mucho en mi objetivo porque un retorno no estaba planeado”, detalló.

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Como buen paisa precavido, Juan Fernando no solo se presentó a la Universidad de Música y Artes Representativas de Viena, que era su objetivo principal por su excelencia académica, sino también al Conservatorio de Viena que también tiene un excelente nivel académico. El reto era tremendo. Aún así, logró pasar a ambas instituciones.

Pese al logro, la presión del tiempo seguía encima y más en un país ajeno donde aparte de estudiar había que ganarse el pan. Juan Fernando audicionó entonces en el coro de la ópera estatal de Viena y fue elegido para hacer parte como refuerzo. La vida en Europa comenzaba a encaminarse.

Durante una de las producciones universitarias pudo debutar en el teatro del palacio del Schönbrunn, donde Mozart y Haydn presentaban óperas para los dignatarios de la época. “Uno parado ahí se da cuenta que está poniendo los pies donde estuvo un hombre de la talla de Mozart”, recordó.

El inicio de su carrera

Tras culminar sus estudios en Europa, ahí sí comenzó su carrera como cantante de ópera. Como a muchos que apenas iniciaban en el gremio, a Juan le tocó buscar un mánager para representarlo. Por medio de este logró un primer contrato por dos años como solista después de audicionar para el teatro Staatstheater am Gärtnerplatz de Munich en Alemania y de ahí siguió otro vínculo laboral por cuatro años como solista con el teatro de Münster/ Westfalen, también en Alemania.

En 2016 decidió volver con su esposa y sus dos hijos a Viena, ahora como cantante independiente. “Ese año me apareció la oportunidad para cantar en la Orquesta de Mozart de Viena. Audicioné y desde entonces vengo cantando allí justo en la famosa Sala de Oro del Musikverein de Viena”, comentó resumiendo con modestia toda esa vertiginosa carrera que lo llevó a un espacio donde prácticamente solo llegan los mejores artistas y directores de música clásica del mundo.

Juan Fernando no solo ha hecho su carrera en Europa, también en países como Japón donde obtuvo la medalla de oro, el premio de apoyo y promoción artística y el premio Osamu Uno en la10° International Music Competition de Osaka (Japón), en 2009. Allí y en otras partes también ha sido elogiado con el premio del público, para él estos reconocimientos de quienes lo oyen siempre serán los más importantes, pues el público es transparente e implacable.

“Yo en ese concurso de Japón me ponía a pensar: ¿no estaré soñando todo esto? ¿Si es verdad que me vine de El Guayabo para terminar en Japón premiado por el público? A veces me tocaba pellizcarme”, comentó.

Juan Fernando le mandó un mensaje a todas las personas que, como él, tienen grandes sueños y tal vez reveló la clave para lograrlos.

“Todos tenemos un talento, hay que averiguar cual es el de cada uno. Eso sí, hay que saber que las cosas tienen un precio y en este caso son el trabajo, la dedicación y la disciplina. Las condiciones adversas como la plata no importan. Por la plata no se preocupe. Recuerde que la vida misma abre puertas y ventanas, o manda luces para mostrar caminos para solucionar eso. Lo importante es tenerse mucha fe y nada de disculpas”, detalló.

Uno de los premios obtenidos por el cantante durante su viaje a Japón. FOTO: Cortesía.
Uno de los premios obtenidos por el cantante durante su viaje a Japón. FOTO: Cortesía.

Juan Fernando sigue con su brillante carrera en Europa, cantando esas óperas que tanto gustan en aquellas tierras. Ha venido al país a hacer conciertos en ciudades como Bogotá y Cali. Curiosamente, nunca ha cantado en Medellín, comentó que nunca ha sido invitado. Hecho curioso que refuerza aquello de que “nadie es profeta en su propia tierra”.

Eso sí, cuando viene a Itagüí a visitar a su familia su voz le da un descanso a las tonadas en otros idiomas y retoman aquellas canciones populares de Darío Gómez, Vicente Fernández, Javier Solís, Carlos Gardel, José José, Camilo Sesto y Nino Bravo que le labraron el camino a ese niño de El Guayabo hasta lo más encumbrado de la música mundial en Viena.

Y esta vez, sus familiares no lo mandan a sentar, sino que ahora las voces de la familia Gutiérrez Ramírez se funden en una ranchera o un bolero, como los que salían del radio de la tía Nubia.

44

años tiene el barítono Juan Fernando Gutiérrez Ramírez.

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