Los 401 kilómetros cuadrados situados en la cordillera central que conforman el municipio de Briceño se volvieron el eje de la disputa entre el Clan del Golfo, que quiere invadir este territorio, y los frentes 18 y 36 de las disidencias de las Farc, que quieren cuidar una zona que históricamente han dominado.
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Desde mediados de noviembre, la ya compleja situación de seguridad en este municipio del Norte antioqueño se agudizó, primero con el confinamiento de 1.000 habitantes de la vereda Las Auras entre el 19 y el 22 de ese mes y ya a inicios de diciembre se produjo el desplazamiento de más de 900 personas de El Hoyo y El Roblal.
De acuerdo con algunas fuentes de inteligencia y expertos en el conflicto que se vive en este municipio, el principal interés de esta estructura delincuencial pasa por tener un control territorial de la zona, que sirve como enlace con Ituango, Valdivia, el Bajo Cauca y el Occidente antioqueño.
Además, su cercanía con el proyecto hidroeléctrico Hidroituango, que tiene parte de su operación en territorio de Briceño, despertó el interés de esta estructura criminal por querer meterse a cualquier costo, ahora con mayor intensidad.
“El Clan del Golfo tiene como objetivo intentar tomarse al municipio y lo han venido intentado hacer desde hace algunos años. Sin embargo, en el último año y medio lo han hecho de manera más reiterada”, expresó el alcalde de este municipio, Wilmar Moreno Monsalve.
Zona de pocas riquezas
Pero además de ser un corredor clave, Briceño no se caracteriza precisamente por ser un territorio con muchas riquezas económicas para explotar.
No hay posibilidad a través de las extorsiones a los establecimientos comerciales y propiedades, debido a su poca población, 8.039 habitantes, ni tampoco el oro, ya que allí no hay grandes socavones y solo se obtiene este mineral de lo que se extrae del río Cauca.
“Muchos subsistían de los cultivos de coca, pero la mayoría se acogió a los proyectos de sustitución de cultivos, además que actualmente la coca dejó de ser rentable para comercializar por la sobreoferta”, manifestó un experto conocedor de la zona.
Actualmente, esta localidad subsiste, principalmente, de la ganadería, la producción de leche y de sus derivados, y de los cultivos de café, cacao, aguacate, caña de azúcar, mora, maracuyá y la explotación de la madera. No faltan quienes aún le sigan apostando también a los cultivos ilegales.
¿Quiénes se lo pelean?
La disputa por este pequeño municipio es entre los integrantes de la subestructura Julio César Vargas y los frentes 18 y 36 de las disidencias de las Farc, los cuales ya trabajan de manera unificada en este municipio y algunos de sus vecinos en el departamento.
Quien lidera las intenciones de la subestructura del Clan del Golfo es José Ramón Zapata Pérez, alias Gabino, quien actualmente tiene su radio de operación en Valdivia y el corredor de la vía a la Costa Atlántica. Le rinde cuentas a José Gonzalo Sánchez, alias Gonzalito, quien es el cabecilla de la estructura Roberto Vargas Gutiérrez.
De hecho, Gabino, junto a José Miguel Demoya Hernández, alias Chirimoya, y a alias Darío estuvieron detrás de las violentas protestas que se presentaron en marzo de este año en el Bajo Cauca antioqueño ante el accionar de las autoridades contra la minería ilegal.
La lucha de los hombres de Gabino es contra los de Édgar Orrego Arango, alias Leo o Firu, máximo cabecilla del frente 36 de las disidencias, y los que abanderaría Erlinson Chaverra Escobar, alias Ramiro o El Ruso, a quien dieron por muerto en noviembre de 2020, pero quien apareció vivo para seguir comandando el frente 18.
La disputa entre estos dos bandos se ha intensificado en los últimos días porque las incursiones del Clan del Golfo han llegado a territorios que no habían entrado en el pasado, puesto que todas las anteriores solían quedarse en la vereda Las Auras, la más cercana a la cuenca del río Cauca.
“Esta ha sido la incursión más agresiva que ha tenido esta estructura desde que se recuerde, porque antes llegaban a esta zona y eran devueltos por las disidencias”, explicó el experto.
Ante este panorama, el alcalde de Briceño ha buscado salidas por todos lados y la última semana sostuvo una reunión con integrantes del Gobierno Nacional con el fin de que se ejecute una estrategia integral que termine con el suplicio de los 8.039 briceñitas.