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Ensueño: la fábrica de guitarras que suena hace 164 años en Marinilla

La icónica fábrica de guitarras data de 1860. La calidad de sus productos puso al municipio antioqueño en el mapa musical.

  • Luis Adolfo Arbeláez es quien sigue al frente de la fábrica de guitarras Ensueño en Marinilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    Luis Adolfo Arbeláez es quien sigue al frente de la fábrica de guitarras Ensueño en Marinilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
  • El señor Luis Adolfo junto algunas de las guitarras que se producen en Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    El señor Luis Adolfo junto algunas de las guitarras que se producen en Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
  • Ensueño: la fábrica de guitarras que suena hace 164 años en Marinilla
  • Algunas de las herramientas que todavía se usan para la fabricación de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    Algunas de las herramientas que todavía se usan para la fabricación de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
  • Ensueño: la fábrica de guitarras que suena hace 164 años en Marinilla
  • En la fábrica se combinan maquinaria moderna con las técnicas manuales para la elaboración de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    En la fábrica se combinan maquinaria moderna con las técnicas manuales para la elaboración de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
  • El señor Luis Adolfo elaborando una de las guitarras Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    El señor Luis Adolfo elaborando una de las guitarras Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
  • Don Luis Arbelaez Saldarriaga, padre de don Luis Adolfo, fue quien siguió los pasos del señor Lázaro. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
    Don Luis Arbelaez Saldarriaga, padre de don Luis Adolfo, fue quien siguió los pasos del señor Lázaro. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
08 de diciembre de 2024
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Al lado de la autopista Medellín-Bogotá, en su paso por el barrio La Dalia de Marinilla, hay un aviso enorme que dice “Guitarras Ensueño, tradición familiar desde 1860”. El anuncio no solo parece una publicidad de la antigua fábrica, sino también una orgullosa demostración escrita de que –contrario a la idea popular– sí se puede vivir de la música, al menos por 164 años, si las cosas se hacen bien.



En el local un vendedor atiende a dos mujeres que quieren llevarle una guitarra a una niña. El hombre les muestra un pequeño instrumento color rosa. Una señora, algo precavida, sospecha que le van a vender un juguete. Con tino, el vendedor deja que la guitarra “hable” por ella misma, tocando con maestría la primera estrofa de “Sabor a mí”. El sonido sale tan diáfano y bello que las mujeres quedan convencidas y hasta un video le hacen.

Un negocio de familia

Quien hoy regenta Ensueño es Luis Adolfo Arbeláez Arbeláez, representante de la cuarta generación de lutieres que hoy mantiene viva esa tradición de la guitarra marinilla, que tiene fama en el país y el mundo por su calidad sonora. Muy seguramente si usted revisa el interior de una guitarra, posiblemente le encuentre una etiqueta que atestigüe su procedencia marinilla.

Don Luis Adolfo atiende las preguntas del impertinente periodista mientras sigue dándole a la madera sobre el banco que usaron sus ancestros. Confiesa que cámaras y grabadoras le alborotan la timidez, la cual palia con el tacto y el ruido de sus herramientas.

El señor Luis Adolfo junto algunas de las guitarras que se producen en Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
El señor Luis Adolfo junto algunas de las guitarras que se producen en Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.

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Según comenta, toda esta tradición empezó en el vecino municipio de San Vicente Ferrer cuando el bisabuelo Isaac Arbeláez era apenas un niño y al pueblo llegó un ebanista español para realizar algunas obras en madera en la nueva parroquia. Si bien don Luis no recuerda qué fecha sería, tal parece que esto ocurrió entre 1837 y 1840, según el texto Apuntes para la Historia de San Vicente de Ferrer.

“El bisabuelo siendo 'pelao' se iba para ese taller de un español a jugar. Estos como que le vieron actitudes y le fueron enseñando de ebanistería pero también de la construcción de guitarras españolas, porque ellos eran 'lutieres' por hobby. Entonces el bisabuelo Isaac aprendió de ellos”, comentó.


Con el paso de los años, el pequeño Isaac se convirtió en todo un hombre y en un reconocido ebanista. Ya para 1860, en su finca en la vereda Las Hojas, no solo hacía tallas de maderas para muebles sino que también hacía las guitarras que se fueron popularizando entre la gente y que venían “firmadas” por él en su parte trasera. Con los años, Isaac erigió su familia y a partir de ella se comenzó a dar esa tradición entre los Arbeláez en la que uno de los herederos recoge el testimonio de construir guitarras.

“Isaac tuvo como siete hijos y todos tuvieron que ver con la ebanistería. Pero mi abuelo Lázaro fue el que se dedicó de lleno a la construcción de instrumentos. Y encima tuvo profesores de música que le enseñaron a tocarlos”, detalló don Adolfo.

De acuerdo con el periódico El Marinillo, para 1920 Lázaro se trasladó a Marinilla y se radicó en La Dalia junto a su familia, volviéndose uno de los fundadores del barrio. Allí siguió con el legado de construir los instrumentos de cuerdas con las rústicas herramientas disponibles. La maestría en los acabados y su calidad sonora las volvieron populares. Las tallas de unas flores rojas así como la etiqueta al interior que decía “Lázaro Arbeláez” eran los distintivos de calidad que músicos y campesinos entusiastas aprendieron a distinguir.

Ensueño: la fábrica de guitarras que suena hace 164 años en Marinilla



Lázaro involucró a sus 14 hijos en la construcción de instrumentos musicales. “Eso eran las mujeres barnizando y los hombres haciendo las tareas más pesadas. Era una empresa muy familiar y solo tareas muy precisas las hacían externos. Mi papá, Luis, trabajó con el abuelo Lázaro hasta que él murió. Los demás tíos aprendieron y se fueron”, detalló el lutier.

Tras la partida de don Lázaro a inicio de los 70, Ensueño quedó al frente de sus hijos Gonzalo, Gerardo y Luis, el padre de Luis Adolfo. Luego Ensueño quedó en manos de Luis, toda vez que Gerardo decidió montar su propio taller, nombrado La Sonora, y que también tuvo gran renombre musical.

Algunas de las herramientas que todavía se usan para la fabricación de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
Algunas de las herramientas que todavía se usan para la fabricación de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.



Tras el retiro de don Luis por su avanzada edad, hace poco, las riendas las tomó Luis Adolfo, uno de sus cinco hijos y –como reza la tradición Arbeláez– el único que se metió de lleno desde joven a la cuestión de hacer guitarras. “Cuando yo era 'pelao', por allá en 1981, pasaba tanto tiempo acá metido que decidí que iba a vivir de esto. A mi papá no le gustó mucho, pero ya había tomado la decisión porque me dije 'si esto sirve pa’ patrocinarme los gusticos, entonces también pa' sostenerse la vida'”, detalló.



Siglo y medio de anécdotas

En un negocio de casi 17 décadas de historia deben ser muchas las anécdotas y don Luis Adolfo recuerda varias. Por ejemplo, que estos instrumentos “made in Marinilla” han llegado a rincones tan lejanos del país como Nariño, Riohacha y la Amazonía. Además, así como pasaba antaño cuando los campesinos de Sonsón o La Unión llegaban a pie o a lomo de mula a comprar tiples y guitarras, hoy en día clientes de todo el país y del mundo vienen por su instrumento marca Ensueño.

Don Luis Adolfo comenta entre risas que han sido varias las ocasiones que han llegado clientes en la madrugada para que los atienda o los desvare. Ya sea un amigo adportas de hacer una importante y elegante presentación o un “chalchalero” angustiado porque se le reventó una cuerda, comprometiendo las serenatas callejeras que pudiera dar. “Acá desvaramos al que podemos, uno debe estar para servir”, dijo.



También recuerda que hace años se usaba cedro para la construcción de las guitarras. Luego se hizo con tablas de pino abeto que se reciclaban de los guacales en los que se traían máquinas para la naciente industria del Oriente antioqueño. Hoy en día se usa palo rojo y palo santo venidos de la India.

Pero tal vez lo más anecdótico que recuerda don Luis Adolfo era la inventiva de su padre para encarar los desafíos que traía hacer guitarras al por mayor, épocas en las que a punta de herramienta se trataba la madera para que quedara a 1,2 milímetros de delgadez para doblarla y meterla en las prensas para secarlas al sol. Hoy con cortadoras especiales se dejan hasta de 3 milímetros.

Ensueño: la fábrica de guitarras que suena hace 164 años en Marinilla



“Mi papá era muy ingenioso. Se puso a buscar hasta en la Biblioteca Piloto la forma de secar más rápido las maderas, hasta que se inventó unos tubos con resistencias. También se inventó un cortador de los agujeros de la guitarra, lo que agilizó un montón el proceso. Todo esos inventos se manejaban con mucho celo. Pero un día llegó una gente buscando a mi papá que pa’ grabar un 'programa de televisión' y él los atendió y ellos filmaron lo que él hacía. Tiempo después empezamos a ver los inventos de mi papá en otros lados”, comentó.

En la fábrica se combinan maquinaria moderna con las técnicas manuales para la elaboración de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
En la fábrica se combinan maquinaria moderna con las técnicas manuales para la elaboración de las guitarras. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.



Si bien los secretos de los inventos de don Luis fueron revelados, tal vez el más grande secreto de los Arbeláez siguió por mucho tiempo sin conocerse. Y es que hace más de un siglo y medio atrás, los españoles no solo le enseñaron al bisabuelo Isaac como hacer las guitarras sino también la fórmula matemática para sacar el trazo del diapasón que permite que estas queden bien afinadas.

Sin embargo, otro secreto que no se llevaron es que, como dice don Luis Adolfo, hacer buenas guitarras requiere sobre todo buen ánimo y disposición.

El señor Luis Adolfo elaborando una de las guitarras Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
El señor Luis Adolfo elaborando una de las guitarras Ensueño. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.



“Si usted hace una guitarra con rabia o aburrido, no suena bien. Dicen que el genio influye mucho cuando uno hace una artesanía y yo lo creo porque acá hacemos todas las guitarras del mismo modo pero todas suenan distinto. Puede que un músico descarte una guitarra porque no le sonó bueno, pero esa misma guitarra la coge otro y le suena genial. Aquí no se quedan guitarras por sonar mal, todas se venden”, dijo don Luis, quien pese a tantos años haciendo guitarras cada día les coge más amor.

Frente al futuro de Ensueño, don Luis Adolfo comentó que la situación está dura no solo por la falta de mano de obra sino por tantos impuestos que los ahogan. Sin embargo, comentó que tal vez así como ocurrió con la “invasión” de guitarras chinas que al principio amenazó con la quiebra, la calidad del producto salvará a Ensueño.

Don Luis Arbelaez Saldarriaga, padre de don Luis Adolfo, fue quien siguió los pasos del señor Lázaro. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.
Don Luis Arbelaez Saldarriaga, padre de don Luis Adolfo, fue quien siguió los pasos del señor Lázaro. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry.



“Hace 18 años casi quebramos. Pero por esas fechas también aparecieron clientes con pedidos grandes, nos llegó un contrato con la Gobernación para hacer 400 bandolas en tres meses cuando apenas sacábamos 50 guitarras al mes por la falta de trabajadores. También nos ayudó mucho que Shakira y Juanes pegaron en esas épocas porque para esas navidades todos los niños querían una guitarra para ser músicos. En pandemia nos fue súper bien, y despachábamos hasta 18 guitarras al día para todo el país. Sí, sentir que un negocio de tantos años encima está en riesgo pesa, pero a nosotros nos mantiene a flote la calidad y la historia que tenemos a cuestas. Así que, mientras haya quien necesite una guitarra, acá vamos a estar”.

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