Sus piernas están cruzadas en posición de flor de loto; sus manos recaen con tranquilidad, una sobre la otra, encima de sus pantorrillas. Un manto tenue cubre sus hombros y su cabeza se inclina levemente hacia adelante. Está durmiendo o meditando, a punto de levitar, sobre la pradera verde que lo rodea.
Si Gandhi, como por arte de magia, abriera los ojos, podría escuchar de fondo una guasca, y tal vez sentir el olor de una arepa antioqueña sobre la que se derrite una buena porción de mantequilla. Cuando menos, se sobresaltaría por el lugar en el que despertó y preguntaría, en una mezcla de hindi, inglés y lengua de señas, la distancia que lo separa de casa.
“¿Qué hace Gandhi en el Oriente antioqueño?”, se pregunta uno de los habitantes de Rionegro y propietario de un negocio ubicado en cercanías de la escultura del líder mundial, instalada en la ciclorruta que conduce a Guarne.
“Yo esperaba que pusieran una figura que representara íconos de la región como las flores o la naturaleza, pero a Gandhi muy pocos lo conocen por aquí. Yo sí por mi edad, pero muchos jóvenes no saben quién es”.
Con el pasar de los días, sin embargo, turistas y deportistas han empezado a detenerse allí para tomarse fotos, y el rionegrero ha percibido que esta puede ser una oportunidad para visibilizar su negocio.
Con todo y eso, la presencia del personaje no deja de causarle gracia y curiosidad. ¿Cómo llegó Gandhi a meditar sentado entre montañas antioqueñas?
Una obra con nombre propio
El taller del escultor Jorge Vélez es una casa-galería ubicada en la Tablaza, La Estrella. Allí vive con su esposa y su perro, y también allí les dio forma a tres toneladas de arcilla con las que moldeó la primera versión de Gandhi.
Dos ayudantes lo acompañaron durante ocho días en las labores de acomodar el barro antes de esculpirlo, y tres le colaboraron en la tarea de realizar el molde. Después de esto, siguieron dos meses y medio de trabajo solitario en los que el escultor le dio vida a la figura del hombre meditando.
Su desafío consistió en diseñar y modelar una escultura que reflejara paz en cada forma. “Por eso utilicé la posición de flor de loto, porque expresa resignación ante el movimiento del universo. Las manos cruzadas significan la aceptación de la voluntad de las cosas. Es una escultura totalmente tranquila, sin ninguna agresividad”.
Junto a otras cuatro en el Oriente y tres más en el Occidente, Gandhi hace parte de las ocho esculturas que acompañan el recorrido de las ciclorrutas del departamento entregadas durante la gobernación de Luis Pérez Gutiérrez.
En su tarea de acompasar el recorrido de las ciclorrutas, a Gandhi lo acompañan personajes como el Grito Quijotesco de Salvador Arango, una representación del rostro del ingenioso hidalgo; Eva de Julio Londoño, la figura de la icónica manzana, en cuya pulpa están inscritos nombres de mujeres como homenaje al género; o Mosquito de Cristóbal Gaviria Mejía.
Algunos diseños surgieron como propuestas de los artistas, pero otros, como Gandhi, fueron un pedido específico.
Cuando Vélez fue contactado por el Instituto de Cultura para participar del concurso, ya se sabía que era esta la figura que acompañaría el viaje de los ciclistas del Oriente.
La obra fue planteada bajo el concepto de “urbanismo cultural” que el exgobernador quiso aplicar en las ciclorrutas de esta zona. La idea era ubicar estaciones de descanso en las que las personas pudieran refrescarse y apreciar las obras de arte allí instaladas.
¿Pero, por qué Gandhi? Pues bien, Luis Pérez asegura que la inspiración de engalanar con una figura de talla internacional las tierras antioqueñas le surgió al apreciar una escultura de Albert Einstein en Washington. “Es una escultura gigante y las personas interactúan mucho con ella”.
Esto coincidió con el hecho de que en 2019, se cumplieron 150 años del natalicio del líder pacifista. “Conversamos con la embajada de la India, y decidimos que este sería un homenaje y un símbolo de no violencia para el mundo”.
¿Cultura para quién?
Amado Rendón tiene 62 años y es oriundo de Rionegro. Ha vivido allí durante toda su vida y trabaja en un vivero cercano al lugar en donde está ubicada la escultura del Quijote: sus gestos angulosos, su barba puntiaguda y su boca abierta dibujan uno de los gritos que el ingenioso hidalgo esgrimía con furia y valentía ante los molinos de viento, como lo explica Salvador Arango, su escultor.
Sin embargo, cada vez que Amado pasa por allí, en su mente se dibuja, sí, un grito, pero no exactamente el del Quijote. “A ese no lo había oído mencionar. Yo siempre vi un indígena gritando: el indígena de la cajetilla de Pielroja”.
A la manzana de Eva, por su parte, Amado la identifica como un elemento ajeno: “por aquí no se cosechan manzanas”, explica, y añade que tal vez se habría sentido más identificado con algo más convencional como la figura de algún personaje de su pueblo.
Esto lo reconoce Liliana Henao, oriunda de Rionegro y empleada de un local cercano a la escultura del hidalgo, quien asegura que muchos no conocen a los personajes y estas obras son un aporte cultural “para que la gente investigue y tenga conocimiento de la historia. Con el Quijote uno se va al autor, a que fue una persona muy representativa a nivel cultural”.
El exgobernador Pérez refuerza esta idea y asegura que las esculturas de personajes de talla internacional no solo son un atractivo para los turistas; también son una herramienta pedagógica. “Gandhi, por ejemplo es un símbolo de pacificación en un país que todo lo arregla a los golpes”.
Sin embargo, no dejan de ser esculturas ajenas a la historia local. ¿Cuál es, entonces, la relación que debe guardar una escultura pública con su contexto inmediato?
Para Vélez, creador de Gandhi “toda buena escultura es universal”. El escultor asegura que la presencia del personaje indio es válida, debido a que encarna valores tan potentes que trascienden las barreras geográficas.
Sin embargo, Emiliano Valdés, curador del Museo de Arte Moderno de Medellín, expresa que, si bien no es imprescindible comprender totalmente una obra para disfrutarla, son importantes los procesos de mediación: puentes que vinculen la obra con su contexto. Esta habría sido la utilidad de procesos de socialización o espacios de divulgación de la obra de los personajes.
Valdés explica que el arte también es un medio de comunicación y el público debe hallar las herramientas que le permitan relacionarse, disfrutar y fluir en la obra.
“Yo puedo ver una escultura sobre un tema que desconozco, pero eso puede generar una evocación o una sugerencia de algo que me afecta de alguna manera”.
Algo así experimentan Hernán Cortés y Santiago Cortés, turistas provenientes de Bogotá, quienes detienen, por un momento, su paseo en cicla por el Oriente para apreciar al Gandhi que medita.
“No sabíamos que había un Gandhi en Antioquia. Y por más lejos que esté su origen, él siempre inspirará tranquilidad, armonía y paz espiritual”.
8
esculturas en total engalanan las ciclorrutas del Oriente y Occidente de Antioquia.
897
millones de pesos fueron invertidos en las ocho esculturas de las ciclorrutas.