Era sábado por la noche y en las calles de Medellín apenas iba a comenzar la rumba. Santiago* esperaba en una de las esquinas del Parque del Poblado, junto a otros domiciliarios, a que a su celular entrara un mensaje para empezar con las entregas.
Hacia las 9:45 p.m. del pasado 5 de noviembre, el rappitendero recibió un pedido: debía desplazarse hasta un barrio cerca al Aeropuerto Olaya Herrera, en el sur de Medellín, para realizar un “rappifavor” –modalidad en la que el domiciliario puede ejecutar un incontable número de labores–. Su misión era recoger un “paquete” y entregarlo a uno de los residentes de los edificios del barrio Manila en la comuna 14, El Poblado.
Las bandas de microtráfico se las han ingeniado para buscar alternativas de distribución de sus sustancias. En algunos barrios de Medellín se hizo popular la figura del “carrito”: por lo general son muchachos que transportan en sus mochilas pequeñas dosis de la droga para esquivar fácilmente el control de la autoridad y así satisfacer a los consumidores o surtir las denominadas plazas de vicio. La tecnología también hizo que se transformaran los métodos del narco.
Santiago recibió la orden, se puso el impermeable y encendió su moto. Al llegar a la esquina que le marcó el mapa le entregaron la envoltura de un ponqué de arequipe y dentro de ella no había más que una sustancia que sintió arenosa. Recibió el encargo sin chistar y se regresó en su moto.
Para seguridad de sus pedidos y servicios, Rappi estableció la posibilidad de que sus clientes monitoreen la ruta que sigue su domiciliario. Santiago temía por su seguridad, los hombres del paquete sabían, exactamente, las calles que transitaba.
“Hola, tengo un problema con el pedido que estoy llevando, es un rappifavor. Me tocó recogerlo en un barrio feo y estoy casi seguro de que lo que me entregaron es droga. Necesito que por favor me digan qué hacer. Le pido me respondan lo antes posible, estoy muy nervioso”, le escribió Santiago a la persona que lo atendió por el soporte técnico de Rappi.
La empresa le recomendó acercarse a un lugar seguro y estar acompañado de personal oficial. Optó por llamar a uno de sus compañeros e ir en busca de un Comando de Atención Inmediata de la Policía (CAI). Además, le sugirieron grabar todo el procedimiento.
“Frente a un funcionario, me presto a abrir el paquete y mírelo: está grapado”, dijo Santiago mientras sostenía una linterna. Todo quedó registrado en un video que conoció esta redacción.
El uniformado procedió a destapar la envoltura del ponqué y halló en su interior dos bolsitas de ziploc con un polvo rosado.
Eran dos gramos de tusi, que no es cocaína, sino un coctel de diferentes sustancias en las que se encuentra principalmente MDMA, Ketamina, cafeína y colorante comestible. La droga sintética genera efectos alucinógenos como sensación de euforia y de perfeccionamiento de las capacidades, por tanto, es utilizado para “estar prendo” toda la noche en la rumba.
El gramo de este polvo se puede comercializar en las calles de la ciudad entre $80 y $250 mil pesos. El precio dependerá de la nacionalidad del cliente y la hora en la que se adquiera. La euforia de la fiesta aumenta su valor.
Los protocolos de Rappi exigen que este tipo de hallazgos deben ser reportados de manera inmediata a los colaboradores del servicio técnico. Eso hizo Santiago. Tomó una foto y la acompañó de un mensaje: “Es tusi”.
“Entiendo, ahora mismo lo escalo a fraudes. Gracias por reportar compañero”, respondió el colaborador de soporte y adjuntó un mensaje automático en el que notificaban a Santiago de que el caso era verificado por el área encargada y que se abstuviera de entregar el producto. Eran las 10:23 de la noche.
Un minuto después, Santiago fue notificado de que la revisión de su caso, al menos por parte de Rappi, había terminado.
“VERIFICACIONES: El cliente pasó las verificaciones realizadas, puedes continuar con el pedido, NO AGREGAR MÁS PRODUCTOS, NO CAMBIAR EL MÉTODO DE PAGO”, le notificaron.
La Policía decomisó la droga e instó al repartidor a denunciar ante la Fiscalía. Santiago, quien esperaba apoyo jurídico de Rappi para adelantar el proceso, paradójicamente, recibió una sanción de media jornada (4 horas) sin poder usar la aplicación que le sirve de sustento. ¿La razón? Se había negado a entregar un pedido a un cliente.
No es la primera vez que un caso de estos ocurre. Al dialogar con un rappitendero, que pidió que su identidad no fuera revelada, contó que desde la pandemia este método de tráfico de drogas comenzó a utilizarse con más frecuencia. “Casi siempre estos envíos provienen desde comunas como El Poblado, Laureles – Estadio y el municipio de Envigado”, señaló.
EL COLOMBIANO conoció otro caso más reciente (7 diciembre), el que un cliente pidió un rappifavor para ir a comprar dos baretos de crippy en Barrio Antioquia. “Es muy importante que sea de crippy”, ordenó el usuario.
Este método para comprar drogas parece más efectivo, garantiza el anonimato del cliente y se camufla en la maleta naranja de los domiciliarios.
Este diario consultó con Rappi sobre el caso puntual de Santiago y, frente al interrogante, respondieron que el proceso ya está en manos de las autoridades y que el cliente infractor fue sancionado con la restricción del uso de la aplicación.
“Rappi rechaza categóricamente el uso de la plataforma para actividades ilícitas y relacionadas con organizaciones delincuenciales. Como compañía tenemos políticas de tolerancia cero y trabajamos de manera articulada con las autoridades competentes para reportar este tipo de situaciones de manera oportuna”, puntualizó la empresa .