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El paraíso de los pantágoras ahora es un área protegida

La nueva zona de conservación tiene 15.905 hectáreas y tiene como punto de partida la Reserva Río Claro.

  • La riqueza hídrica hace de esta zona del Oriente y el Magdalena Medio un referente en el turismo regional. FOTOS JULIO CÉSAR HERRERA
    La riqueza hídrica hace de esta zona del Oriente y el Magdalena Medio un referente en el turismo regional. FOTOS JULIO CÉSAR HERRERA
  • Frente de la mina de piedra caliza de Asomardant, una de las compañías que deberán ser más sostenibles.
    Frente de la mina de piedra caliza de Asomardant, una de las compañías que deberán ser más sostenibles.
El paraíso de los pantágoras ahora es un área protegida
11 de diciembre de 2019
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A lo lejos se ven como unas diminutas manchas rojas en la copa de un árbol. Luego, esas manchas se deslizan por el tronco y brincan entre las ramas. Una ruge y las otras hacen el coro para responderle. Cuando se cuelgan de sus colas, la forma delata su identidad. Son monos aulladores, cuyos sonidos son tan estridentes como el de un jaguar. Tras dar un breve espectáculo, el grupo de doce se oculta en la espesura del bosque que hace parte de la Reserva Natural Río Claro.

Este lugar —reconocido por ser un refugio natural y epicentro del ecoturismo— es solo el núcleo de todo un ecosistema selvático y de rocas calizas que se despliega en las cuencas de los afluentes del Magdalena en el Oriente antioqueño. Allí, para evitar que la minería, la ganadería y otras actividades producidas por la mano del hombre destrocen la biodiversidad, Cornare declaró una nueva área protegida, logrando delimitar al menos 15.905 hectáreas de ese paraíso kárstico.

Bosques, mármoles y pantágoras. Así de original fue el nombre que se le dio al naciente Distrito Regional de Manejo Integrado (Drmi), una categoría de protección que combina acciones de conservación natural con la posibilidad de que persistan actividades económicas que hagan un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

Sobre ese bautizo, las dos primeras palabras están relacionadas con la esencia del lugar. En Río Claro más intactas que en el resto del área. No obstante, la existencia de piedra caliza llevó a que allí se asentaran al menos 12 compañías para explotar la riqueza mineral del territorio, lo que terminó por dejar evidentes desgastes en el paisaje.

Además de Cornare, en esta iniciativa también estuvo vinculada la Fundación Natura y la financiación gracias al Fondo Mundial Ambiental, administrado por el Banco de Desarrollo Interamericano.

La declaratoria del Drmi fue calificada como un sueño cumplido por Clara Ligia Solano, directora de la Fundación Natura, quien asegura que el empeño científico por proteger este ecosistema, por su particularidad geológica, data de hace más de 30 años.

Nación Pantágora

Ríos de color esmeralda bañan los cañones rocosos que integran el Drmi, que se extiende entre los municipios de San Luis, Puerto Triunfo, San Francisco y Sonsón. Esa tonalidad se debe al fondo de piedra caliza de los cauces que, a su vez, es producto de la sedimentación mineral que traía el viejo río Amazonas. Un proceso geológico que ocurrió hace más de tres millones de años, cuando apenas se estaba formando el continente.

Luego, por lo menos hace 9.000 años, llegó una tribu indígena a asentarse a la zona y de allí surge la curiosa tercera palabra del nombre de la nueva área. ¿Qué sería lo que le gustó a la tribu pantágora para establecerse allí? Pudieron ser las cavernas, la frondosidad de los bosques o las aguas cristalinas que corren entre mármoles por sus cuencas.

Los aborígenes fueron los primeros hombres en llegar a estas tierras y, por la vasta extensión de su pequeño imperio, en los libros de historia fueron calificados como nación. Sus dominios iban casi desde el sur del departamento de Caldas hasta el norte de San Luis, en Antioquia.

Es por este motivo que, para personas como Orfilia Hoyos, quien vive en el corregimiento El Prodigio, el componente histórico es fundamental para la conservación de toda el área protegida, pues dice que hay petroglifos y otros hallazgos arqueológicos que están en amenaza. En cinco minutos repite hasta siete veces el valor cultural que tienen los utensilios y tallados sobre piedras que dejaron los indígenas, como muestra de que la comunidad rural sí valora este patrimonio.

Acuerdo con los mineros

David Echeverry, coordinador de Bosques y Biodiversidad de Cornare, revela que no fue tan difícil como se calculó en un comienzo avanzar en la ruta declaratoria junto a las empresas con títulos mineros que hay en la zona. “El principal enemigo de la conservación es la mano del hombre”, dice, pero encontraron compañías con sentido de conciencia ambiental que permitió consolidar el Drmi y que, avizora, facilitará la implementación del plan de manejo, que es traducir un compromiso de papel en acciones concretas.

La ruta de acceso a la reserva es la vía Medellín – Bogotá, que por su estado cuando hay derrumbes hace que se tome la misma cantidad de tiempo (6 horas y media) en llegar allí desde ambas ciudades, cuando de la capital antioqueña solo debería tomar la mitad.

Hacia el sur hay 14 kilómetros por carretera destapada hasta el corregimiento La Danta, en Sonsón, que concentra gran parte de la actividad minera de toda la zona. Una de las compañías asentadas es Asomardant, cuyo representante es John Byron Giraldo.

Él explica que la zona sí se vio afectada por la minería artesanal, que comenzó a llegar con fuerza desde 1975. Desde uno de los frentes activos señala algunas pequeñas colinas de las que hace 15 años se extraía la piedra caliza de forma insegura y dañina para el medio ambiente. Muchos de esos montículos ya han sido devorados por vegetación.

En 2005 Asomardant recibió el título minero para 85 hectáreas, aunque solo el 30 % son explotables. Giraldo indica que su compañía está vinculada en procesos de compensación como la limpieza de ríos, quebradas y cavernas, protección de nacimientos de agua y siembra de árboles. En este último ámbito su meta es superar los 7.200 y ya han plantado más de 4.000.

A la par, la minera extrae al mes entre 6.000 y 7.000 toneladas de piedra caliza de sus frentes activos. “Esta declaratoria es ejemplo en el país, donde la minería está estigmatizada, pero aquí logramos concertar. Más que por norma, fue posible por conciencia ambiental”, expresa Giraldo.

Una mina de biodiversidad

Estos bosques y mármoles, que antes fueron de los pantágoras, tienen nada más y nada menos que 11 de los 34 ecosistemas que existen en el Oriente antioqueño. Cornare indica que cuenta con 901 especies de flora, de las cuales 29 están en amenaza y 82 son endémicas para Colombia, como los árboles cabecenegro, nazareno y yumbe.

Juan Guillermo Garcés, propietario de la Reserva Natural Río Claro, espera que el Drmi sea solo el primer paso. Como un estudioso del tema dice que ha podido calcular que son 30.000 hectáreas de bosque (en el área y sus zonas aledañas) las que se verían afectadas por la construcción de nuevas vías. “Hacia esa conservación debemos enfilar nuestros esfuerzos”, dice.

Por otro lado, las perforaciones naturales de la roca que se extienden por todo el Cañón del Río Claro, van más allá de la famosa Cueva de los Guácharos ubicada en la reserva, que ha sido tan apetecida por el turismo. Según la guía declaratoria en toda el área se hallaron al menos 51 cavernas, con la salvedad de que podrían ser muchas más, como objeto de valor para su conservación.

En estos abrigos rocosos o fuera de ellos habitan 904 especies de fauna, siendo 109 endémicas para el país. Además de las ranas que se camuflan al costado de los senderos de la reserva, por ejemplo, o de los monos aulladores que saltan entre los árboles, Cornare destaca la presencia de dos: el paujil de pico azul (Crax Alberti), con grado de amenaza crítico, y el tití gris (Sauguinus leucopus), en peligro de extinción.

Cabe resaltar que antes de que Cornare iniciara con todo este proceso, hace aproximadamente tres años, la comunidad ya se había puesto las botas para cerrarle el camino a la degradación natural. Es el caso de Diego Alberto Bernal, un hombre de 47 años que tiene una misión fundamental en su vida: cuidar de las 125 hectáreas de su finca (El Predio) tal como las heredó de su padre. Sus terrenos gozan con tres imponentes cascadas que son un imán para los visitantes, pues en un fin de semana pueden llegar hasta 100 turistas a este sitio ubicado en el corregimiento La Danta, que se tuvo que sacudir de la violencia del paramilitarismo para mostrar su potencial.

Bernal decidió, hace un año, cerrar el paso de carros y motos hasta los senderos que llevan a las caídas de agua de la quebrada La Cuelga. “Si no lo hacía, este lugar se me iba a llenar de mineros artesanales buscando cómo barequear”.

Ahora su ambición es sembrar 1.000 árboles en la finca y agradece, pero también espera, que con la declaratoria los procesos ambientales sean más sencillos. “Lo que quiero es llegar al día en que me encuentre con mi padre y decirle: tal cual me dejó la tierra se la cuidé”, cuenta este hombre que, sin quererlo, quizás se asemeja a esos pantágoras que antes de su exterminio fueron guardianes del territorio .

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