El pueblo nasa tiene un ritual fundamental que consiste en sembrar el cordón umbilical de los niños al nacer. Es una forma de sellar su vínculo con el territorio, de preservar su identidad, su historia, su tradiciones, su forma de ver y entender el mundo. Es lo primero que se hace y es para siempre.
Por eso para Yesid Achicué, el volcán nevado del Huila siempre ha sido mucho más que una montaña, que aquel paisaje que creció viendo desde su casa en el resguardo Avirama, en el municipio de Paez, Cauca. Es su territorio, es su vida, es todo.
Y la mejor manera de conocer el territorio es recorrerlo, por eso caminar es también una suerte de tradición. “Nosotros nos tomamos la tarea de caminar por cada rincón de nuestra comunidad, de nuestra región. Es una forma de fortalecer el sentido de pertenencia aún más. Para cuidar y defender el territorio hay que conocerlo primero”, dice Yesid.
Él empezó a caminar por su familia, sobre todo por su papá, que por ser médico tradicional caminaba por las montañas y los páramos recolectando plantas, y los llevaba a él y a su hermano mayor para que lo acompañaran y fueran conociendo. Pero lo que más quería Yesid era subir al volcán, porque lo había visto desde que era un niño, pero siempre de lejos, desde su casa, y quería verlo de cerca, conocer la nieve, tocarla, llegar hasta la cima de la montaña, donde ya no queda más que el cielo.
A los 13 años subió por primera vez. Hizo la travesía con su hermano, aunque su mamá se opuso hasta el final. Era un niño, era un riesgo. Se demoraron cuatro días para llegar hasta donde empezaba la nieve y volver. “Llegamos hasta el borde del glaciar y yo quedé muy impresionado. Asustado de ver tanta grandeza y que, uno en últimas es tan insignificante. Es un lugar muy imponente. Descendí sintiéndome como otra persona. Y me quedé pensando bueno, y si subimos más”, dice Yesid.
Pero para caminar por la nieve se necesitan equipos especiales que ni Yesid ni su hermano tenían. Pero el entusiasmo era total y la curiosidad de el impulso, entonces entre los dos improvisaron, y fueron haciendo sus propios equipos. Le clavaron puntillas a una tabla y se la amarraron a los zapatos para reemplazar los crampones y buscaron en las ferreterías cualquier cosa que les pudiera servir de gancho, de chuzo, de amarre y subieron así: “Cuando empezamos a caminar sobre la nieve sentíamos que estábamos en las nubes o caminando por la luna, es como otro planeta. Eso abre un mundo de posibilidades y de visiones, otra forma de ver las cosas. Es una acumulación de sentimientos que le cambia a uno la vida. Yo bajé con ganas de seguir haciendo eso. Me empezó a apasionar mucho”, dice Yesid.
Entonces siguió subiendo, cada que podía, y le contó a sus amigos y a sus compañeros del colegio, y los invitó a subir y a los que se animaron los llevó, y después hizo lo mismo con los de la universidad, y empezó a tomar fotos de las travesías con una camarita que tenía su papá y las publicaba en redes, y caminó y caminó por el volcán, hasta que sin querer ese se volvió su trabajo.
“En la pandemia mucha gente se sintió encerrada, y muchos se dieron cuenta de que los espacios al aire libre, la montaña, la naturaleza eran importantes. Entonces muchas personas me empezaron a escribir que querían subir. Sin darme cuenta se volvió mi proyecto de vida”, dice Yesid.
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Así, poco a poco Yesid se fue formando y profesionalizando y terminó montando una agencia: Yu’ksa Expedición, que no solo lleva a tantos tan curiosos como él a lo alto del volcán nevado del Huila, sino que mantiene el propósito de ese ritual fundamental de su comunidad de enterrar el ombligo: fortalecer el vínculo con el territorio y preservar su identidad.
“En últimas todo esto es para que los jóvenes de la comunidad encuentren otras alternativas a las diferentes dinámicas qué hay. Se trata de crear otros referentes y que se pueda seguir caminando la montaña desde la pasión, desde la admiración y desde el reconocimiento de los lugares tan bonitos que poseen nuestro territorio”, dice Yesid.
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Por eso Yesid se hace llamar Indio Nasa. “Cuando estábamos niños nos dábamos cuenta que una forma de referirse a una persona de forma despectiva era decirle indio, como bruto, pero mi papá siempre nos ha dicho que uno tiene que sentirse orgulloso de lo que es, de donde viene. A mi no me da vergüenza ser indígena, usar ese nombre es una forma de llenarlo de orgullo”, dice Yesid, quien además es modelo.
Yesid llegó al modelaje por invitación de Hector del Roble, una amigo suyo que es diseñador, que estaba presentando su primera colección masculina en el Popayan Fashion Week. Su presencia resultó tan cautivadoras que desde entonces ha sido convocado por otros diseñadores para desfilar en Cali y en Bogotá. Así, paso a paso, entre las expediciones y las pasarelas, Yesid se está convirtiendo en un referente de y para su comunidad. Caminar con Yesid es acercarse a su pueblo, a su territorio, a sus formas de ver y entender la vida. Es caminar hacia otro mundo posible.
“La montaña ha sido como un mantra para cambiar la visión de un mundo que a veces es muy circundante y está muy en la dinámica de la inmediatez. La montaña es cambio, puede estar haciendo sol y al ratico lloviendo. Cada vez que uno sube es diferente (...) y ver nevar es de los espectáculos más bonitos que uno puede ver, el agua cae, se transforma y empieza a correr. Entonces si, uno empieza a cuestionarse desde lo mínimo y termina viendo que hay un mundo muy bonito que se está desarrollando ahí”.