Lo primero que hay que tener claro, es que los prospectos de recuperación en una operación a corazón abierto dependen no solo de la cirugía, sino también de la causa por la que se realiza. Es diferente cuando se hace una intervención programada para resolver un problema cardíaco antes de que haya un daño del órgano, a una de urgencia por una cardiopatía con un compromiso ya establecido, como sucede en gran parte de los infartos.
Frente a un paciente con problemas cardiovasculares los profesionales de la salud, dependiendo de las condiciones y de la enfermedad, pueden ofrecer tres opciones: tratamiento con medicamentos, intervenciones percutáneas (cateterismos) o cirugía, que se elige cuando es la mejor opción para resolver el problema y devolver la mejor calidad de vida posible.
En el caso de una cirugía programada, el objetivo es que la persona no solo recupere la salud y calidad de vida, sino que esté mejor que antes de ella. Cuando se trata de una cirugía de urgencia, todo depende de cuánto perjuicio generó el evento cardíaco y la recuperación y vida futura estarán mediadas por ese daño.
La recomendación es no esperar a que el corazón esté afectado. “Si se detecta una anomalía o falla y se puede intervenir antes de que haya un deterioro, es mejor no posponer la decisión de operarse. Una cirugía a tiempo, cuando el corazón tiene una buena capacidad funcional, hace toda la diferencia”, afirma el internista cardiólogo Jorge Luis Ferreira Daza.
Comenzar de nuevo
Se debería tomar una cirugía como una alarma para adoptar estilos de vida más sanos. Es una nueva oportunidad para una vida con calidad, un punto de arranque para una existencia más consciente y plena.
La recuperación siempre es diferente en cada persona y depende de muchos factores: si fue una cirugía de urgencias o programada, si fue una amplia en la que se intervino todo o parte del esternón o una cirugía mínimamente invasiva; la edad del paciente; sus comorbilidades (hipertensión, diabetes, enfermedad renal o pulmonar); si está en su peso adecuado o sufre obesidad y, muy importante, su estado mental (si sufre de depresión, estados de ansiedad), ya que de este depende su motivación para recuperarse y seguir las recomendaciones.
En el posoperatorio inmediato e intrahospitalario lo básico es seguir las recomendaciones médicas y trabajar en equipo con el personal de salud. Es fundamental el manejo del dolor, ya que fuera de la incomodidad, este puede aumentar la presión arterial. Durante esta etapa se comienza la rehabilitación respiratoria y cardíaca. Cuando la persona está en condiciones de valerse por sí misma, estable y consciente de su situación, se puede pensar en el alta. En un caso normal esto puede ocurrir entre siete y diez días.
Al regresar a casa es importante que el paciente cuente con acompañamiento familiar, alguien que le ayude mientras logra una rehabilitación física suficiente y para el manejo de la medicación, que suele ser abundante y puede tener efectos secundarios que necesiten monitoreo (bajas de presión, taquicardia, estreñimiento, entre otros). También es imprescindible el apoyo emocional.
En el caso de una operación que no tiene complicaciones, en personas sanas, en un mes ya se ve una buena recuperación, con actividad dinámica y más autonomía y entre tres y seis meses pacientes sanos, que se encuentran en las mismas condiciones o mejores a las que tenían antes de la operación.
Rehabilitación
Durante una cirugía cardíaca, la circulación del paciente, en la mayoría de los casos, es derivada o conectada a un sistema externo para permitir la oxigenación del organismo y garantizar un flujo de sangre correcto mientras se está operando.
La terapia respiratoria se realiza desde el posoperatorio para lograr que los pulmones expulsen cualquier secreción que hayan acumulado durante el proceso, se expandan correctamente y lleguen a punto de equilibrio.
La rehabilitación cardíaca es un programa integral que incluye ejercicios programados y supervisados, manejo de factores de riesgo (como dejar de fumar, control de lípidos y presión arterial), educación (asesoramiento nutricional) y apoyo a la persona que la recibe. “Consta de tres fases de intensidad diferente: la fase I que es la intrahospitalaria; la fase II, supervisada por un médico de forma ambulatoria durante los cuatro meses posteriores al alta y que se compone de ejercicio gradual y la fase III que es un programa de ejercicios duradero, sin supervisión médica”, señala el médico deportólogo Cesar Torres Llano y agrega que luego de una prueba de tolerancia al ejercicio, “los entrenamientos suelen consistir en un breve período de calentamiento, seguido de ejercicio aeróbico individualizado supervisado y una breve fase de enfriamiento. El ejercicio aeróbico consiste en entrenamientos de 20 a 60 minutos, 3 a 5 días a la semana al 50 - 80 % de la capacidad máxima de ejercicio de la persona”.
La rehabilitación cardíaca y el entrenamiento físico son fundamentales para lograr una buena calidad de vida tras una operación a corazón abierto ya que aumentan la capacidad de resistencia y la capacidad de mantener la actividad física, disminuyen la angina (dolor en el pecho), ayudan a reducir el tabaquismo, el peso corporal, los lípidos en sangre y la presión arterial, reducen la progresión de la aterosclerosis coronaria, reducen la depresión y la ansiedad y por lo tanto, disminuyen las rehospitalizaciones y la mortalidad total.