Si bien en esta etapa de la vida ocurren transformaciones que dificultan algunas tareas que podía hacer más fácil cuando tenía 30 o 40 años, esta realidad es natural: la piel se arruga, nos volvemos más bajos de estatura, incluso pueden ocurrir olvidos esporádicamente.
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Lo que no es normal es considerar que al llegar a una edad determinada, no podremos valernos de nosotros mismos, a pesar de algunas condiciones que dificultan la vida como se conocía en el pasado y, por supuesto, aislando los casos específicos de personas con ciertas enfermedades que les impide ser autónomas.
Un factor curioso de la vejez es que se acorta con el tiempo. Hace unas décadas, una persona de 50 años ya era considerada vieja, porque había enfermedades que llegaban y no tenían tratamiento, pero a medida que desarrollamos tecnologías, el envejecimiento se va transformando y la esperanza de vida aumenta.
“Nos enseñaron que al tener 60 años -en el futuro será a los 70 y luego los 80 años- llega un momento tal del envejecimiento que no podemos valernos por nosotros, y según nuestras creencias, esto es lo que debe pasar, aceptamos ese mandato. Sin embargo, todo eso quedó en el pasado. Hay una tendencia al envejecimiento saludable, envejecer no es sinónimo de perder facultades. Aunque existen enfermedades crónicas no transmisibles, no por eso debemos ser enfermos y no es un contrasentido: puedes tener enfermedades pero no ser una persona enferma, si asistes a los chequeos médicos y cumples con los tratamientos, es probable que no disminuya tu calidad de vida. El deterioro del estado de salud es la que hace que uno comience a perder la capacidad funcional y allí sí comenzamos a hablar de vejez”, cuenta el médico Jorge Alberto Osorio Ciro, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.
Perder la capacidad funcional en nuestra cultura es sencillo. El experto explica que, según la literatura científica, la mayoría de personas al superar los 60 años, pasan la mitad de su tiempo en los consultorios médicos porque no tienen una buena salud. Y para tenerla en buen estado, hay que tener salud física y mental.
“Con capacidad física es que tengan un buen estado cardiopulmonar y muscular que les permita ser independientes para cumplir con las funciones de su cotidianidad. ¿Uno puede ser funcional durante toda su vida? Sí. Pero hay conductas sociales que inducen a los viejos a que nos quedemos quietos: nos jubilamos del trabajo y nos volvemos más sedentarios, nuestros hijos y nietos nos compran pijamas, pantuflas y una silla reclinomática para ver pasar la vida. No les gusta que asumamos riesgos físicos y suelen ayudarnos a subir escaleras o a caminar, porque ‘pobrecito el viejo’ y así se comienza a restringir el movimiento”.
La invitación es a moverse y hacer actividad física, por lo menos tener caminatas, pararse y sentarse de una silla -esto fortalece los músculos- y evitar la pérdida de masa muscular, también conocido como sarcopenia.
En salud mental, el médico explica que al llegar a la vejez las personas son más sensibles, más nostálgicas, y por la estructura de nuestra cultura, a veces se sienten una carga para sus familiares, lo que los lleva a sentirse tristes y aislados. La depresión y la ansiedad están más presentes y hay riesgo de que aumenten. Sumado al riesgo del deterioro cognitivo por ausencia de retos mentales.
“Si no hay un estímulo adecuado y educación, las personas viejas tendrán deterioro cognitivo. Mucha gente cree que esto es igual a la enfermedad de Alzhéimer, pero no es así. Entran a este estado por falta de estímulo cerebral. A los viejos no los ponen a leer, a interpretar, a resolver problemas, a diferencia de cuando se estimulan las mentes de niños y jóvenes. A los viejos no se les reta a hacer procesos de recordación y todo se lo facilitan. No debería ser así. Y no me refiero solo a sopas de letras o crucigramas. El viejo debe leer, interpretar lecturas, resolver problemas matemáticos. El viejo tiene que pensar para que su cerebro se mantenga estimulado”, cuenta el médico.
Recalca la importancia de que las personas adultas mayores cuenten con herramientas para identificar la ansiedad y la depresión y encontrar actividades que les permitan estar ocupados y satisfechos. Además de promover los círculos sociales, las amistades, para no sentirse solos y aislados del mundo.
“Son herramientas sencillas de rutina diaria que las personas pueden tener para cumplir años con una buena calidad de vida. Es claro que la piel se vuelve ajada, se cae el cabello, puede haber diagnósticos como cáncer de piel, uno no es el mismo de los 20 o los 30 años. Pero uno puede ajustar muchos años, se supone que los jóvenes vivirán hasta 100 años y el reto es a que la capacidad funcional se mantenga. Por supuesto habrá porcentajes de personas que tienen enfermedades que a pesar de los estímulos, necesitarán ayudas, y para eso existen los cuidados en casa y los cuidados paliativos, pero el resto de personas que son alrededor del 92 % pueden ajustar años dignamente, ser independientes y productivos”, agrega.
Con esta transformación del significado de vejez, hay algunas situaciones anómalas en la salud que no tienen que ver directamente con el envejecimiento y que podrían prevenirse o tratarse con un adecuado manejo. Recuerde que envejecer no es sinónimo de perder las capacidades funcionales para vivir.
¿Qué no es normal en la vejez?
1. Sentarse en el televisor y quedarse dormido: el médico asegura que quedarse dormido frente a una pantalla se debe a una falta de estímulo cerebral, no por la vejez. También, podría tratarse de otro problema subyacente, pero no es ‘natural’ que esto ocurra en la vejez.
2. Las pérdidas de memoria constantes: si a medida que envejece tiene pérdidas de memoria esporádicas, puede ser un signo natural del envejecimiento. Por el contrario, si son frecuentes y su calidad de vida se deteriora rápidamente, es probable que deba visitar a un especialista. También, dice el médico, es importante retar al cerebro para que estos ‘olvidos’ no sean tan frecuentes.
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3. No puede hacer ejercicio: envejecer no es sinónimo de perder movilidad. Una persona activa físicamente que llegue a este período de la vida, puede tener una mejor condición física que alguien sedentario de 20 años. En esta etapa de la vida hay que retar al cuerpo, así sea caminar durante una hora con su familia. A veces, incluso, las familias promueven el sedentarismo: no permiten que el familiar adulto mayor haga esfuerzos por temor.
4. Usar pañales: el médico urólogo Alejandro Restrepo González, director de la Sociedad Colombiana de Urología en Antioquia, cuenta que la opción de usar pañales en la vejez no es normal, ya que esta es la última alternativa tras varios tratamientos para mejorar enfermedades como la incontinencia urinaria, que es la pérdida de control de la vejiga y puede variar desde una pequeña pérdida de orina al estornudar, toser o reírse o la incapacidad total de controlar la orina y hacerse en los pantalones.
5. Levantarse varias veces a orinar durante la noche: El médico agrega que a medida que envejecemos no es normal levantarse a orinar durante la noche, ya que el cerebro tiene la capacidad de retener la orina hasta despertar. Si esto ocurre, algo podría estar ocurriendo. “A medida que envejecemos, no es normal que las personas no sean capaces de retener la orina, ni que se deban levantar varias veces durante la noche para orinar, esto puede deberse a diferentes causas. Es posible que los síntomas puedan mejorar tras un tratamiento, o en casos extremos con cirugía, pero si no se tratan, empeorará la calidad de vida del paciente”.
Los síntomas que pueden indicar que algo está pasando son un chorro delgado al momento de orinar, escapes de orina o retención urinaria, además de infecciones urinarias a repetición. Si esto ocurre, es recomendable que asista donde un especialista.
Foro Longevidad y Centenarios, la oportunidad del siglo XXI
Este jueves 25 de abril, entre las 8:00 de la mañana y 1:00 de la tarde, en la Academia Nacional de Medicina se llevará a cabo el Foro Longevidad y Centenarios, la oportunidad del siglo XXI. Que contará con transmisión en vivo y para participar debe haber una previa inscripción haciendo clic aquí.
De acuerdo con el doctor Juan Manuel Anaya Cabrera, director del CIISA, el foro tiene como objetivo compartir con la comunidad académica y científica de Colombia la importancia de atender, tratar e investigar a los individuos longevos, en general, y a los centenarios, personas que tienen más de cien años, en particular.
El médico señala que la situación de los longevos en el territorio colombiano es un asunto de salud pública, en la medida en que Colombia se cuenta entre los países que más rápido envejecen, lo cual significa que la pirámide poblacional se invirtió, pues cada vez hay más longevos (personas mayores de 60 años) y menos jóvenes.
“Aunque esa definición de longevidad hay que reconsiderarla, porque una persona de 60 años todavía puede estar en muy buen estado de salud, tanto física como emocional y mentalmente. Sin embargo, es el término que se acepta hoy desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), opina el director del CIISA.
En Colombia hay 23 mil centenarios
Refiriéndose a los centenarios anotó que estos son considerados el “extremo de la longevidad”, dado que son personas que pasan el umbral de los cien años, de los cuales se supone que en Colombia hay unos 23 mil.
“Esta población es interesante para ser estudiada desde el punto de vista científico, ya que los centenarios no sufren de enfermedades crónicas, ni de afecciones autoinmunes, ni les da cáncer y cuando lo enfrentan es de muy baja malignidad”, explica el galeno, quien agrega:
“Además, tienen buena resistencia a las infecciones, lo que nos hace pensar que esconden unos factores que pueden servir, a futuro, como tratamiento para enfermedades crónicas que ellos no padecen. Los resultados esperados podrían ser muy útiles para que la población adulta se beneficie de ensayos clínicos con dichos factores, que serían convertidos en medicamentos, llamados senolíticos”.
Otro de los temas que se tratarán en el foro es la lucha contra el ‘edadismo’, que se define como la discriminación contra las personas longevas, que entre otros aspectos trae la no vinculación de esas personas al sector laboral.