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Renunciar en silencio o cómo no permitir que el trabajo acapare toda la vida

El concepto de quiet quitting circula en redes sociales. Es consecuencia de malas condiciones laborales y la revisión de otros valores.

  • Cerca del 9 % de la población mundial trabaja en exceso: 55 horas o más a la semana, según la OMS. FOTO PIXABAY.
    Cerca del 9 % de la población mundial trabaja en exceso: 55 horas o más a la semana, según la OMS. FOTO PIXABAY.
04 de octubre de 2022
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Parece que hay un pequeño Bartleby creciendo en el corazón de las nuevas generaciones. El personaje de uno de los cuentos de Herman Melville, que se rehusa a cumplir órdenes adicionales de su jefe más allá de la básica (redactar copias exactas de documentos legales) diciendo “preferiría no hacerlo”, ilustra un concepto que ha estado circulando en redes sociales: la renuncia silenciosa o quiet quitting en inglés. Según lo define Lyz Escalante Fernández, experta en gestión de capital humano, en una columna escrita para El Economista, este consiste en “realizar exclusivamente las tareas por las que el trabajador fue contratado, sin añadir extra alguno”.

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No hay sobrecompromiso ni horas extra sin remuneración ni ofrecimiento de ayuda voluntaria. Se renuncia a ideas como “ir más allá”, “dar el 110 por ciento” y “ponerse la camiseta”, pues se enfatiza en que el valor de una persona no está determinado por qué tanto se sobreesfuerza en su trabajo.

¿Y si disfruta lo que hace? ¿Cómo no confundirlo pereza? Viene el matiz. Adam Grant, psicólogo organizacional en The Wharton School, precisa a través de su cuenta de Twitter que la renuncia silenciosa es consecuencia, principalmente, de malas condiciones laborales. “La renuncia silenciosa no es pereza. Hacer lo mínimo es una respuesta común a los jefes abusivos y los salarios bajos. Cuando las personas no sienten que se preocupan por ellas, finalmente dejan de preocuparse por los demás. Si deseas que hagan un esfuerzo adicional, comienza por un trabajo significativo, respeto y un salario justo”.

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Abrazar otros valores

Adicional a las malas condiciones laborales, está que los ideales de éxito han sufrido cambios a lo largo de la historia. Dentro de la cultura antioqueña, acota Mariantonia Lemos Hoyos, psicóloga cognitivo-conductual y docente de la Universidad Eafit, los ancestros tuvieron bastante incorporado el trabajo en sus vidas, no solo como una forma de supervivencia, sino también como una manera de tener respeto y prestigio en sociedad. “Generaciones anteriores tenían esto muy instaurado, sin embargo, asuntos como la modernización y la globalización les han permitido a los más jóvenes tener otros referentes y otros horizontes”.

Del mismo modo, los contextos difíciles vividos a causa de la pandemia propiciaron espacios de reflexión entre los individuos. Los largos periodos en casa, la soledad, el cambio de ritmo a uno menos vertiginoso, el descubrimiento del teletrabajo, entre otras cosas, desencaderon estimar valores distintos: el tiempo, el bienestar, la compañía. Además llevaron a cuestionar conceptos complejos como la muerte y la enfermedad.

“Los cambios de época nos van mostrando valores diferentes. Hace unos años tenían que ver con lo económico, con estar, por ejemplo, en una empresa que permitiera jubilarse en ella, pero ahora hay nuevos objetivos: valorar el tiempo, la familia, la naturaleza”.

En búsqueda del equilibrio

El trabajo, entendido como emprender una acción por necesidad u obligación, ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de las sociedades: desde las jornadas de cacería en el paleolítico hasta los intercambios comerciales en las aldeas medievales, ligado incluso a la idea de mejorar uno mismo. Así, dice el antropólogo Gregorio Henríquez, una sociedad alejada del trabajo podría convertirse en una sociedad pasiva y parasitaria, “ninguna podría sobrevivir con un establecimiento masivo de personas sin estabilidad laboral”.

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De ahí entonces que el fenómeno de renuncia silenciosa sea entendido no como un rechazo al compromiso, sino al sobrecompromiso. Así lo explica la docente Lemos: “Hay un compromiso que se mantiene en el entorno laboral, el cumplimiento de los objetivos, pero sin que esto implique sacrificar otros aspectos de la vida”, mucho menos la salud.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cerca del 9 % de la población mundial trabaja a la semana 55 horas o más. En el mundo la jornada semanal legal oscina entre 35 y 40 horas, siendo esta una práctica que puede aumentar en un 35 % el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular y en un 17 % el riesgo de fallecer por una cardiopatía isquémica (ver Radiografía).

Para Lemos, en definitiva, lo importante es hallar un equilibrio entre la vida laboral y personal, seguir soñando y asumiendo retos, de manera que no se deje de aspirar a algo mejor en todos los ámbitos. Además, recuerda que “el trabajo no siempre estará asociado al placer, habrá actividades que generen emociones positivas y otras que generen emociones negativas; días de más y menos cansancio”.

Lo importante es que toda labor que se realice responda a lo que para cada uno es valioso y le genere una sensación de logro. De lo contrario, tal vez sea mejor buscar otras opciones.

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