No todo lo que brilla es oro, dicen. Y esta semana la Twittercrónica pudo comprobarlo entre el lustre de la plata recuperada, el resplandor de piezas inspiradas en la biodiversidad colombiana y hasta en el destello de los animales salvajes.
Esta vez el recorrido fue por tres joyerías de autor. Alejados de metales suntuosos o gemas inalcanzables, usan como principal insumo la creatividad en sus métodos, que van desde la manufactura en su estado más puro y rústico, hasta las técnicas asistidas con tecnología de punta como la impresión de modelos en tres dimensiones o el fundido en moldes de silicona.
La belleza que pueden albergar los vectores y las curvas aritméticas en Aleph, la propuesta de Sara Betancur y sus tesoros; las orquídeas, cóndores y serpientes que se posan en las piezas de una Colombia exótica en La Libertad, la joyería de Federico Castrillón; y los venados, lobos y hasta pulpos que depredan las argollas de Salvajes de Oro, el proyecto al que le dedica sus días Camilo Bustamante.
Fauna que inspira
El viaje inicia en el interior del bosque, en la vereda Paysandú del corregimiento de Santa Elena, allí, Sara Betancur desarrolla las ideas que posteriormente plasma en las piezas de plata que es trabajada con procesos ciento por ciento amigables con el medio ambiente y con materia prima recuperada, es decir, joyas revendidas para fundirse.
“Esta propuesta le garantiza al comprador que lo que está usando evitó un impacto negativo en la naturaleza, por eso trabajo sola y de manera artesanal, me gusta controlar cada etapa del proceso”, comenta Sara sobre las piezas de Aleph, nombre de su marca y de los conjuntos transfinitos, teoría que la inspiró.
Rechazar el uso de ácidos y sustancias contaminantes le han aportado a las joyas que produce Sara, la opacidad y el proceso natural de oxidación de la plata, imprimiendo a su trabajo un color verde azul, producto del sulfato.
Otro de los referentes que nutren sus creaciones, son los animales que viven en su casa: perros, gatos y hasta un chivo negro, son los compañeros que hacen de sus joyas un talismán para estar en contacto con la fauna.
“Carbón (el chivo), ha sido muy importante en este proceso de conceptualizar las ideas con las que hago las joyas, en un futuro me gustaría incluirlo en proyectos de la marca”, comenta.
Criaturas ornamentales
Las alas como instrumento de vuelo, el agua salada, y el exotismo de Colombia han sido las fuentes de las que Federico Castrillón, fundador de la joyería La Libertad, en Envigado, toma las formas que se ven en sus modelos: pájaros que vuelan en las orejas, orquídeas que florecen en el cuello y hasta palenqueras que equilibran frutas en prendedores.
“Diseñar, aunque no es fácil, es un proceso que encuentro más manejable que el reto de producir, es decir, de llevar ese diseño a la realidad. Mis joyas tienen procesos artesanales e industriales, y por ello puedo decir que en materia de cualidades técnicas las joyerías de autor encontramos muchas dificultades para hacer piezas con los acabados que queremos, porque no hay una sola empresa que haga todo lo que necesitamos”.
Por esto, sus piezas se ven sometidas a una odisea para llegar a ser terminadas: baños de oro en Bucaramanga, grabado y corte en Bello, acabados en Bogotá y ensamble en Envigado. “El hecho de que cada entrega sea tan demorada, y haya que controlar la calidad en cada proceso, ha sido uno de los factores que le dan distinción a la joyería, porque no cualquier pieza puede salir”, comenta Federico.
La Libertad toma su nombre de los días en los que el creador de esta joyería trabajaba como empleado en una agencia de publicidad, y dedicaba su tiempo libre al diseño aficionado de las piezas que hoy, casi una década después, conforman sus colecciones.
Fieras industriales
La madriguera de los Salvajes es fría, húmeda y pequeña, y se demora cerca de 10 horas en traerlos a la vida. Se trata de la impresora 3D que materializa los prototipos de los diseños del proyecto Salvajes de Oro, los anillos con formas de animales y calaveras hechos de manera digital, con cortes angulares y acabados metálicos experimentales, como la plata perlada o el níquel oxidado.
La mano del hombre solo toca los diseños para ser pulidos, y aunque su proceso es industrial, sólo pueden ser producidos unos cuantos anillos por referencia. “Aunque empleamos técnicas de punta para hacerlos, la producción es muy limitada porque por el tamaño de la pieza y la atención al detalle que deben tener. Muchos salen con defectos y toca empezar el proceso de nuevo”, explica Camilo Bustamante, socio de la marca.
“Yo no creo que un proceso que no sea artesanal sea menos valioso que uno industrial porque, por ejemplo, de manera digital diseñamos cada detalle, y esa ingeniería y modelado es casi un arte”, comenta Bustamante, explicando que el valor de la joya está en la historia que cuenta y la identidad que expresa..