El sueño hecho realidad de perder peso sin esfuerzo ha convertido el Ozempic y otros fármacos de la misma familia en productos tan codiciados que en las farmacias han llegado a faltar para su uso original, el cual es tratar la diabetes tipo 2.
Sin embargo, la acelerada popularidad que han ganado estos medicamentos ha hecho que se deje de lado la discusión sobre sus posibles efectos adversos. Ahora, un nuevo y extenso estudio publicado esta semana en Nature Medicine concluye que estos riesgos, aunque raros, existen y pueden llegar a ser graves.
En 2005 empezó a comercializarse el primero de estos fármacos bajo la marca Byetta y, desde ese momento, su poder adelgazante comenzó a disparar su popularidad, mientras se multiplicaban los derivados y las marcas comerciales. Posiblemente el más conocido sea Ozempic, aprobado en Estados Unidos en 2017, en 2018 en la Unión Europea y después en otros países, pero existen diversas marcas como Wegovy, Rybelsus y Mounjaro.
Pese a esta explosión del uso de GLP-1, la hormona que ataca este medicamento, nadie había analizado extensivamente la efectividad y los riesgos de estos fármacos en todos los aspectos de la salud. Este lunes se publicó en Nature, una de las revistas más prestigiosas del mundo de la ciencia, la primera investigación detallada sobre este asunto.
Un equipo de especialistas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington recurrió a los registros de salud de veteranos para construir una gran base de datos anónimos. Lo que hicieron fue comparar a 215.970 pacientes diabéticos que han tomado GLP-1 con más de dos millones que consumen otras medicaciones tradicionales contra la hiperglucemia y la diabetes, sumando una muestra total de más de 2,4 millones en tratamiento de 2017 a 2023.
Los efectos adversos del Ozempic
Este nuevo estudio muestra que, además de la reducción del riesgo cardiovascular y de tromboembolismos (taponamiento de vasos sanguíneos por coágulos), los análogos de GLP-1 se asocian con otra serie de beneficios como la disminución de la adicción a sustancias, de ciertos trastornos mentales como la esquizofrenia y de la tendencia al suicidio. También se relaciona con la reducción de episodios convulsivos, infecciones y sus complicaciones, y de enfermedades neurocognitivas como el alzhéimer y otras demencias.
Sin embargo, los autores aclaran que estos efectos no son espectaculares, ya que alcanzan entre un 10 y un 20% de descenso del riesgo, un 12 % en el caso del alzhéimer. Aunque este trabajo no demuestra una relación causa-efecto, sino solo una correlación estadística, existe un posible mecanismo que explicaría la acción de los fármacos en el cerebro: “Actúan en receptores que se expresan en áreas cerebrales y están implicados en el control de los impulsos, la recompensa y la adicción”, señalan los investigadores.
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Pero este perfil beneficioso tiene también un reverso oscuro. Los investigadores encontraron un aumento en el riesgo de desmayos por hipotensión, problemas del sueño, dolores de cabeza, artritis, dolencias gastrointestinales —las náuseas, vómitos y diarreas ya se habían observado en otros estudios, a lo que se unen síntomas como la parálisis estomacal y otros—, renales y pancreáticas.
Estas dos últimas se revelan por primera vez en esta investigación y, aunque se trata de efectos adversos poco comunes, pueden ser muy graves. En total, el trabajo ha detectado un descenso del riesgo para 42 afecciones de salud y un aumento para otras 19. Las limitaciones de este estudio es que fue realizado con un público mayoritariamente masculino y de edad avanzada, por lo que aún son necesarias nuevas investigaciones para conocer los efectos del Ozempic en otras poblaciones.