Para Johanna Pereira, enóloga de la Viña Estampa, el sello de un vino está en el tiempo preciso de la vendimia y la técnica que se emplea en el proceso, sin duda, pero se fragua en el estilo que quiere conseguir, que en su caso es una apuesta por dejar ver la tipicidad de la uva y el origen. En su caso, la estrategia y su sensibilidad perfeccionan la fórmula.
Por ello, lleva más de 15 años de experiencia en el Valle de Colchagua, en Chile, y en este país se especializó en Tecnología en Producción de vinos y Fisiología de la vid. A partir de 2013, se unió al equipo de esta casa con el fin de relevar el origen, pero más que nada de lograr que la fruta nunca pierda el protagonismo. Además, conoce bien las regiones vitivinícolas de Mendoza y California, y en esta última trabajó en el panel sensorial de la bodega E&J Gallo.
Desde su perspectiva de enóloga responde algunas preguntas con las claves para que un vino se quede en la memoria del consumidor.
¿Con cuánta anticipación se comienza a planear el carácter de un vino?
“El estilo nace antes de concebir el vino, y el enólogo tiene que ser capaz de traducir esto a la parte técnica, por ejemplo, si queremos un vino frutal, fresco, de taninos suaves, entonces hay que tomar la fruta de una zona, o vinificar de tal forma y cosecharla en una época específica. Un estilo se define en función de lo que el área comercial quiere. Después, de dónde vamos a tomar la uva: es una decisión estratégica”.
¿Y cuál es su fórmula particular?
“A mí me encantan los vinos que se pueden beber en una copa, luego otra, y que no sean cansadores, sino vinos sabrosos, frescos, y que muestren idealmente las características de la zona donde se están produciendo”.
¿Cuál es la tendencia ahora?
“Los consumidores están buscando cada vez más la identidad de un producto, por lo tanto, quedó atrás la estandarización del vino, el que sea más dulce, con más madera. Hoy es mucho más interesante el poder mostrar de dónde vienen los vinos y las características que estos tienen de forma natural. Por ejemplo, un vino con más tanino que viene de un suelo más granítico, con menos arcilla; o un vino más goloso, como llamamos, de una zona más cálida o de un suelo más profundo. La idea es mostrar la diversidad para que el consumidor siga experimentando, pruebe, conozca y quiera saber un poco más sin olvidar que tiene que ser un vino sabroso; todo esto tiene que traducirse en un vino rico, no necesariamente que todos sean iguales, sino mostrar una característica del lugar que lo identifique”.