Las hormigas son quizás de los insectos más conocidos y estudiados del mundo. Su presencia en todo el globo, tan cerca de los humanos, hace que se tenga que lidiar con ellas en diferentes escalas. Aún así, no se ha escrito lo último sobre ellas y no dejan de sorprender. Por ejemplo, de las 14.000 especies que hay, alrededor de 200 se han desplazado a lugares diferentes al de su proveniencia; es decir, son invasoras. Pero de estas, normalmente unas veinte son las que realmente generan problemas y solo cinco pueden ser peligrosas, según explica el doctor Andrés Sánchez–Restrepo, becario postdoctoral de la Fundación para el Estudio de Especies Invasivas de Buenos Aires, Argentina.
Las hormigas se estudian tan ampliamente, según el profesor asociado en el Instituto de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Fernando Fernández, porque hay aspectos interesantes en su evolución, comportamiento, biología, interacción con otros animales o con plantas, capacidad invasora, como plagas, por su interés médico y por su estructura social.
Fernández, una de las autoridades del país en el estudio de los insectos, afirma que se está viviendo una era dorada en la mirmecología, como se le llama a la rama de la entomología que trata de las hormigas, pues los avances técnicos y otras investigaciones están más disponibles, y por la calidad de los profesionales que se han dedicado al campo. “Hay muchas zonas de Colombia por investigar, por hacer muestreos, por identificaciones, hay muchas especies nuevas para describir”, afirma. En 2019 publicó Hormigas de Colombia, un libro de 1.200 páginas que firma en calidad de compilador con Roberto José Guerrero Flórez, de la Universidad del Magdalena, y Thibaut Delsinne, de la Sociedad de Historia Natural Alcide-D’Orbigny en Francia. En este sistematizan la diversidad de las hormigas en el país, hasta el momento, con aspectos de biología, morfología interna, claves para identificar los diferentes grupos, familias, géneros y especies. Fue escrito por 64 autores de 7 países, y aunque está en español, se ha convertido en una obra de consulta global para quienes están interesados en los insectos y en la región.
La búsqueda del control
Quienes están más interesados en los estudios sobre las hormigas son los agricultores, que tienen el reto de proteger sus cultivos, frente a unos insectos que se caracterizan por numerosos y resilientes. Pensar en ello es una de las tareas de Sánchez–Restrepo, que se ha dedicado sobre todo a las populares hormigas cortadoras de hojas. “Es complicado porque cuando uno habla de control, lo que uno a veces intenta es no eliminar completamente las poblaciones, sino llevarlas a un nivel muy bajo, para que no se genere muchas pérdidas económicas”, afirma.
Los compuestos químicos sintéticos, lo más popular, funcionan como sebo que las atrae y luego las intoxica. Estos tienen una alta efectividad, pero pueden llegar al suelo y generar contaminación, incluso, algunos ya se encuentran prohibidos en varios países. Las alternativas son estrategias ecológicas como poner plantas que a ellas les gusten; tenerles un atrapante y un repelente para dirigirlas a un espacio donde no sean peligrosas; o encontrar algún enemigo natural que pueda mantener las poblaciones a niveles muy bajos, como las moscas parasitoides que usan a las hormigas para poner sus huevos y terminan matándolas cuando nacen, tal como en la película Alien.
Erradicarlas puede ser muy difícil porque suelen hacer nidos complejos, diseminados, en terrenos muy amplios o donde es complicado encontrarlos. “Por ejemplo, la hormiga argentina suele tener nidos debajo de la piedras o en el suelo, pero en realidad son una expresión de una gran colonia y todos están conectados. Entonces, cuando encuentras un nido, lo que realmente está viendo es un bracito de una gran colonia, que en su región original pueden llegar a tener kilómetros y en algunas zonas invadidas, miles de kilómetros”, cuenta Sánchez–Restrepo, pues cuando una especie llega a un área donde no tiene enemigos naturales, sus números se disparan, como sucede con los hipopótamos en el río Magdalena.
Diversidad que estalla
Aunque no son las especies más populares, los insectos también hacen parte de la megadiversidad colombiana y su importancia no solo radica en el papel que juegan dentro de los ecosistemas, sino que pueden aportar a la vida diaria de los seres humanos. “Producen nutrientes, transportan semillas, algunas cultivan [...] Si nosotros las estudiamos, podríamos aplicar sus sistemas a nuestros cultivos o incluso generar diferentes antibióticos de uso humano, entendiendo la función de los compuestos que secretan. Así, conocer la diversidad no solo es un asunto de conservación, sino que, a través de ese conocimiento, se puede llegar a cuestiones mucho más aplicadas”, dice Sánchez–Restrepo.
En Colombia hay entre 1.000 y 1.200 especies de hormigas, lo que lo ubica como uno de los países que más especies tiene en el mundo, junto con Indonesia y Brasil. Pero Brasil duplica a Colombia en superficie e Indonesia casi la octuplica. Es un fenómeno para los científicos que en un territorio más reducido como este haya tal cantidad de sistemas y pisos térmicos.
Por supuesto, esta gran riqueza se encuentra en riesgo constante por temas como la deforestación, la minería ilegal y los incendios. Para Fernández, al igual que para muchos de sus colegas, nos estamos arriesgando a perder esa riqueza que de momento nos tiene como una potencia y que no hemos terminado de descubrir.
Para continuar con el trabajo que se compiló en Hormigas de Colombia, un grupo de estudiantes ha logrado reunir voluntarios de todo el mundo, pues todavía no tienen financiación, en el grupo Hormigas Neotropicales, que quiere ser un repositorio de todo lo que se ha encontrado con respecto a estos insectos desde el sur de México hasta Argentina, incluyendo el Caribe. La inquietud está ahí, como lo que queda por explorar, hace falta más apoyo a la investigación científica y la voluntad para conservar los recursos naturales.
Las trabas a la investigación
Si bien el profesor Fernández sostiene que en la actualidad se está viviendo una era de oro en la mirmecología, también señala que las dificultades para la investigación científica en el país han producido una fuga de cerebros. “El Estado colombiano debería ser el primero en agilizar el estudio científico de la diversidad, pero el Ministerio de Medio Ambiente, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales y todas estas instituciones ambientales, por lo general, propenden más a obstaculizar que a apoyar la investigación científica.
Eso pasa en los países en vías de desarrollo, porque en los países desarrollados como Estados Unidos o algunos de Europa es muy fácil el tema de crear colecciones o intercambiar ejemplares”, afirma. Para los científicos es complejo compartir ejemplares con sus colegas de otros países, para hacer consultas, pues la importación y exportación exige mucho papeleo, además, de haber algún error, los ejemplares pueden quedar retenidos y su liberación tomar años.
También son una afición
Observar el comportamiento de las hormigas también puede ser un hobby. En Colombia hay varios aficionados que compran hormigueros que están muy lejos de ser acuarios llenos de tierra, y más cerca de ser intrincados laberintos de plástico que deben permanecer en la oscuridad.
Estos mirmecólogos amateurs aprenden a alimentarlas, a crear colonias con hormigas reinas y disfrutan observando su desarrollo social, como un videojuego.