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El debate
de los baños unisex

La costumbre es que haya dos tipos de baño en los sitios públicos. ¿Y si hubiera una opción más, o uno único?

  • El debate de los baños unisex
  • Gavin Grimm es una cara de este debate: el transgénero ganó un fallo que le permite entrar al baño de hombres . FOTO ap-reuters
    Gavin Grimm es una cara de este debate: el transgénero ganó un fallo que le permite entrar al baño de hombres . FOTO ap-reuters
29 de abril de 2016
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Imagine que, de la noche a la mañana, un supermercado de cadena cuelga un aviso que dice: “tenemos un baño unisex porque a veces los inodoros de un género específico ponen a otros en situaciones incómodas”. El texto, pegado en la puerta de un baño, explica que el establecimiento quiere proveer un lugar para “papás que estén con sus hijas, mamás con sus hijos, padres con niños discapacitados, miembros de la comunidad Lgbti, y adultos con padres con discapacidades físicas o mentales”.

Así ocurrió en una tienda de la cadena Kroger (la segunda más grande detrás de Walmart) en Estados Unidos. Una de sus sucursales en el estado de Georgia, al sureste del país, adaptó uno de sus baños para que fuera unisex. El letrero muestra una de las típicas figuras que representan a un hombre junto a una de las de mujer, y en el centro está la de una persona en silla de ruedas. Abajo se lee “unisex”. Un cliente publicó una foto del aviso en Facebook, y al paso de dos días había sido compartida más de 38,000 veces y tenía más de 24,000 “Me gusta”.

El tema generó polémica. No solo porque algunos aplaudían la medida mientras que otros la criticaban, sino porque ya había precedentes. El 24 de marzo de este año, dos días antes de la publicación de la foto, el estado de Carolina del Norte aprobó una ley en la que obliga a sus ciudadanos transgénero a entrar a los baños asignados al sexo que aparece en su certificado de nacimiento. Menos de una semana después el Estado fue demandado por la regulación, que se considera constituye un asunto de discriminación de género.

¿Por qué baños neutrales?

Nina Chaparro, investigadora del centro de estudios jurídicos Dejusticia, resume los argumentos a favor de los baños de género neutral en cinco puntos. El primero de ellos parte del “sexismo inconsciente” de separar los baños con base en el sexo, una división creada “hace mucho tiempo en nuestra sociedad para hacer sentir a las mujeres más seguras en su intimidad”, pero que en la actualidad produce discrimininación al pensar los géneros como un tema binario. Este asunto afecta especialmente a las personas intersexuales, quienes en algunos casos nacen con órganos genitales externos que no son fácilmente discernibles como masculinos o femeninos.

La segunda razón está también relacionada con la discriminación, pero hacia las personas transgénero. En Estados Unidos, la activista de derechos humanos Cherno Biko explica que cuando una mujer trans entra a un baño de hombres puede ser insultada, golpeada o violada, y que si entra a uno de mujeres es sacada hasta llamando a la policía. Chaparro es más contundente en su declaración: “en muchos casos los transgénero se abstienen de entrar a cualquiera de los baños”.

Otro de los puntos que suelen discutirse es el de la higiene. “Los baños de hombres no son más sucios que los de mujeres, eso depende de cada uno y su cultura”, dice Chaparro”. En este punto su visión discrepa con la de Omaira López Vélez, del programa de derechos humanos de Mujeres que Crean, una corporación feminista de Medellín. Para López, “siempre será importante mantener los espacios separados en los baños. Hay muchos motivos, y el primero de ellos es la higiene”.

El cuarto argumento de Chaparro está relacionado con el motivo que, para algunos, es el principal en contra de unificar estos espacios: la seguridad. Para la investigadora, como medida de transición en espacios de alto tráfico de personas, como parques o centros comerciales, podrían adecuarse tres baños: uno de ellos, el neutral. Aunque considerar al hombre como una amenaza permanente, peligrosa, es: “una construcción social y una idea que ha cambiado”.

Para López este tema no tiene tanta preponderancia: “las agresiones a la mujer ocurren en cualquier escenario, no porque sea o no unisex”. Algo similar pasó en Brasil cuando un proyecto de ley buscaba tener un vagón de metro (el “vagón rosa”) específico para mujeres. La iniciativa fue vetada y algunos grupos feministas, como Bastardxs, opinaron que era un tema que segregaba y no solucionaba nada a la larga.

En una columna de opinión publicada en el portal psychologytoday.com, la profesora Elizabeth McClintock de la Universidad de Notre Dame explica que, mientras que las personas no se adapten al concepto, el tema está lejano de producir resultados igualitarios.

En una convención de sociólogos donde se adoptó la medida de baños unisex, McClintock observó que los hombres, al ver la medida, se abstenían de ir al baño. Y que si entraban se cohibían en él.

Su análisis encontró que esto ocurría en especial porque los hombres creían que su presencia podía incomodar a las mujeres, que los iban a tildar de pervertidos y que las prácticas o etiqueta interna de los baños eran muy distintas. “Los hombres evitan establecer contacto visual y los inodoros adjuntos; las mujeres son más tranquilas y conversadoras”, escribe.

López concuerda con ella. “Al baño no solo se acude por una necesidad fisiológica, sino también para asuntos como arreglarse el maquillaje. No sería prudente mezclarlos”, dice.

El último argumento de Chaparro alude a la simbología, a los íconos de hombre y mujer en los baños. “Estos símbolos reproducen la idea heteropatriarcal de la división de sexos de nuestra cultura colombiana, y que solo contemplan la existencia de dos géneros: hombre y mujer”, añade. En Kroger usaron la iconografía clásica (masificada por el Instituto americano de artes gráficas) del figurín de palitos para el hombre y la misma figura con falda para mujer. En otros lugares muestran uno de los símbolos transgénero: aquel que combina el característico círculo masculino con la flecha diagonal, el femenino con la cruz hacia abajo y un tercer brazo que representa a los géneros no binarios.


¿Cómo implementarlos?

“Los baños, tal como los concebimos hoy, constituyen una fuente de discriminación. No hay que temer al cambio cultural requerido para transformarlos” dice la experta en temas de derechos humanos Laura Gil en una columna de opinión publicada el martes en El Tiempo.

De llegar a adoptarse una medida que estandarizara su uso, y más allá de pegar un letrero que diga “unisex” o “neutral”, ¿cómo ponerlos en práctica?

Chaparro propone un acercamiento paulatino, con pedagogía: “hay que mejorar, primero, la cultura”. No deja de ser un tema que durante años se ha tratado de la misma forma.

En lugares públicos como parques, centros comerciales y algunas universidades, podría comenzar por adoptarse una tercera opción: el baño de género neutral. Algunos establecimientos públicos ya ofrecen algo similar, destinado especialmente para acompañantes de personas de otro género o personas en situación de discapacidad, y lo llaman “baño familiar”.

Gil cierra su columna afirmando que: “los baños sin género construyen sociedades más incluyentes y más tolerantes”. Aunque para McClintock la segregación actual de sexo de los baños sea algo perjudicial, “estamos todavía lejanos de adoptar de forma masiva la práctica de los baños unisex colectivos, pues la controversia frente a los individuales es todavía mucha”.

En la sede de Dejusticia, en Bogotá, todos los baños son de género neutro..

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