Las supersticiones hunden sus raíces en los tiempos más lejanos de la historia. Son una herramienta de la mente para dotar de sentido los acontecimientos de la realidad. ¿Por qué llueve? ¡Por la voluntad de los dioses! ¿Por qué a algunos la vida les sonríe con buena fortuna mientras otros sufren los rigores del sufrimiento? Por la suerte o por las energías o por la presencia de los ángeles.
En síntesis, las supersticiones son una manifestación del pensamiento mágico, ese razonamiento que, según los antropólogos, antecede a la irrupción de la ciencia y del pensamiento ilustrado. En buena medida resulta más fácil y cómodo creer que el destino es modelado por un dios o por el universo que entender que la existencia humana es un cúmulo de acontecimientos azarosos que carecen por completo de norte. De ahí que las creencias en la energía de los astros o el poder de los números conserven vigencia en los años de la exploración espacial, de los algoritmos de la inteligencia artificial o de la clonación de seres vivos.
La gente cree en lo que quiere y necesita creer.
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En sí la magia no está en las cartas del tarot ni en los baños de ruda. Si hay magia en el mundo, está presente en la imaginación de las personas. Como todo en la historia, las supersticiones cambian al ritmo en que lo hace la sociedad. Y en pocos escenarios esas transformaciones se manifiestan con mayor nitidez que en los rituales populares para terminar un año y empezar otro.
Si se piensa en detalle, el 31 de diciembre no tiene nada de especial: simplemente marca un cambio de estación que sirvió a los gobernantes para marcar un hito en el calendario de Occidente. Esto salta a la vista cuando se piensa que el año chino actual no termina en diciembre sino que se extiende hasta el 9 de febrero. Más allá de esta precisión racional, el pensamiento mágico dota al 31 de diciembre de una energía sugestiva.
Dicha aura se hace visible en los rituales de ayer y de hoy. No hace muchos años los colombianos tenían una serie de ritos para invocar la buena suerte. En algunas regiones las personas se llenaban los bolsillos de lentejas para atraer la fortuna material y propiciar el empleo. En otros lugares los adultos y los niños se vestían con interiores amarillos o llenaban una maleta con ropa y antes de las doce de la noche salían con ella a dar una vuelta por la cuadra para atraer viajes por el mundo en el año que despuntaba. Aunque algunos conservan estos rituales, lo cierto es que por estos días las redes sociales promocionan prácticas nuevas o la adopción de otras originarias de otros países.
Uno de esos nuevos rituales –en este caso para atraer el amor– consiste en recibir el año nuevo debajo de una mesa o comedor. Según la creencia viral, de esa forma la pareja ideal aparecerá en el momento menos pensado de los siguientes 365 días.
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Otro ritual que ha tomado fuerza es el del tablero de las visualizaciones. Este consiste en un espacio del cuarto o de la sala en el que los creyentes recortan palabras o siluetas de revistas y las pegan para “ver” cómo será su vida. En ese orden de ideas, si la persona quiere formar una familia entonces pegará en el tablero una casa, unos niños o la silueta del perro. Cada día esas imágenes le recuerdan a quien las recogió cuáles son sus sueños y de alguna manera lo invita a ir tras de ellos. Y ese es otro rasgo de las creencias actuales: mezclan algunos elementos de la psicología con las creencias de la Nueva Era.
No son pocos los occidentales que han adoptado esta popular tradición japonesa. Esta consiste en la entrega de dinero en sobres especiales a los niños. El pensamiento mágico indica que así la buena suerte circula de una generación a otra, removiendo las energías oscuras de los adultos y haciendo que las energías limpias de los niños impregnen a toda la familia.
La creencia de que el humo de ciertas maderas limpia los espacios está asociada con la medicina. En la antigüedad, antes de la invención de la penicilina, los médicos “limpiaban” los cuartos de los muertos con sahumerios. Dicha tradición tuvo por muchos años el aspecto de los inciensos caseros que se hacían de dentro hacia afuera de las casas para sacar con el humo las malas energías. Ahora los centennials y los adultos jóvenes encienden varitas de resinas vegetales o de sándalo para atraer a la buena suerte.
Otro de los nuevos rituales es el de escribirse una carta a sí mismo o una lista de deseos para el año nuevo. Apenas se aproxima la hora cero el creyente quema la carta mientras piensa en sus deseos o los dice en voz baja. El ritual promete que el fuego eleva las palabras a los cielos y con ello la realización de esos objetivos estará más cerca que nunca.
Por estos días las redes sociales están llenas de testimonios de personas que encontraron su media naranja después de recibir el 2023 debajo de una mesa. La creencia indica que apenas comienza el conteo regresivo de las doce de la noche la persona interesada en el amor debe ubicarse debajo de una mesa y estar allí hasta que comience el año. No se tiene una idea cierta sobre el origen de este ritual.
1. AHORA EL INCIENSO ESTÁ EN LAS VARITAS
La creencia de que el humo de ciertas maderas limpia los espacios está asociada con la medicina. En la antigüedad, antes de la invención de la penicilina, los médicos “limpiaban” los cuartos de los muertos con sahumerios. Dicha tradición tuvo por muchos años el aspecto de los inciensos caseros que se hacían de dentro hacia afuera de las casas para sacar con el humo las malas energías. Ahora los centennials y los adultos jóvenes encienden varitas de resinas vegetales o de sándalo para atraer a la buena suerte.
2. DE LA QUEMA DE LOS AÑOVIEJOS A LA DE LAS CARTAS
Otro de los nuevos rituales es el de escribirse una carta a sí mismo o una lista de deseos para el año nuevo. Apenas se aproxima la hora cero el creyente quema la carta mientras piensa en sus deseos o los dice en voz baja. El ritual promete que el fuego eleva las palabras a los cielos y con ello la realización de esos objetivos estará más cerca que nunca.
3. LA COMIDA SIEMPRE ES UN AMULETO
En casi todos los rincones del mundo los acontecimientos importantes se celebran con una comida opípara. El hecho de preparar unos alimentos especiales de por sí se considera una muestra de prosperidad y, por lo mismo, un amuleto para conservar la buena suerte. Esa riqueza también se manifiestan en el uso de ropas nuevas o en los actos generosos con los más pobres.
4. EL OTOSHIDAMA JAPONÉS
No son pocos los occidentales que han adoptado esta popular tradición japonesa. Esta consiste en la entrega de dinero en sobres especiales a los niños. El pensamiento mágico indica que así la buena suerte circula de una generación a otra, removiendo las energías oscuras de los adultos y haciendo que las energías limpias de los niños impregnen a toda la familia.