El casco antiguo de Santo Domingo es un gran museo al aire libre en el que el principal atractivo es viajar 500 años atrás para caminar entre las primicias que los españoles erigieron cuando sus barcos llegaron a las costas americanas.
El guía empieza a señalar en cualquier dirección para contar que detrás de esas paredes color ocre y encima de adoquines gastados se levantan con toda su magnitud la primera casa de piedra construida por los españoles en América, la primera universidad, el primer hospital, la primera catedral, la primera fortaleza o el primer convento.
Como si fuera poco, en esta tierra donde las primeras huellas las marcaron los indios taínos, tuvo lugar la primera batalla con europeos, ofició la primera Capitanía general, el primer tribunal, el primer virreinato, se escribió el primer libro por un europeo en América y también se desencadenó la primera rebelión de indios y de negros.
Y es que a la isla llegó Cristóbal Colón el 5 de diciembre de 1492, meses después de arribar al Nuevo Mundo, y la bautizó como La Española.
Fue el centro económico y social durante el primer siglo de la Colonia hasta que dos hechos marcaron su temprano declive. El primero fue que los españoles la fueron relegando conforme iban conquistando los territorios de la masa continental en Centro y Sur América; y después llegaron los sucesivos ataques de los corsarios ingleses, incluido Sir Francis Drake, que terminaron acabando con las jóvenes villas. Testigo de ese momento y firme como cuando repelía los embates de los enemigos es la fortaleza Ozama, la primera estructura militar permanente del continente, de arquitectura medieval y construida entre 1502 y 1508. Su torre de 21 metros, sus calabozos y túneles interiores son paso obligado en la visita a este museo al aire libre.
En otra de las “salas” está la portentosa catedral de Santo Domingo, la primera basílica del nuevo continente y uno de los tantos símbolos que identifican a la capital dominicana. De estilo gótico, fue erigida entre 1510 y 1540.
El recorrido apresurado del turista advertirá al menos que en una de las esquinas estuvo enterrado Cristóbal Colón durante dos siglos, antes de que sus restos viajaran en barco hasta Sevilla. La confusión reina todavía porque parte de otros restos reposan en el Faro a Colón, una construcción moderna en forma de cruz que fue levantada en homenaje al almirante, sin embargo, como en la basílica también fue enterrado Diego Colón, uno de los hijos de Cristóbal, hoy no se sabe bien cuál finalmente es el paradero de cada uno.
A propósito del navegante genovés, otro de los monumentos obligados en el recorrido es el alcázar de Colón, el primer palacio virreinal del Nuevo Mundo, construido en 1512 con una mezcla de arquitectura gótica y renacentista.
Entre sus primeros huéspedes estuvieron Diego de León, hijo de Colón, y su esposa María de Toledo, sobrina del rey Fernando. En una suerte de museo dentro del museo, en sus paredes se exhiben muebles, cuadros, artilugios del siglo XVI y hasta un caballero con armadura encima de un caballo. Sus balcones amplios, con arcos y columnas, enmarcan los paisajes del río Ozama y la plaza de España.
El tour continúa por las ruinas del hospital San Nicolás de Bari, como no, el primero del continente, ordenado en 1503 por Nicolás de Ovando.
Junto con la iglesia de Santa María la Menor (1512) y la Universidad Autónoma de Santo Domingo (1538), son los tres tesoros del casco colonial.
Agotado el recorrido, bien podría perderse por las callejuelas del barrio histórico de Santo Domingo, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1990, y aparecer en la peatonal de El Conde, la avenida comercial más popular del país y donde podrá encontrar artesanías, productos locales, comida callejera y disfrutar de las empanadas dominicanas, rellenas con carne y con su masa mantecosa.
Una cerveza Presidente para bajar el calor, y un ron Brugal en medio del parque Pellerano, con bachata de trasfondo, es una buena manera de volver para disfrutar del moderno Santo Domingo.
Al siguiente día puede tomar un carro y en una hora llegar a las paradisíacas playas de Juan Dolio, primera zona que desarrolló el turismo a gran escala en el país, antes de que el huracán George la devastara en 1998. Muy cerca de allí está un lugar que también parece de otro tiempo. Se llama Altos de Chavón, una réplica de un pueblo mediterráneo del siglo XVI, que cuenta con un museo arqueológico, la iglesia de San Estanislao, un anfiteatro con 5.000 asientos donde se realizan conciertos de talla mundial, y una vista cautivadora del río Chavón.
A una hora larga de allí en carro está Punta Cana, la actual joya turística del Caribe.
Todo este paseo, por las primicias del Nuevo Mundo, está más cerca con la nueva ruta directa entre Medellín y Santo Domingo de Wingo. ¡Anímese y empaque!
*Con invitación de la aerolínea Wingo, Vacaciones Wao y Hoteles Hodelpa.