Sentirse triste, estresado, deprimido o ansioso podría afectar su vida y salud sexual. Estudios científicos en el transcurso de las últimas décadas han reportado una correlación entre estas emociones y sus tratamientos con una disminución en el deseo sexual.
Por ejemplo, en la investigación Naturaleza de las disfunciones sexuales en el trastorno depresivo mayor y su impacto en la calidad de vida, publicada en la National Library of Medicine, se indicó que la depresión se asocia con alteraciones de la función y la satisfacción sexual, incluso en pacientes no tratados (que no toman fármacos antidepresivos). Según el estudio, la mayoría de estos medicamentos tienen efectos adversos sobre la función sexual.
Para el estudio, hubo 24 hombres y 36 mujeres voluntarias diagnosticadas con Trastorno de Depresión Mayor (TDM), quienes se sometieron a una serie de medidas psicométricas.
Se encontró que más del 33,33 % de los hombres y el 42 % de las mujeres presentaban disminución de interés sexual, se redujo la excitación y presentaron dificultades de eyaculación y de orgasmo.
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Frente a esta situación, la psicóloga Pilar Aguirre, terapeuta sexual y de pareja de Colsanitas aseguró que la salud psicológica se enfoca en los aspectos físicos, emocionales, mentales y sociales; mientras que la salud mental toma un enfoque con un equilibrio emocional, cognitivo y social de una persona.
Por esto, la especialista se refiere a algunos impactos y consecuencias de descuidar alguna de las dos y entrega recomendaciones para el cuidado de estas áreas.
Los riesgos en la salud mental y sexual
Pilar Aguirre explica que tener ansiedad, depresión o estrés hace que se pierdan habilidades sociales y reduce la habilidad de formar relaciones íntimas.
Pero además, entregó otros ejemplos en los que se ve afectada en general la sexualidad. Por ejemplo, el abuso sexual y otras experiencias traumáticas relacionadas dejan secuelas psicológicas que afectan la vida sexual más adelante.
Por otro lado, enfermedades sexuales como el herpes y la gonorrea pueden causar obstáculos como pérdida del autoestima ya que esto genera inseguridad, preocupación y ansiedad.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada día se transmiten un millón de enfermedades de transmisión sexual y uno de cada cuatro nuevas infecciones anuales son curables.
La orientación sexual y la identidad de género también toman un rol muy importante en la salud de las personas. La falta de aceptación e inclusión de la sociedad a la comunidad LGBTIQ+ ha resultado en problemas de salud mental como la ansiedad, depresión, dificultad para formar relaciones y una dificultad para la expresión sexual.
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De acuerdo con un estudio de la American Psychiatric Association, no solo son las personas LGBTIQ+ más propensas a necesitar servicios de salud mental, sino que también son 2,5 veces más propensos a experimentar depresión, ansiedad y abuso de sustancias en comparación con las personas heterosexuales.
Para evitar estas crisis tanto en la salud mental como en la sexual es necesario tener en cuenta las recomendaciones que propone Aguirre:
1. Construir canales de comunicación abiertos con personas cercanas (como padres e hijos, parejas y hasta personal de la salud) que fomenten la confianza resultando en una mejor salud física y mental.
2. Perder el miedo y la pena a los temas sexuales y buscar ayuda con profesionales de la salud para evitar mayores complicaciones médicas tanto físicas como psicológicas.
3. Hacer un mayor esfuerzo para aprender y aceptar la diversidad en la identidad de género y la orientación sexual de otras personas para así evitar incidentes en la salud mental de otros y la desinformación.
4. Finalmente, los temas sexuales y la salud psicológica deben dejar de ser temas tabúes para poder generar confianza con aquellos que han tenido complicaciones en ambas áreas de la salud.