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Virtualidad y red de amigos, salvavidas para las librerías de Medellín

En líneas gruesas, les fue bien. La pandemia les abrió las puertas del comercio online.

  • Bukz es una de las librerías nuevas; empezaron en la pandemia en digital y ya tienen espacio físico. FOTO Carlos Velásquez
    Bukz es una de las librerías nuevas; empezaron en la pandemia en digital y ya tienen espacio físico. FOTO Carlos Velásquez
22 de diciembre de 2021
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En un momento de aprietos económicos de la librería de libros leídos Palinuro, en el sector Estadio, Luis Alberto Arango le escuchó decir a un amigo la frase que hoy emplea para responder a la infaltable pregunta sobre la utilidad social de las librerías: “Con el cierre de una pierde más la ciudad que los dueños”.

A diferencia de otros sectores del comercio, el de las librerías encaró de manera ingeniosa los desafíos del confinamiento por el virus de Wuhan: casi todas se vieron forzadas a vencer la resistencia al mundo digital y poner sus catálogos en redes sociales y plataformas similares.

También contaron con una red de apoyo que les permitió mantenerse a flote durante lo más crudo de las restricciones. “La pandemia a las librerías las benefició un poco porque nos hizo expandir el negocio hacia lo virtual y empezaron a surgir proyectos que no existían antes”, comenta Santiago Aguirre, librero y vicepresidente de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes (ACLI).

Este no fue el itinerario de todas. Por ejemplo, Bukz hizo el camino al revés: comenzó siendo una librería virtual que con el paso del tiempo abrió sede en Provenza. Según Alejandro Rubiano, las ventas por el canal digital alcanzaron la tremenda cifra de 20.000 ejemplares. Ahora, con la sede y la experiencia virtual, Bukz, en cálculos de uno de los socios, venderá 40.000 libros en 2021. Rubiano explica el éxito de la empresa por ser “una librería omnicanal: ofrecemos una buena experiencia online, así como un lugar físico agradable”.

Cambiar les ayuda

Los cambios no son extraños para las librerías. Tras doce años en el centro de Medellín, los socios de Palinuro, por ejemplo, decidieron en 2015 aceptar la invitación de Wilson Mendoza, de Grammata, de ocupar el segundo piso del inmueble de su librería. Eso les ayudó a sobrevivir. Los Libros de Juan también inició en el Centro, pero en su caso se desplazó en 2014, con casi 35.000 títulos, al barrio La Castellana. Juan Rafael Hincapié ajusta catorce años en los menesteres de la búsqueda de bibliografía y el trato con los lectores.

Así los parezcan a simple vista, las librerías no son comercios convencionales. También, en palabras de Gloria Melo, hacen las veces de escenarios para la educación. “A veces una librería educa más que una escuela”, dice entre risas la gerente de Al pie de la Letra. O encarnan sueños de una vida distinta.

Melissa Martínez fundó Antimateria, en Florida Nueva, con el propósito de “una vida propia por fuera de las construcciones comunes, como una forma de vivir rodeada de arte”.

¿Para todos hay?

En líneas gruesas existen dos tipos de librerías: las concentradas en la venta de libros nuevos y las dedicadas a los leídos. En los últimos años, por ejemplo, las primeras han padecido las pisadas de animal grande de Buscalibre.

Los descuentos ofrecidos por esta plataforma les han quitado una parte del pastel de las compras. Para remediarlo en cierta medida, ACLI le ha propuesto al Ministerio de Cultura la confección de una ley de precio único del libro. De esta forma, en opinión de la entidad, se pondría punto final a la competencia especulativa.

Para los sitios de libros leídos la multinacional chilena no representa competencia. “Buscalibre no tiene los ojos puestos en el tipo de nuestros libros, los descatalogados”, comenta Hincapié.

Sin embargo, en su renglón las cosas no son paradisiacas: tanto Hincapié como Arango coinciden en que noviembre y los días transcurridos de diciembre no han traído la usual cantidad de clientes. “Una librería como la de nosotros puede vender durante un mes de diciembre 300 libros, y en este momento podemos haber vendido 30 libros a la fecha de hoy”, relata Hincapié. Lo refrenda Arango: “Las ventas han sido tan bajas en los dos últimos meses que el punto de equilibrio se ha visto afectado, no hemos llegado a él”.

A pesar de Buscalibre, las librerías de novedades editoriales han tenido un buen año. Al pie de la Letra, en Suramericana, está cerca de alcanzar los niveles de venta de los años anteriores a la pandemia. Gloria Melo resalta la importancia de la Fiesta del Libro de Medellín y los bonos de las cajas de compensación como ayudas para la economía del gremio del libro.

Antimateria enfrenta una encrucijada distinta: tuvo un retroceso significativo de ventas en 2021. Martínez le adjudica parte de la responsabilidad al cierre de la sede en Laureles y en parte a la perdida de la base de datos a raíz de un robo. “A veces llega gente diciendo que pensaban que habíamos quebrado, me lo han dicho muchas veces”, refiere.

En el nuevo sitio –más acogedor y grande– realiza eventos para convocar público interesado en las letras: talleres de escritura, de dibujo, cineclubs, tertulias. No obstante, los likes y los amigos en Twitter o Instagram no se traducen siempre en movimiento de caja. “Tenemos muchos seguidores en redes sociales, somos súper activos en Instagram, pero eso no se refleja tanto en las visitas al local, que es lo que necesitamos en este momento y la razón por la cual conseguimos esta casa”, concluye.

En 2021, según datos de la Cámara Colombiana del Libro, más de 2 millones ochocientos mil colombianos asistieron a una de las diecisiete ferias regionales del libro. La mayoría de los entrevistados para esta nota resaltaron el impacto positivo de eventos de la naturaleza de la Fiesta del Libro en los balances financieros. Para lograr la reactivación plena del sector, se deben articular todos los eslabones del mundo de la lectura: editores, libreros, lectores y gobiernos locales.

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