El clima en el planeta Tierra es turbulento, caótico, no es monótono ni constante. Hay meses en los que llueve tanto que salir sin paraguas es una odisea: se mojan los zapatos, la ropa, el bolso, el pelo. Hay otros en los que hace un solazo y un calor tan intenso que seguramente se acuerda que tiene un ventilador, entonces lo prende y el ambiente en la casa o la oficina es distinto, todo es más fresco. Los cambios del clima son así: naturales.
En Colombia cada año se presentan cuatro temporadas climáticas: dos marcadas por las lluvias y dos por los tiempos secos. Sobre la primera, “marzo, abril y mayo son lluviosas, al igual que septiembre, octubre y noviembre”, indica Ana María Roldán, subdirectora Ambiental del Área Metropolitana. Puntualiza que noviembre y abril son los dos meses en los que más llueve en el territorio nacional debido a que “estamos ubicados en el trópico”.
“Algo que controla mucho la precipitación en esta región es el paso de la Zona de Convergencia Intertropical (sistema conformado por nubes que genera precipitaciones y tormentas eléctricas) que se encuentra en la atmósfera, se caracteriza por mucha nubosidad y se desplaza hacia el norte o al sur, hacia el hemisferio que esté en verano, pasa dos veces por el territorio colombiano, por eso tenemos dos temporadas lluviosas y dos secas”, dice Paola Arias, profesora de la Universidad de Antioquia.
Además, explica que la configuración de las montañas y los valles influyen en los ciclos de lluvia dependiendo de la orientación del Sol. “Hay unas horas del día en las que una cara de la montaña se va a calentar más y en horas de la noche va a recibir menos energía, entonces de eso va a depender en qué zonas habrá bajas presiones”.
Debido a esa incidencia de la radiación en las laderas se forman zonas de baja presión en las partes más altas. “El viento asciende y eso permite que haya condensación y se formen nubes, esta es una manera en cómo la topografía puede influenciar en la formación de precipitación”.
Y ahora el otro extremo: la temporada seca (o de verano como algunos los llaman). Se dividen también en dos grandes bloques de tres meses cada uno. La primera va de diciembre a febrero y la segunda de junio a agosto.
Óscar Mesa, profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, expresa que el pacífico tropical tiene una fuerte influencia en nuestro clima. “Cuando está cálido en la superficie normalmente tenemos el tiempo más seco en el occidente de Colombia, y cuando está más frío de lo normal tenemos más lluvias”.
Señala que este cambio de temporadas no significa que en los tiempos secos no llueva, sino que llueve menos. “Se presenta entre junio y julio y en este periodo hay una disminución de las lluvias”. Este fenómeno ocurre prácticamente en toda la zona Andina “con pequeñas diferencias que cambian con la latitud”. En el caso del Área Metropolitana, por ser una zona “muy pequeña”, en los diez municipios las temporadas son iguales.
“Cada año tenemos aproximadamente las mismas temporadas porque el Sol vuelve y pasa por las mismas partes y eso da origen a la periodicidad anual o ciclo anual, pero no se repiten exactamente”.
Cambios
La variabilidad es una de las principales características del clima y es la clara evidencia de que este no es repetitivo ni esquemático. Hay tiempos más secos, otros más húmedos, a veces las temporadas se demoran o empiezan antes.
“Existe un estándar de lo que se espera del clima, pero hay unos efectos de variabilidad que pueden tener cambios, esto se puede afectar por las ondas tropicales que vienen de Centroamérica y Norteamérica, pero también tenemos fenómenos del Niño o la Niña que se dan por cambios de la temporada en el océano pacífico que lo tenemos tan cerca”, sostiene Roldán.
Sin embargo, plantea que la modificación en el clima que sí se ha empezado a visibilizar son las intensidades debido al deterioro ambiental del planeta. “Desde hace cinco años viene variando la cantidad de lluvia que cae en un determinado lugar por una unidad de tiempo”, es decir, se están registrando lluvias más fuertes en un periodo mucho más corto de lo acostumbrado.
“Una cosa es la cantidad de agua que cae durante toda la tarde y otra un aguacero muy fuerte con la misma cantidad de agua pero en una fracción de solo una hora, entonces tenemos la percepción de que el clima está cambiando, pero lo que está cambiando son las intensidades con las que están sucediendo este tipo de eventos”.
Por su parte, Mesa insiste en que los vientos que llegan del Atlántico y del Caribe, “casi todos traen agua y aire húmedo” que eventualmente se condensa y produce la lluvia. “El año pasado noviembre fue seco, lo cual es muy diferente a lo que hemos observado en los registros que tenemos de aproximadamente 100 años donde siempre ha sido lluvioso”. Y dice que los últimos días de febrero de este año fueron lluviosos por el estado del océano Pacífico, fenómeno “que no es normal”.
También expone que los efectos de los cambios en el clima se podrán ver reflejados en Colombia con el paso de los años así: en la parte oriental el ciclo hidrológico se va a volver más intenso, mientras que en la parte occidental sucederá lo contrario. “Esto se traduce en que tendremos más lluvias en Chocó y la zona Andina y en la Amazonía y Orinoquía probablemente vamos a tener temporadas sin lluvias mayores”.
Frío y calor
Según el profesor, las nubes bloquean la entrada de la radiación solar, entonces eso hace que cuando se presenten más nubes se tenga menor calentamiento debido a que estas tapan la entrada del Sol.
“La lluvia cuando cae parte de ella se evapora y producen un enfriamiento, esa es una de las razones fundamentales para que en los días lluviosos tengamos más frío”. Esto es como cuando se moja en un aguacero y el calor del cuerpo evapora el agua, produciendo un frío.
En el caso contrario, en los meses de tiempo seco se siente más calor en el día porque “el Sol no encuentra nubes, llega a la superficie y calienta bastante, la falta de nubes también por las noches o en los amaneceres deja escapar el calor que es una radiación”.
“La heladas en las zonas altas ocurren en temporada seca donde no hay nubes y la nevada de la atmósfera también es baja porque las nubes y la humedad bloquean la salida de la radiación solar, las nubes actúan tanto para calentar como para enfriar”.
¿Cómo se mide?
El Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá (Siata) cuenta con redes (19 disdrómetros, 161 pluviómetros, 96 cámaras) y sensores remotos (radar perfilador de vientos) que permiten hacer una lectura meteorológica para identificar las alteraciones o lugares con mayor riesgo.
“Con estos instrumentos identificamos cómo se encuentran las temporadas de lluvia y las de sequía, hacemos monitoreos a quebradas específicas donde tenemos zonas de riesgo y donde podemos hacer una medición fluviométrica de la cantidad de lluvia que está cayendo en el territorio”, dice Roldán.
En el río Medellín hay instalados 84 sensores que monitorean el nivel del afluente. A esto se suman las diez cámaras térmicas ubicadas en sectores estratégicos del Valle de Aburrá para el monitoreo de incendios de cobertura vegetal porque “cuando estamos en temporada de sequía tenemos que identificar esos posibles puntos a los que hay que hacerles seguimiento”.
Es clave
La lluvia da origen a dinámicas naturales como las cosechas, los procesos de siembra y el llenado de los embalses para las épocas en las que menos llueve. Por su parte, los tiempos secos ayudan a la evaporación, a que las plantas tengan el proceso de fotosíntesis y se dé la producción agrícola.
“Las temporadas hacen parte de la estabilidad ecosistémica que se requiere para la existencia en el planeta, producir los alimentos, nos permite como seres humanos estar presentes en el territorio, debemos entender que los cambios son normales, adaptarnos a las situaciones, pero también acoger los llamados de las buenas prácticas ambientales para tratar de conservar el equilibrio de las dinámicas meteorológicas”, reitera Ana María Roldán.
El llamado de los expertos a las ciudadanía es a prepararse para cada temporada, sobre todo donde la intensidad de lluvias pueda aumentar. “Por el diseño de ciudad en algunas zonas nos exponemos a que puedan existir deslizamientos e inundaciones”.