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¿Por qué hipopótamos de hacienda Nápoles afectarían aguas del país?

El aumento de estos animales introducidos al Magdalena Medio afectaría las aguas de la mitad del país. Esta es la explicación.

  • Algunos individuos en aguas de Puerto Triunfo. Foto: Juan Antonio Sánchez Ocampo
    Algunos individuos en aguas de Puerto Triunfo. Foto: Juan Antonio Sánchez Ocampo
08 de febrero de 2020
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A bordo de un avión Hércules, en medio de una noche de noviembre de 1983, llegaron un par de hipopótamos al aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Las autoridades estaban advertidas: Pablo Escobar, ahora extinto jefe del cartel de Medellín, intentaba entrar un gran cargamento en un avión con placas norteamericanas.

Diversas notas de periódico de la época narran que las autoridades quedaron sorprendidas al notar que el cargamento no traía drogas o armas, sino animales exóticos. Además de los hipopótamos venían gacelas, camellos y elefantes. Allí viajaba el papá de Pepe, ese hipopótamo que fue cazado con permiso del Ministerio de Medio Ambiente, como medida para controlar la especie y el peligro por su territorialidad. Su muerte generó una gran polémica en 2009.

El periodista Alonso Salazar narra en La parábola de Pablo (Planeta, 2001) que Escobar pidió talar árboles en unos sectores y arborizar la hacienda Nápoles porque “quería que el río Cocorná, que cruza por sus tierras, se convirtiera en una fuente de oxígeno para el río Magdalena”.

Desconocedor de los temas del micromundo, no fueron los árboles que mandó a sembrar el narcotraficante, pero sí los hipopótamos africanos que trajo a hurtadillas los que de alguna manera cristalizaron sus deseos. Aunque hay que mirarlo con pinzas: sumergidos en lagos, algunos de los cuales desembocan en el Río Magdalena, los descendientes de esta especie introducida están alterando el balance de oxígeno. Y esto no es bueno, para nada.

Revelaciones microscópicas

Los hipopótamos, como los rinocerontes o grandes reptiles y aves, son como ingenieros que transforman el paisaje que merodean. Les llaman bioingenieros. “Por ser tan grandes y al andar en manadas pueden incluso desviar los cauces de los ríos. De esto se tienen evidencia en África”, cuenta David Echeverri López, coordinador del área de bosques en la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare). Él es coautor de dos estudios publicados a finales de enero de 2020 en la revista científica Ecology y en diciembre de 2019 en el journal de conservación Oryx. En el primero se exploran las afectaciones sociales y ecológicas de estos megaherbívoros y en el segundo el problema del crecimiento de la población y su efecto sobre la calidad del agua. “Antes teníamos hipótesis, ahora comenzamos a reunir soportes técnicos y científicos. Los dinamismos que producen al entrar y salir del agua se pueden convertir en grandes alteraciones”, aclara el funcionario de Cornare.

Es frecuente escuchar que esta es una especie exótica invasora, lo que significa que se desarrolla fuera de su área de distribución natural, en hábitats que no le son propios o con abundancia inusual. Con regularidad las especies invasoras resultan siendo muy dañinas. Solo que en este caso, único en el mundo (por ser la más grande especie invasora), no se sabía exactamente de qué manera. Después de todo en Colombia la especie ha florecido, el paisaje colombiano les ofrece más ventajas que el africano, explica Sergio Solari, profesor del Instituto de Biología de la U. de A. y coautor del estudio en Oryx. Incluso la tasa de crecimiento es más alta en Colombia (10 %) que en África (5 al 7 %).

Se ve inofensiva y su carisma atrae la atención de los turistas y de los medios de varias partes del mundo. Excepto porque ahora una investigación encontró que están transformando los humedales en los que pasan el día.

Además de que estos gigantes que llegan a pesar hasta 3 toneladas compactan el suelo reduciendo el flujo de nutrientes, las revelaciones más preocupantes vienen del mundo microscópico.

El autor principal del estudio en Ecology, Jonathan Shurin, de la Universidad de California S.D., explicó a EL COLOMBIANO que encontraron evidencia que indica que esta especie importa carbono terrestre porque come en la cuenca a las orillas del río por la noche y llevan los desechos al agua en el día: “Esto cambia la concentración del oxígeno en el agua. En el día hay mucho oxígeno (porque no están en el agua) y en la noche menos, lo que indica que los nutrientes de los desechos de los hipopótamos fertilizan a las plantas acuáticas, las bacterias y otros organismos”. Enriquecen el sistema. Suena bien. Suena positivo. El oxígeno es para algunos sinónimo de vida, salvo por un detalle.

Esta fertilización que promueve el crecimiento de vegetación acuática entrega en un balance final menos oxígeno del que el sistema requiere (al ser más, demandan más), aclara Nelson Aranguren, coautor del estudio de Ecology e investigador de la Unidad de Ecología en Sistemas Acuáticos de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

Este es uno de los resultados más reveladores del estudio: en los lagos con hipopótamos hay más cianobacterias, un grupo de algas microscópicas que indican polución, contaminación con nutrientes, y son potencialmente tóxicas.

Así que ahora no solo los hipopótamos están generando conflictos con los pescadores porque se llevan sus trasmallos (paños de red superpuestos para pesca) sin problema, sino que se suma nueva evidencia de que se está afectando la calidad del agua de la región. En el momento no es una alteración permanente, sin embargo su crecimiento exponencial –que los investigadores han calculado de manera teórica–, “sí podría afectar al agua de la mitad del país. Por ahora está siendo afectada la cuenca del Magdalena”, concluye Aranguren. Su cálculos proyectan que estos animales podrían superar los 7.000 en 2060.

Qué hacer

Estas investigaciones plantean que hay cierta urgencia por decidir qué hacer con los hipopótamos. Viven hasta los 50 años. Aunque hay un plan trazado desde 2012 por Cornare y el Ministerio de Medio Ambiente en el que se ha avanzado en tres líneas, educar, esterilizar los machos y trasladar individuos a zoológicos u otros escenarios, todo parece ir muy lento. El asunto es que es costoso. No son fáciles de capturar, se requiere un equipo especializado que los persiga por cerca de tres meses para esterilizarlos e incluso al hacerlo estarían varias décadas más afectando el entorno.

Tampoco es una opción devolverlos a su lugar de origen por la baja variabilidad genética que tiene la población colombiana (se han reproducido entre sí) y el valor que implica. Para controlarlos la recomendación de los expertos internacionales, según una observación de Echeverri, es eliminarlos, un debate ético que representa una tribuna para el mundo por lo extraordinario del caso. Sería similar a lo que pasó hace poco en Australia con los camellos, donde sacrificaron 10.000.

*Independientes uno del otro, ambos estudios citados en este artículo fueron financiados por National Geographic y contaron con apoyo del Parque Temático Hacienda Nápoles.

Puede leer: “Hipopótamos deben ser sacrificados”: Humboldt

7989
hipopótamos poblarían el Magdalena Medio para 2060 si no se fortalecen medidas: Ecolgy.
2750
es el peso al que puede llegar un macho de hipopótamo: S.K. Eltringham
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