En las noches, cuando el cielo se ve oscuro y las pocas nubes dejan ver las estrellas a pesar de las luces de la ciudad, algunas personas han asegurado que han visto objetos extraños, con movimientos que no responden a la física planetaria, volando de aquí para allá o estando completamente estáticos.
Unos dicen que son aviones, otros que se trata de una estrella más, pero se han escuchado teorías que aseguran que esos Ovnis (Objeto Volador No Identificado) son naves extraterrestres tripuladas por seres que aún no conocemos y que vienen desde lo más lejano del universo. Hay personas que incluso aseveran que ellos mismos fueron elegidos, entre los humanos, por esos extraterrestres para ser parte de experimentos y de comunicaciones.
Lo mismo ocurre con varias áreas y construcciones en la Tierra, donde quienes dejan de lado el poder humano dicen que fueron seres exteriores los que intervinieron. Las líneas de Nazca, en Perú, y las pirámides de Egipto, son ejemplos, aunque ya esté comprobado que fueron civilizaciones humanas antiguas las responsables.
Estas creencias en seres alienígenas, en lugar de disminuir, parecen hacerse más fuertes. Solo el pasado viernes 4 de junio la Inteligencia estadounidense anunció que el próximo 25 de este mes presentará un documento realizado por los servicios de espionaje en el que da cuenta de los 120 incidentes y avistamientos ocurridos en las últimas dos décadas.
En los hallazgos, aunque no se encontraron evidencias de que los fenómenos aéreos presenciados por la Marina sean naves extraterrestres, los expertos no lograron explicar esos movimientos que aún desconciertan a científicos y marinos y que, aseguran, no fueron generados por Estados Unidos.
Los investigadores de ciencias planetarias y, sobre todo los astrobiólogos, dicen sin embargo, que los extraterrestres no existen, pues “no hay una sola evidencia científica de su presencia en el planeta o más allá de él y solo hay certeza de vida en la Tierra. No hay visitantes o seres de otros planetas escondidos entre nosotros y no hay alienígenas ancestrales. Son fantasías y no tiene nada que ver con la ciencia”, explica Pablo Cuartas Restrepo, profesor de Ciencias Planetarias de Astronomía de la Universidad de Antioquia.
Jorge Enrique Bueno Prieto, biólogo de la Universidad Nacional de Colombia y director del Instituto de Astrobiología de Colombia, coincidió: “No tenemos prueba de que un ente biológico nos visite o esté entre nosotros”. Dice que, en cambio, los extraterrestres somos nosotros, pues esta palabra designa toda forma de vida o estructura que esté fuera del planeta y que “nosotros ya lo estamos. Solo en este momento hay cuatro o cinco astronautas en la Estación Nacional Internacional”.
¿Qué es la vida?
Los astrobiólogos no pueden buscar algo que no conocen. Por eso, todas las misiones que se han enviado al espacio en búsqueda de rastros de otros seres se han realizado con base en las formas de vida conocidas en la Tierra.
“Los astrobiólogos están tratando de entender de qué forma la materia evoluciona y se convierte en materia viva en este planeta para buscarlo en otros lugares del Sistema Solar donde pueda haber condiciones similares. Se sabe que aquí se necesitan tres cosas para generarla: fuentes de energía (que en el caso nuestro es el Sol pero que podría ser la energía geotérmica interna de los planetas), agua líquida y moléculas orgánicas (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno) capaces de complejizarse para crear proteínas, ácidos nucléicos y otros”, continúa Cuartas.
Por eso, se ha priorizado su búsqueda en cuerpos que tienen similitudes. El biólogo Bueno añade que sí se han encontrado materias primas y estructuras químicas que forman parte de los seres vivos, pero que eso no constituye vida y por eso continúa la búsqueda.
Cuartas agrega que este proceso de convertir la materia en los animales y organismos inteligentes que hay hoy es un proceso muy complejo que le tomó a este planeta entre 500 y 700 millones de años, por lo que es probable que lo que se halle sea “vida simple, microbiana, bacterias, arqueas, que son las que han gobernado a la Tierra por 4.000 millones de años”.
Yael Natalia Méndez Chaparro, microbióloga y representante de The Mars Society en Colombia, dice que aunque aún no se ha hecho ese descubrimiento, los avances científicos y tecnológicos permiten rastrear no solo la huella de la vida presente, sino también pasada y posible, por lo que “se han identificado lugares con potencial para albergarla en su interior teniendo en cuenta sus características químicas, su dinámica geológica” y los tres componentes antes descritos.
Entonces sí hay esperanza. Pero, “de ahí a asegurar que no estamos solos o que hay seres infiltrados entre nosotros secuestrándonos, no, sería irresponsable. Estamos determinando esa posibilidad de que este proceso se repita en otros lugares de este universo que es tan grande”, puntualiza Cuartas.
Los opcionados
En el universo hay millones de sistemas, más de un billón de galaxias y se estima que, en total, en todas ellas, hay 10^23 estrellas, cada una con planetas. “Esto es un montón de planetas y, por consiguiente, un montón de posibilidades de que este mismo proceso bioquímico y evolutivo se haya dado en otras partes”.
Sin embargo, las limitaciones de la tecnología humana no permiten, por lo menos ahora y por muchos años, viajar a ningún lugar externo al Sistema Solar, por lo que se han explorado y elegido aquellos cuerpos cercanos con las condiciones más similares y se están desarrollando misiones para ahondar en ellos.
El primero y el más popular es Marte, donde se presume que hay agua líquida bajo el subsuelo, materia orgánica y energía del Sol, aunque menor a la que recibe la Tierra. Este no es el más opcionado, pero es el más cercano. La actual misión Perseverance busca recolectar muestras de roca y regolito para retornarlas a la Tierra y buscar evidencias de vida pasada o presente.
Bueno Prieto explica que Marte está en la región limítrofe de la zona habitable (o zona a determinada distancia de su estrella) y que, al parecer, en su pasado tuvo una atmósfera que pudo facilitar que el agua estuviera en estado líquido. “Aunque es un desierto helado, tiene corteza, manto y capas tectónicas similares a las nuestras, así que podría estar emanando calor desde su núcleo interno”.
Tienen más posibilidades las lunas de Saturno y Júpiter, pero están más lejos. Europa, en Júpiter, tiene un océano de agua líquida y salada en su interior bajo un casquete de hielo y “posiblemente tenga actividad geológica interna que produce lo que llamamos hidrotermales”, dice Cuartas. Sus interacciones químicas entre el agua y el núcleo rocoso, dice Méndez, “sugieren que allí se podría encontrar vida”.
Mariana Villamil Sastre, física y geocientífica que explora la luna Encélado de Saturno, explica que este satélite también tiene altas posibilidades. Se trata de una bola de hielo en la que hace 15 años se encontró que el polo sur tiene volcanes de agua (la energía requerida) y se cree que en su interior también la hay líquida. “Tiene volcanes en cuyo interior hay materia orgánica. Eso nos lleva a creer que tiene núcleo rocoso porque finalmente tiene calor, tiene agua y tiene materia orgánica”.
Más allá del Sistema Solar sí hay planetas en esa zona de habitabilidad, pero no se sabe con seguridad si alguno de estos tiene atmósferas. El biólogo Bueno dice que el Sistema Solar Trapis es uno de ellos, que tiene tres o cuatro supertierras con dos o tres veces el tamaño de la Tierra, pero que están a 39 años luz, por lo que es difícil acceder a ellas.
¿Cómo llegar?
Como explicó en entrevista previa con EL COLOMBIANO el astrobiólogo e ingeniero manizaleño de la Nasa que participó en el desarrollo de las cámaras Mastcam-Z del Perseverance, Jorge Núñez, la misión Mars 2020 busca regresar, en 2030, muestras de los depósitos del delta y del lago donde se puedan preservar microorganismos en Marte para traerlas a la Tierra y buscar rastros de vida.
Cuartas cuenta, además, que se está diseñando un proyecto para enviar un robot a Europa pero que, por ahora es difícil por el presupuesto, lo mismo que para Encélados, por lo que los esfuerzos están puestos en el vecino rojo. Llegar a otros sistemas planetarios es, por ahora, imposible “y ni la tecnología ni la cantidad de energía y recursos nos alcanzarían”, dice.
Mientras tanto, se utilizan instrumentos de detección remota, explica Méndez, “para identificar firmas espectrales que a través de la luz revelan la presencia de compuestos químicos y permiten tener una evidencia física de la composición del cuerpo celeste que se está estudiando”.
Según Bueno, lo que se necesita para llegar a las lunas es tiempo, tecnología y, sobre todo, inversión. Dice que hay varios proyectos, pero que se está explorando el planeta de forma incorrecta: como países y no como humanidad, y se están extendiendo las fronteras invisibles de la Tierra al espacio. Esto ha retrasado los procesos, pero la búsqueda continúa.
2030
será el año en el que Mars 2020 regresará con muestras del suelo del vecino rojo.
4.000
años ha sido gobernada la Tierra por microorganismos, bacterias, vida simple.