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La conservación, manejo y uso sostenible de la Amazonia, la más grande selva tropical del mundo, siete millones de km2, a lo largo de ocho países, es fundamental no solo para sus 35 millones de habitantes, sus cientos de miles de ecosistemas, especies animales y vegetales, sino también para la vida en la Tierra. Del bienestar de este vasto territorio natural depende la salud del planeta.
Por ello cobra especial importancia que, en este momento difícil para la humanidad, sea la sociedad civil la que haya liderado la creación, esta semana, del Panel Científico por la Amazonia, que busca hacer una evaluación rigurosa de su situación ambiental, usos del suelo, apropiación de sus riquezas, incidencia del cambio climático y definir un plan científico en pro de políticas sostenibles que frenen la degradación.
El proyecto reúne a 150 científicos del continente, la Guayana Francesa y colegas de algunos de los más importantes centros de investigación tecnológica y científica mundial. Clave el apoyo que recibe esta iniciativa de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la ONU, líderes políticos, sociales, culturales, regionales y globales; pueblos indígenas, organizaciones de la sociedad civil, porque es en estos sectores donde reside buena parte de la responsabilidad de protección de la selva tropical, tarea que muchos gobiernos no han asumido por distintas causas.
El panel hará la primera revisión científica de toda la cuenca del Amazonas, cuyos resultados, de interés global, se conocerán en 2021. Desde lo ambiental la Amazonia regula el clima mundial, el cambio climático, es uno de los pulmones del planeta, contiene más del 15 % del agua dulce de la tierra y alberga el 10 % de las especies conocidas. Muchas otras de sus riquezas, de valor incalculable, continúan sin ser exploradas o inventariadas por la ciencia.
Pero este tesoro de la vida está hoy amenazado por la deforestación acelerada, los incendios, la minería, el narcotráfico, megadesarrollos infraestructurales, invasiones ilegales y otras intervenciones degradantes.
Para la ciencia, si no se emprende una acción inmediata para detener la deforestación y comenzar a remplazar los árboles perdidos, la mitad de este bosque tropical sería sabana en 15 a 30 años. Solo en 2019 el fuego provocado para potrerización, cultivos ilícitos y legales, arrasó con 14.000 km2 de bosques nativos. La deforestación está hoy en un 17 %, si llega a exceder el 25 %, se cruzará el punto de inflexión, con consecuencias catastróficas, aún superiores a lo que sucede con el coronavirus, solo que esta vez estarían en riesgo todas las formas de vida en el planeta, vaticinan los estudios científicos.
No obstante, es de resaltar que cada vez hay una mayor conciencia colectiva e institucional frente a la importancia para la vida de la selva amazónica. En septiembre pasado, como respuesta a la alerta mundial por las quemas, presidentes o delegaciones de alto nivel de los países amazónicos se reunieron en Leticia (Colombia), donde se firmó el Pacto de Leticia, el cual traza políticas intergubernamentales para proteger este sistema de biodiversidad planetaria y frenar la deforestación.
Todos, sin importar que tan distantes estemos de la Amazonia, estamos llamados a hacer protagonistas de este compromiso, pues se trata de proteger la vida en la tierra como se conoce. Desde la ciencia se convoca al desarrollo de una economía sostenible, que respete los ciclos vitales de la naturaleza, reconozca sus derechos y los de los pueblos indígenas; que entienda que todo está correlacionado en el planeta, una economía que vea la vida en su conjunto, no solo el beneficio monetario coyuntural.