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La zona fronteriza entre Colombia, Panamá y Venezuela podría convertirse en un centro neurálgico de las actuaciones de Hezbolá.
La presencia de la organización terrorista Hezbolá en América Latina, sin ser nueva, no deja de ser preocupante por la forma como se ha extendido en la región. Y lo más inquietante es que nuestro país, junto con Ecuador, Panamá y Perú son sus nuevos objetivos en la búsqueda por conseguir recursos para financiar sus milicias y de paso desestabilizar nuestras democracias.
Si durante décadas el grupo extremista libanés, apoyado por Irán, ha ejercido su influencia en la llamada Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, su mira está puesta ahora en otros países donde mediante negocios ilegales como el narcotráfico, la minería ilegal y el lavado de activos puede conseguir aún más. Justo lo que nos faltaba.
Estamos a escasos dos meses de que se cumplan 30 años del aniversario del atentado de ese grupo terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, en julio de 1994, que causó 85 muertos y 300 heridos. Pero hay que remontarse a la década de los 80 para entender cómo empezó a desarrollar su estrategia en este continente Irán, que con mucha discreción y casi en secreto, se introdujo en unas cuantas naciones latinoamericanas, disfrazando sus verdaderos intereses políticos con intercambios comerciales y culturales.
Es claro que Irán utiliza a Hezbolá, pero a la vez tiene su propia agenda, como lo demuestran las visitas a Venezuela, Cuba y Nicaragua el año pasado, en las que quedaron patentes sus turbias intenciones de apoyar autocracias y dictaduras en este continente que le traben el caminado a Estados Unidos, pues en últimas, para ellos este es el verdadero enemigo a batir. El entrenamiento militar con drones que les han dado a los tres países latinoamericanos, así como el traslado de tecnología para la instalación de industrias de armamento de esta categoría son prueba irrefutable.
Según el Fondo Monetario Internacional, en 2022, Latinoamérica exportó 5.000 millones de dólares a Irán, de los cuales la mayor parte fueron ventas de Brasil. La red de Hezbolá actúa como representante de Irán y opera en más de cuarenta países. En Latinoamérica han conseguido posicionarse desde México hasta Chile entrando a través de algunas colonias libanesas y a partir de ahí buscando su nicho para penetrar en diferentes negocios ilegales.
En la Triple Frontera, por ejemplo, se han descubierto explosivos y financiamiento de narcos, y en Brasil están conectados con el Primer Comando Capital, una de las mayores organizaciones criminales brasileñas vinculada a la facción terrorista en operaciones de tráfico de drogas y atracos a bancos. La mencionada frontera es una zona muy bien conectada con el resto del mundo, donde se mueve muchísimo dinero y donde diferentes estudios han detectado reclutamiento, actividad de propaganda, construcción narrativa, financiamiento y adquisición de recursos para organizaciones terroristas.
De ahí que despierte tanto interés para Hezbolá la zona fronteriza entre Colombia, Panamá y Venezuela, que podría convertirse en un centro neurálgico de sus actuaciones. El llamado “Partido de Dios” necesita autofinanciarse más cada día y por eso se ofrece como intermediario de tráficos ilícitos mediante servicios de lavado de activos a los grandes sindicatos criminales y a los carteles de la droga, con el agravante de que esas mismas redes pueden ser activadas para ofrecer logística en otros quehaceres como la planificación de atentados.
Si hace poco mencionábamos en estas páginas la responsabilidad de los terroristas de Hamás en la terrible guerra desatada en Gaza y en la opresión que sufre el pueblo palestino, vale la pena recalcar que Hezbolá, no solo es un grupo terrorista más poderoso y destructivo, de hecho Israel le teme más a Hezbolá que a Hamás, sino que es una de las razones principales del desastre económico y social en el que sobrevive el Líbano, una nación que fue modelo exitoso en el Medio Oriente y que hoy es el equivalente a Venezuela en esa región: sin luz, con una inflación brutal y millones de libaneses huyendo en desbandada de lo que fue un gran país.
Para Latinoamérica, y en especial para Colombia, la amenaza de la influencia de Hezbolá en la región es otro frente de la lucha antiterrorista que debe enfrentar en pro de la seguridad nacional. No es un enemigo pequeño, porque sus tentáculos se extienden no solo por el bajo mundo sino también entre gobiernos corruptos que buscan perpetuarse de cualquier forma, así sea con organizaciones que más adelante pueden traicionarlos. Pero es necesario estar alerta y tomar posición del lado de los valores que queremos defender en Occidente. .