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El modelo de salud de Petro

Lo que Gustavo Petro quiere vender como la panacea no es, ni de lejos, suficiente para construir un sistema que responda a las necesidades de salud de los 50 millones de colombianos.

18 de febrero de 2025
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  • El modelo de salud de Petro

El Colombiano

Cuando pensábamos que el chú-chú-chú era el punto más bajo al que podían llegar las referencias del presidente Gustavo Petro sobre el sistema de salud, en los últimos días nos hemos encontrado con que por mala que sea una situación –como bien dice Murphy– es susceptible de empeorar.

El mandatario de los colombianos, la semana pasada, hizo dos anuncios en su cuenta de X, con bombos y platillos, como si se tratara de un antes y un después en la historia de la salud en Colombia. En el primero habló de la llegada de 300.000 unidades de un medicamento para tratar el VIH y lo presentó como “la reforma a la salud que prometimos”. Y en el segundo publicó la fotografía de unas carpas, dijo que era un hospital de segundo nivel que su gobierno había instalado en el Cauca, y que “la paz es llevar los derechos del pueblo a los territorios excluidos”.

Por supuesto que a primera vista las dos son buenas noticias: es bueno que llegue un medicamento útil (lo usan cerca de 10.000 personas en el país) y es mejor tener un hospital de campaña que no tener nada. Sin embargo, lo que sí produce desazón es que el presidente Gustavo Petro presente dos acciones menores como “la reforma” con la que va a reemplazar al potente sistema de salud que ha brindado bienestar a los colombianos en los últimos 30 años.

Por no hablar de la ligereza del mandatario a la hora de tratar estos temas. El mensaje del medicamento estaba plagado de errores: escribió que hacía “retroceder el VIH” y “evita de por vida el sida”, a pesar de que no hace ni lo uno ni lo otro; incurrió en la barbaridad de estigmatizar diciendo que “el paciente portador puede incluso dejar de contaminar”, y cerró asegurando que “era carísima en el mercado”, que por eso “las EPS no las recetaban” y que su gobierno había conseguido bajarles el precio, sin darse por enterado de que el medicamento está en el Plan de Beneficios. Lo propio ocurrió con el “hospital”, menos de 24 horas después se conocieron videos en los que se veían las carpas, recién estrenadas, inundadas.

¿Cómo se le ocurre al Jefe de Estado presentar un lote de pastillas como “la reforma a la salud”? ¿Cómo le podríamos entonces llamar a lo que hizo el ministro Alejandro Gaviria, durante el gobierno Santos, que logró bajar el precio de cerca de 1.200 medicamentos?

El bombo que Petro le da al tema resulta además ofensivo para decenas de miles de pacientes con asma, cáncer y epilepsia que están pasando mucho trabajo para conseguir los tratamientos que antes fluían de las EPS a ellos con naturalidad.

Pero mientras llenamos el día a día de anécdotas y embarradas, en el Congreso hace trámite la nueva reforma a la salud, que presentó el gobierno, luego del fracaso de la primera. En ella queremos detenernos para hablar del eje de la reforma, ese que Petro repite una y otra vez, y es que quiere imponer un modelo de salud preventiva y de atención primaria en todo el país.

Esos principios nadie los discute. ¿O quién en su sano juicio está en contra de que la gente tenga buenos hábitos de salud y que un profesional de la medicina le dé una revisada de vez en cuando? Pero lo que Gustavo Petro quiere vender como la panacea no es, ni de lejos, suficiente para construir un sistema que responda a las necesidades de salud de los 50 millones de colombianos.

Petro anunció en abril que ya tenía 5.000 equipos de salud para ir hasta los hogares. Evidentemente quiere repetir lo que ya hizo como alcalde de Bogotá, con un programa que llamó “Territorios saludables”, que consistía en crear “equipos de salud” que iban casa por casa para medirle la presión a los miembros de cada familia y preguntarle cómo estaban de salud. Para ello contrataron a 8.000 personas de los cuales solo 1.000 eran médicos y enfermeras, muchos de los demás ni siquiera eran bachilleres. Al fin y al cabo, una de las tareas que tenían era la de repartir el periódico “Bogotá Humana”, que llegó a imprimir 1 millón de ejemplares con artículos que buscaban hacerle propaganda a su Alcaldía.

¿Será que los equipos de ahora también reparten el periódico Vida que imprime la Casa de Nariño?

Hay que decir que ese modelo de “salud” no es idea de Petro. En la Venezuela de Chávez se llamaba misión Barrio Adentro, con 20 mil médicos cubanos. Un directivo y creyente de esa misión, Oscar Feo, decía en una entrevista en 2022: “Barrio Adentro fue una política que benefició políticamente al gobierno (...). Se ha deteriorado mucho. Muchos consultorios populares han cerrado. Y ya no hay financiación. Antes, los medicamentos se entregaban gratis y ahora los pacientes deben presentarse con todo lo que necesitan, incluidas las jeringas”.

En Bogotá tampoco dio buenos resultados. “Las urgencias de los hospitales se mantenían al 250% de sobreocupación y conseguir una cita médica exigía hacer fila desde la madrugada o pagar por un turno. Los resultados en salud son decepcionantes: entre 2013 y 2015 (último año de la alcaldía de Petro) la mortalidad materna pasó de 26 casos a 35, los niños muertos por desnutrición pasaron de 1 a 3, la sífilis en embarazadas pasó de 525 a 620 y el VIH de 1.345 a 2.147”, explicó en su momento Luis Gonzalo Morales, dos veces secretario de salud de Bogotá.

Ahora, con Petro en la Presidencia, según los datos del propio gobierno y testimonios recogidos por EL COLOMBIANO, cada uno de los 5.000 equipos de salud en terreno están formados por siete profesionales (una psicóloga, un médico general, un enfermero y cuatro auxiliares), hacen 30 consultas a domicilio a la semana en un barrio determinado, es decir, seis al día sin contar sábados y domingo. Un promedio de menos de una consulta por cada profesional de la salud al día. Cada equipo cuesta cerca de $620 millones al año, para un total de $3,1 billones. Y, en teoría, atenderían una vez al año a 7,8 millones de hogares, de los 18 millones que hay en el país. Es decir, costaría cerca de $10 billones hacerle una visita al año a cada familia.

Pero todo son aproximaciones porque como bien se quejó la congresista Cathy Juvinao: “Ahora resulta que los billones redireccionados están embolatados. Los 44 hospitales nuevos no aparecen ni tampoco los 10.000 equipos básicos de salud. Nadie sabe quiénes son, dónde están ni cuáles son sus resultados en salud. El ministro se niega a entregarle la información al Congreso”.

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