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El presidente Gustavo Petro ha demostrado un particular fastidio cuando le llevan la contraria. No es de ahora. Desde cuando iba a la escuela ya era obstinado. Lo que ha pasado ahora es que se le ha acentuado ese rasgo de su personalidad.
El país ha sido testigo de ello con la purga que hizo en su gabinete por el boicot que le montaron en el consejo de gobierno televisado. Por eso hemos visto tantos cambios en su equipo de gobierno, ya van 52 ministros y 126 viceministros en dos años y medio. Como si los altos funcionarios públicos fueran desechables. Los funcionarios ya no se atreven a llevarle la contraria por más equivocado que crean que esté.
En los consejos de ministros, después de la purga, se ven funcionarios sumisos, que casi no hablan ni argumentan. Al que diga algo que no le gusta al presidente lo sacan, como acaba de pasar con el ministro de Hacienda, Diego Guevara, quien apenas llevaba tres meses en el cargo.
Guevara fue designado como titular de las finanzas públicas en diciembre de 2024, en reemplazo de Ricardo Bonilla, que terminó salpicado en las denuncias del escándalo de la Unidad Nación para la Gestión de Riesgos, UNGRD, y contratos para congresistas a cambio de la aprobación de proyectos.
Por eso su salida causó sorpresa teniendo en cuenta el corto tiempo en el que duró en esta cartera. Si bien, su nombramiento fue recibido con un poco de recelo por ser un académico heterodoxo, las aguas se fueron calmando tras los anuncios ponderados del funcionario sobre la necesidad de reducir el déficit fiscal y controlar el gasto.
Pero tal vez, esto fue lo que lo llevó a su salida del gabinete, su posición seria y ponderada. En una entrevista con Blu Radio dijo que el gobierno estaba evaluando la posibilidad de hacer un recorte adicional a los 12 billones de pesos que quedaron faltando este año, porque el Congreso no aprobó la segunda reforma tributaria del ejecutivo, ni un presupuesto desfinanciado.
Aseguró que su objetivo era continuar con “una senda de manejo juicioso de las finanzas públicas” teniendo en cuenta que el déficit fiscal llegó el año pasado a 6,8% del PIB, muy superior al 5% previsto inicialmente. De ahí, que Guevara insistiera en hacer recortes adicionales, sin afectar los recursos de inversión, y enviar mensajes de tranquilidad y confianza a los mercados y a las calificadoras de riesgo que están mirando el comportamiento fiscal con mucha atención.
El propio Petro destacó la seriedad del ministro al señalar que conocía el proceso para evitar que la elevada deuda interna y externa ahogara al país y tenía que luchar para “disminuir el déficit fiscal heredado del gobierno Duque”. Guevara fue viceministro de Hacienda de José Antonio Ocampo y se mantuvo durante el paso de Bonilla. A Ocampo, un funcionario de amplia trayectoria técnica, con gran prestigio nacional e internacional, lo sacó Petro en abril del 2023 precisamente porque él presentó objeciones sobre la reforma a la salud.
¿Por qué si Petro destacó la gestión de Guevara lo saca ahora? ¿Qué hay detrás de esta salida? ¿Será que al mandatario no le gusta que se hable de recortes y ajustes en momentos en que necesita la maquinaria estatal para impulsar la campaña electoral del 2026?
Desafortunadamente la respuesta a esta última pregunta parece ser positiva y sería un hecho lamentable y grave, como lo reconoció el exministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, quien dijo que lo que menos le conviene a Colombia y al gobierno es un ministro de Hacienda que haga caso y que no maneje con pies de plomo las finanzas públicas porque envía un mal mensaje a los mercados, puede elevar el costo de la deuda ante la mayor volatilidad en el dólar y frenar una baja en las tasas de interés.
El nuevo ministro, Germán Ávila, conoció a Petro como militante del M19 y en los últimos 30 años ha estado al frente de la Federación Nacional de Vivienda Popular. Con un presidente populista, proclive a anunciar gastos aquí y allá, su papel será crucial.