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La propuesta presentada por el presidente Iván Duque Márquez ante la 75 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de crear una Alianza Global para la Protección de los Páramos sorprendió a la comunidad internacional y dividió al país entre quienes defienden la iniciativa y aquellos que consideran que no es coherente con algunas de sus decisiones relacionadas con el manejo de esos santuarios de vida natural.
En su exposición ante la ONU, en este momento de pandemia, reflexión sobre nuestra relación con la naturaleza, el cambio climático y la ética social para proteger las especies, los ecosistemas y la vida misma del hombre en el planeta, el presidente Duque tocó temas válidos y trascendentales, que sin duda tendrán grandes repercusiones locales e internacionales.
Colombia cuenta con el 50 % de los páramos del mundo, alrededor de 2.990.000 hectáreas de estos ecosistemas, distribuidos en 36 complejos en sus tres cordilleras y la Sierra Nevada de Santa Marta; 22 de ellos están abrigados en el sistema nacional de parques nacionales. Son claves en la regulación del ciclo del agua y de sus manantiales depende el abastecimiento del 70 % de la población nacional, la mayoría concentrada en ciudades capitales e intermedias y municipios.
Su rol en la naturaleza es fundamental para el equilibrio ambiental del planeta por su capacidad de captura de carbono, responsable del cambio climático, albergan una gran biodiversidad, alto porcentaje de ella endémica, son la casa del jaguar y el oso de anteojos, entre otras variedades de mamíferos.
Vale destacar que en materia ambiental la legislación colombiana es absolutamente clara, pero requiere de efectividad por parte de todo el estamento oficial, desde las alcaldías hasta el alto gobierno, con acompañamiento de especialistas, académico y campañas de educación y sensibilización para toda la población.
Distintas investigaciones científicas afirman que los páramos nacionales están relativamente bien conservados, sin embargo, cada vez requieren mayor atención por el avance de la potrerización de sus entornos, la extensión de la frontera agrícola y la depredación mafiosa transnacional.
Debe entenderse que históricamente estos espacios han sido habitados por poblaciones campesinas y ancestrales, que no pueden ser expulsadas de los mismos, al contrario deben ser convertidas en protagonistas de su conservación con planes de sostenibilidad que les garanticen una vida digna.
Defender los páramos para beneficio de la ciudadanía universal y legado de las futuras generaciones, no quiere decir que Colombia esté privándose de la soberanía ni de su dominio sobre los mismos, pero sí de su facultad dispositiva para que sea la humanidad, en este caso a través de la ONU, la que se ponga al frente de su protección.
En el contexto de esta propuesta global tendrían gran significación las decisiones que se adopten, en el corto plazo, con respecto a algunos litigios ambientales nacionales, caso páramo de Santurbán, ícono de la reclamación de la sociedad colombiana, frente a las pretensiones de la multinacional árabe Minesa de desarrollar minería a gran escala en el bosque altoandino, que pondría en riesgo el abastecimiento de agua para 2,5 millones de personas.
Importante tener en cuenta los conceptos de expertos que reclaman al Gobierno conectarse más con las expectativas de la comunidad internacional por el colapso de la biodiversidad, los efectos del cambio climático, la vida de poblaciones vulnerables, apostándole a una nueva corresponsabilidad global ambiental.