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100 días de Trump: ¿va perdiendo la guerra?

Los 100 días de Trump son la crónica de los peligros que conlleva para los empresarios ilusionarse con ideas populistas y nacionalistas que surgen en campaña, olvidando que así como parecen abrirse oportunidades, pueden materializarse terribles riesgos.

hace 3 horas
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  • 100 días de Trump: ¿va perdiendo la guerra?

La llegada de Donald Trump a su segundo mandato generó una ola de entusiasmo prácticamente unánime en el mundo empresarial de Estados Unidos. Desde Wall Street hasta Silicon Valley, el empresariado de todo el espectro ideológico mostró un inusual alineamiento con el nuevo presidente.

Por un lado, el ala más tradicional de las compañías listadas en la Bolsa de Nueva York veía en Trump la promesa de un entorno más amigable para hacer negocios: menores impuestos, más facilidad para realizar grandes transacciones y una agenda de desregulación que facilitaría el crecimiento de los ingresos y utilidades de las principales compañías del país en el corto plazo.

Por el otro, yendo de la costa Atlántica hacia la Pacífica, en Silicon Valley —tradicionalmente cercano a los demócratas— también se produjo un masivo y sorpresivo giro hacia Trump, con muchos de los líderes de las principales compañías de tecnología del país decepcionados con las restricciones regulatorias de la administración Biden y entusiasmados con la promesa de mayor libertad para la innovación.

Figuras como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg no solo manifestaron su simpatía; también actuaron en consecuencia. Musk, por ejemplo, no solo apoyó la agenda de Trump durante la campaña, sino que rápidamente se convirtió en una de las figuras más influyentes dentro de la Casa Blanca. Zuckerberg, por su parte, impulsó cambios en Facebook e Instagram para aligerar sus políticas de contenido, reduciendo los controles de moderación y eliminando parte del impulso a las políticas de diversidad e inclusión.

Las bolsas respondieron con euforia a la expectativa de un nuevo ambiente pro-empresa: entre el día de la elección y el primer mes del mandato de Trump, las compañías del índice Russell 3000 —que agrupa a las compañías más representativas cotizadas en Estados Unidos— sumaron cerca de 4 billones de dólares en capitalización bursátil, un monto superior al PIB de cualquier país del mundo, exceptuando a China, India, Japón y Alemania. Era la materialización del romance entre America First y Wall Street.

Pero la luna de miel no duró mucho. Apenas 100 días después, que se cumplen hoy, la relación entre Trump y el empresariado se ha tornado en una fuente de tensión, incertidumbre y creciente preocupación. Lo que comenzó como una promesa de época dorada se ha transformado en un escenario de volatilidad aguda y perspectivas opacas.

La chispa inicial de la crisis fueron los aranceles y la constatación de que la lógica de Trump contra el libre comercio no era mera retórica. Para empresas como Apple, Tesla, General Motors, Nike, Nvidia, Ford y cualquier otra compañía dependiente de cadenas de suministro complejas, el escenario actual de guerra comercial con China —y la posibilidad latente de represalias contra prácticamente cualquier país del mundo— dibuja un panorama lúgubre: la confianza en la estabilidad que proveía Estados Unidos para la forma en que estaban acostumbradas a llevar el giro ordinario de sus negocios llegó a su fin.

A medida que los aranceles se han convertido en una herramienta de política pública y diplomática recurrente y errática, Wall Street, que celebraba con euforia la victoria de Trump, ahora opera en modo de alerta frente a los Trumponomics. Empresas como Tesla, otrora ganadoras de la era Trump, han visto caer su valor en cifras de doble dígito desde su pico tras la reelección.

Al mismo tiempo, el carácter cada vez más agresivo del movimiento MAGA ha generado temores de un deterioro institucional profundo. Las purgas en el aparato burocrático, la confrontación con la Reserva Federal y las amenazas contra organismos regulatorios han consolidado la percepción de que Estados Unidos podría estar dejando de ser el refugio de estabilidad jurídica y política que había atraído capitales globales durante décadas.

Para Silicon Valley, la desilusión ha sido igual de veloz. Aunque Trump parece estar cumpliendo su promesa de desregular sectores como el de los criptoactivos, su guerra comercial golpeó de lleno a las cadenas de suministro tecnológicas, encareciendo componentes clave y deteniendo proyectos de inversión.

En las semanas más recientes, en todos los sectores, Estados Unidos ha pasado de ser el motor de los mercados globales a convertirse en un foco de volatilidad y riesgo. La inversión en bonos del Tesoro, tradicional refugio en tiempos de turbulencia, también ha comenzado a flaquear, con el aumento en las tasas de rendimiento de los bonos siendo acompañada por una depreciación del dólar frente a las principales monedas del mundo.

Apenas 100 días bastaron para que la era de dominio económico de Estados Unidos se viera amenazada desde adentro. Wall Street, Silicon Valley y, más importante aún, el consumidor estadounidense, enfrentan ahora un escenario donde el crecimiento y la estabilidad están subordinados a la imprevisibilidad de Trump.

La historia de estos primeros días Trump 2.0. es la crónica de los peligros que conlleva para muchos empresarios ilusionarse con ideas populistas y nacionalistas que surgen en campaña, olvidando que, del otro lado de la moneda, así como parecen abrirse oportunidades, también pueden materializarse —con alta probabilidad— terribles riesgos.

La guerra de aranceles que declaró Trump parece estarla perdiendo. .

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