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¿Y cómo va el país?

Si analizamos la calidad de la administración de lo público, vamos mal en la mayoría de las ciudades; por el lado del gobierno central no podría ser peor.

29 de mayo de 2023
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  • ¿Y cómo va el país?

Por Josefina Agudelo Trujillo - josefina@tcc.com.co

En medio de tanta controversia que ronda el panorama político actual, amigos y familiares me hacen con frecuencia esta pregunta; algunos con el fin de refrescar el optimismo y otros para ratificar su convicción de que vamos hacia un abismo.

Siento gran responsabilidad al expresar mi opinión; una respuesta simple (bien, regular o mal) no dice nada y una respuesta emocional podría parecer en extremo optimista o pesimista.

Hablar de cómo va el país se parece un poco al estado del clima: una cosa es la temperatura real y otra la sensación térmica. Indicadores duros (datos medibles) vs. indicadores blandos (encuestas de percepción).

Para empezar mi respuesta suelo responder con otra pregunta: ¿Cuál país, el económico, el político o el social?

Aunque los tres países habitan la misma econosfera (ecosistema donde ocurre la vida humana) lo que ocurre en uno impacta los otros y parece que no evolucionan en forma sincronizada.

Para analizar el país económico contamos con indicadores duros: Crecimiento del PIB, (mal, igual que la mayoría de países) tasa de desempleo (mejorando, preocupa la informalidad), precio del dólar (regular para las importaciones, bueno para exportar) indice de precios al consumidor (mal, cede muy despacio) tasas de interés (mal, están muy altas, desmotivan la inversión).

Conclusión, el país económico va regular; explicable en su mayor parte por el fenómeno cíclico de la economía post pandemia, adobado con el nerviosismo inversionista que genera el presidente Petro en sus “balconazos”.

Para analizar el país político un aspecto positivo consiste en observar el funcionamiento adecuado de la democracia previsto en la constitución de 1991; el equilibrio de poderes está funcionando. Frente a la actitud soberbia del gobierno de turno, el congreso y las cortes están haciendo su tarea.

Si analizamos la calidad de la administración de lo público, vamos mal en la mayoría de las ciudades; por el lado del gobierno central no podría ser peor. Muchas ideas, pocos planes. Las encuestas de favorabilidad de los políticos lo ratifican.

Finalmente, el país social, como fin superior para el cual deben servir la economía y la política, se está deteriorando.

La inflación pega muy duro al bolsillo de los hogares y la percepción de inseguridad, tanto en la ciudad como en el campo, van en ascenso. EL paraíso del cambio para vivir sabroso que prometió el presidente no se materializa y los posibles impactos de las reformas en curso, especialmente las de salud y laboral, generan miedo en las personas a perder la atención en salud y los empleos de calidad.

Y si la pregunta es hacia dónde va el país, entonces la respuesta se me hace fácil: el futuro no se predice, el futuro se imagina, se planea y se construye.

No queremos un país en el que la mayoría de la gente viva del rebusque y los subsidios y no tenga la posibilidad de aportar a la seguridad social. No queremos un país donde las personas que van de regreso a casa teman por su vida y sus bienes y les toque pagar “peaje extorsivo” a los grupos que controlan el territorio.

Sí queremos un estado eficiente, que administre bien la riqueza que tanto trabajo cuesta construir. Sí queremos que se creen nuevas empresas que proporcionen empleos de calidad. Sí queremos una sociedad que aprenda a resolver sus conflictos sin acudir a la violencia. Sí queremos una democracia que nos permita opinar, elegir y fiscalizar la inversión de los dineros públicos.

Entonces enfoquémonos en los fines y no en los medios. Identifiquemos cómo desde nuestra posición como personas y/o líderes de instituciones podemos aportar. Abramos todas las conversaciones posibles, aunque parezcan improbables; actuemos como protagonistas y no como víctimas en la construcción de nuestra propia historia.

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