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Estos serían los titulares de guerras ajenas que perturbarían el sueño del presidente de Colombia... si solo aparecieran las palabras mágicas: Gaza, Palestina, Ucrania:
Chocó, Cauca, Nariño: los puntos críticos de la emergencia humanitaria en el país.
Cúcuta tendría toque de queda después de ola de atentados del ELN con explosivos.
Cinco ataques con explosivos sacudieron a Cúcuta en la madrugada
Gobernadora del Chocó denuncia crisis humanitaria.
Desolación y miedo en Condoto y otros cinco municipios de Chocó por el paro armado del ELN.
Más de 2.000 menores se encuentran sin acceso a clases por bloqueo armado del ELN en Chocó.
Fuerte crisis de seguridad en el país: Colombia amanece con atentados en Popayán, Cúcuta y Chocó.
A 85.000 ascienden los afectados por la guerra en El Catatumbo entre el ELN y disidencias de las Farc.
Pero ninguno de estos titulares bastará para captar la atención de Gistavo Petro. No hay conflicto que valga si no da titulares internacionales... si no lo hace ver como un gran líder global.
Para él, la historia no se detiene por las tragedias locales. No hay discursos, trinos indignados ni posturas grandilocuentes sobre los ríos de sangre que corren en Colombia. No hay marchas en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño por los niños que han dejado de ir a la escuela por culpa de los fusiles.
Porque para Petro, su legado no se construye en rincones olvidados ni en los gritos de las víctimas que nadie escucha. Se construye en los escenarios internacionales. Está obsesionado con la historia... pero no con la nuestra. Prefiere condenar guerras en otros continentes mientras ignora las que consumen su propio país. No es un error, es su forma de gobernar. Lo suyo no es enfrentar la realidad colombiana sino dictar cátedras en foros internacionales, donde las cámaras lo enfocan y puede hablar de imperios y revoluciones sin que nadie le recuerde que su país está en llamas.
Pero el presidente no gobierna, solo viaja, tuitea y predica. La realidad de Colombia es brutal. En las zonas más golpeadas, la guerra no se detuvo nunca. Solo cambiaron los actores y las excusas. El ELN y las disidencias se reparten territorios, el narcotráfico sigue fluyendo, las comunidades son desplazadas y la población civil queda atrapada en un conflicto que ya ni siquiera se esfuerzan en disfrazar... no es que Petro no sepa lo que pasa. Es que simplemente no le importa.
En Colombia no eligieron un presidente, sino un comandante de las causas ajenas. Alguien que prefiere marchar por las guerras que no libra, mientras las que desangran a su país quedan sepultadas en el olvido. No gobierna, pontifica. No resuelve, denuncia. No enfrenta, escapa.
Mientras Petro juega a ser estadista global, Colombia se desangra en el silencio. En el Chocó, en el Catatumbo, en Cúcuta, la gente no necesita discursos grandilocuentes ni trinos indignados: necesita un presidente que gobierne, no un activista con avión oficial. Pero él ya eligió su trinchera, y no es Colombia.
