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Sobre música necesaria

La música no tiene una definición completa. Se dice que es la mezcla de las posibilidades de la voz humana con distintos instrumentos juntos, para crear emociones.

07 de diciembre de 2024
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  • Sobre música necesaria

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Instrumentos, a la que llegan los que han leído el libro de Aarón Copland (Cómo escuchar la música) y el de Humberto Valverde (Celia Cruz, Celia Rumba), los que crean melodías (con sus debidos timbres, armonías y ritmos), los que bailan siguiendo un instrumento, una voz o un tono (tangueros y milongueros); los que se abrazan y bailan corto siguiendo algún bolero de Jaime R. Echavarría (valen también los de Agustín Lara y Rafael Hernández), los que fluyen escuchando El moldaba (el poema sinfónico de Bedrich Smetana), los que vibran los conciertos de los muchos instrumentos de J. S. Bach (llamados de Brandenburgo), los que se deslizan suavemente abrazados mientras oyen las canciones de Cesaria Evora, los que saben de fados, pasodobles, murgas y tangos como Libertango (de Astor Piazzolla) o Santa María (Del Buen Ayre) del grupo Gotan Project, o se arriesgan con los de Melingo o los restaurados por la orquesta Romántica Milonguera (Poema, Bomboncito, por ejemplo). Y siguen los que recuerdan canciones como las de interpretan Puerto Candelaria, que se oyen, cantan y bailan, sin que falten los nostálgicos que se mueven con los ojos cerrados. Y bueno, la música nos rehace, nos enamora, está ahí para recibir la vida, como en esa danza maravillosa (interpretada por Anthony Queen) de Zorba el griego, que es un volver a comenzar.

La música no tiene una definición completa. Se dice que es la mezcla de las posibilidades de la voz humana con distintos instrumentos juntos, para crear emociones. También que es una instrumentalización de cobres, cuerdas, vientos, que crean historias en quien la oye imaginando. Y en la literatura, es también historia. Thomas Mann, escribió El doctor Faustus, la vida de Adrián Leverkühn, un gran músico (ficticio) que narra el ascenso y caída de Alemania. También se escribió El contrabajo, de Patrick Süskind, y la lista es larga. Las palabras bien dichas y escritas son música.

Por estos días he vuelto a leer Pequeño libro de instrumentos musicales, de Pablo Montoya (con ilustraciones de Sofía de la Rosa Toro). Y el libro me ha vuelto a emocionar. Pablo Montoya, en pequeños textos de buena prosa, escribe sobre 38 instrumentos (desde el piano hasta la voz humana), contando qué son, cómo se oyen, qué historias tienen, cómo suenan en palabras. Y este libro (especie de libro arte), es suave en su lectura, suena, lleva a imaginaciones diversas y, si se quiere se puede bailar moviéndose con pasos delicados, una mano en la espalda y la otra encontrándose con otra mano. Hermoso libro este, que enseña a oír.

Acotación: para estos días tan alborotados que vivimos, hay que regresar a la música necesaria. A la que cuenta historias y enseña a escuchar los instrumentos y, si es del caso, permite bailar convirtiendo a dos en uno que abren cancha, como escribe Borges en el Hombre de la esquina rosada.

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