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Adolescencia

hace 19 horas
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  • Adolescencia

Por Natalia Zuluaga Rivera - nataliaprocentro@gmail.com

Mi amiga Verónica tiene un hijo de 15 años, me llama con la voz entrecortada y me dice que está viviendo la etapa más difícil como madre. Siente que le ha dado todo y cree que aún así no ha sido suficiente porque no lo ve feliz. Su hijo se sumerge en las redes sociales, siente que es ahí donde él quiere estar, encerrado en su cuarto, “consumiendo contenido” al que ella no puede acceder. Hablamos de la serie “Adolescencia”, de las coincidencias y los cambios profundos en el comportamiento de su hijo.

No me detendré en el caso ficticio de la serie, ni de Jamie (protagonista) y su comportamiento desviado que lo lleva a asesinar a una compañera del colegio que lo rechaza públicamente en una red social, tampoco en la narrativa del rechazo 80/20, ni en la comunidad Incel (Celibato Involuntario), ni en la “Manosfera” y las masculinidades que promueven “influencers y youtubers misóginos”, normalizando la violencia contra las mujeres.

Solo quiero hacer una reflexión, porque el vacío y desasosiego que te sacuden luego de ver esta serie es enorme y te obligan a repensar en qué estamos fallando los padres, y educadores, y los retos que te impone la sociedad contemporánea para criar a nuestros hijos. Estamos viendo adolescentes con ausencia de valores, falta de empatía y falta de respeto al prójimo.

Nuestros padres, antes tenían el control de nuestros grupos sociales, sabían quienes eran nuestros amigos, qué hacíamos tanto tiempo en la calle y la hora de finalización del juego era clara y precisa en la voz de mamá: ¡Se entran ya! Hoy no podemos saber con quienes interactúan nuestros hijos, si esa amistad es buena o mala, si detrás de esa red hay una persona con buenas intenciones o un delincuente oculto. Creo que ahora puede ser más peligroso que un niño esté encerrado en su cuarto a que esté en la calle jugando.

Los adolescentes de hoy encuentran el reconocimiento y la atención que necesitan en las redes sociales, allí se sienten más vistos y escuchados que en sus propias casas; en las redes los ven y obtienen “Likes” instantáneos y respuestas rápidas, allí se sienten importantes. Nosotros los padres, si bien vivimos en la misma casa con ellos, estamos desconectados de su mundo, no sabemos cómo piensan, qué sienten, qué necesitan, no los miramos a los ojos al hablarles. Yo creo que es ahí donde recae nuestra responsabilidad como padres, en la desconexión e incomunicación con nuestros hijos.

Está también la falta de regulación de redes sociales que no tienen aún el control para vigilar e impedir que menores de edad accedan a contenido inapropiado, y sean manipulados por ideologías extremistas en línea.

Finalmente, al sistema educativo le preocupa más tener alumnos con notas sobresalientes que brindarles educación emocional. Las escuelas no entienden las señales de alerta en estudiantes víctimas de bullying o acoso, allí también se nota la desconexión.

La invitación es: conversar con los hijos, escucharlos, estar ahí para ellos, reírnos con ellos, comer y hacer plan con ellos, estar presentes y hacerlos sentir amados e importantes. Solo de esta forma querrán refugiarse en nosotros y no en sus redes sociales. Demos ejemplo de actos buenos, enseñémosles hasta el cansancio qué está bien y qué está mal. También está en nuestras manos entregar un ser humano bueno a la sociedad.

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