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Es difícil argumentar que los impuestos en Colombia sean bajos, y es aún más difícil ser optimista respecto a la capacidad del Estado para aumentar su recaudo en el mediano plazo.
Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu
La discusión respecto a qué tan altos son los impuestos en Colombia es complicada. Lo es porque, además de las controversias ideológicas que este tipo de conversaciones despiertan, el sistema tributario del país es bastante complicado. Hay tantos tipos de impuestos, cada uno de ellos con su propia serie de tarifas, deducciones y exenciones, que es difícil, incluso para uno como individuo, saber cuánto realmente paga de impuestos. Lo que quiero hacer hoy, entonces, es ofrecer una mirada panorámica para ayudar a identificar, en medio de tantos detalles, los elementos esenciales para responder la pregunta de qué tan altos son los impuestos en el país.
Para empezar, el Estado colombiano recoge algo más del 20% del PIB. Es decir, de toda la riqueza generada por la sociedad cada año, el Estado se apropia de cerca de un cuarto de ella. Qué tan justo sea esto es una discusión interesante en la que no entraré. Lo que quisiera señalar es que esa cifra está en el rango medio de países con ingresos similares (véase gráfico). Esto es importante mencionarlo porque países con mayores ingresos, donde los excedentes productivos son más altos, tienden a tener mayores recaudos tributarios. Por tanto, cuando muchos dicen que en Colombia se pagan pocos impuestos porque en Francia o Italia, por ejemplo, el recaudo es superior al 40% del PIB, ignoran que ningún país con el nivel de ingresos de Colombia logra recaudar una cifra equivalente.
Entonces, quizá la primera conclusión es que en Colombia el recaudo es más o menos el que uno esperaría de un país con su nivel de ingresos.
Ahora bien, la estructura tributaria importa y en Colombia, el rasgo más resaltable de esta es que recae extraordinariamente sobre impuestos indirectos, impuestos al consumo o al valor agregado, en particular. Esta es una segunda conclusión. Mientras en un país promedio de la OCDE los impuestos al consumo y al valor agregado representan cerca del 30% del recaudo total, en Colombia esta cifra es superior al 40%. Adicionalmente, la pequeña fracción que se recauda de forma directa está primordialmente compuesta por tributación corporativa. Las empresas, a través de tributos directos, terminan contribuyendo 3 veces más de lo que aportan los individuos. Así, en Colombia el impuesto de renta individual contribuye menos del 7% de todos los ingresos tributarios y el de empresas cerca del 25%, mientras que, en Francia e Italia, los individuos aportan el 21% y el 26%, respectivamente, y las firmas cerca del 2%.
No son entonces sorprendentes los reclamos de gremios que describen cómo, en Colombia, los impuestos a las empresas son exorbitantes. Según datos de Tax Foundation, en 2022 Colombia estaba en el puesto 4 de los países con mayores tasas legales del impuesto sobre la renta de sociedades (35%). En este ranking, Colombia solo era superada por Comoros, Puerto Rico, y Surinam. Piensen que esta tasa es del 25.83% en Francia y del 27.81% en Italia.
Dicho esto, en la práctica no todas las empresas colombianas pagan una tasa del 35%. De hecho, dado el gigantesco tamaño del sector informal, es muy factible que la mayoría de las empresas del país realmente no declaren sus rentas o las infravaloren drásticamente. Este es bien sabido el caso, incluso, de muchos negocios grandes en sectores como la distribución de alimentos y el comercio. Mientras tanto, la tasa efectiva de las empresas que sí son detalladamente observadas por la DIAN suele ser superior al 35% -en algunos sectores, como los hidrocarburos, aquella es cercana al 70%- y la reforma tributaria aprobada el año pasado no hizo más que profundizar esto. Así, si agregamos además el hecho de que la inmensa mayoría de las empresas formales del país son pequeñas, no es de extrañar que cerca del 80% del recaudo de sociedades venga exclusivamente de grandes contribuyentes, es decir, de poco menos de 2,500 empresas formales.
Tenemos entonces aquí una tercera conclusión: los impuestos a las empresas en Colombia son particularmente altos y estos reposan, en su mayoría, sobre un puñado de firmas grandes.
Finalmente, usted quizá haya declarado renta en las semanas recientes y esté sorprendido al observar lo poco que aporta ese impuesto a las finanzas del Estado. Esto se debe a que las tasas máximas son algo bajas comparadas con países de la OCDE y la base de contribuyentes es bastante pequeña, ya que el umbral de ingreso para empezar a contribuir es superior al ingreso medio. Entonces, es un impuesto al que la mitad más pobre no está sujeto y al que el 0,1% más rico debe pagar relativamente poco.
Y aunque esto lleva a muchos a señalar que los individuos pagan pocos impuestos en Colombia, ignoran las dos conclusiones presentadas previamente aquí. Por un lado, los dueños de las empresas más grandes pagan impuestos muy altos a través de ellas y las clases bajas ven buena parte de sus ingresos diezmarse por impuestos indirectos.
Considerando todo esto, es difícil argumentar que los impuestos en Colombia sean bajos, y es aún más difícil ser optimista respecto a la capacidad del Estado para aumentar su recaudo en el mediano plazo. Los espacios de alto potencial de recaudo ya tienen cargas bastante altas. Mientras la estructura productiva del país no cambie, esto tampoco cambiará. Por tanto, la conversación sobre tributación en el país debería reconectarse a la discusión sobre productividad y crecimiento de largo plazo. Solo con el aumento del nivel de ingresos y la reducción de la información surgirán oportunidades de aumento tributario significativas.