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Este no es un golpe al metro. Es un golpe a la gente por la que juró trabajar. El presidente no cree en las primeras líneas del metro porque no le sirven para su narrativa.
Por Sofía Gil Sánchez - @ladelascolumnas
A Gustavo Petro no le gustan las primeras líneas del metro... le incomodan sin importar si son en Bogotá o en Medellín. Prefiere las otras primeras líneas, las que incendian buses, bloquean calles y paralizan ciudades. Esas sí tuvieron financiación y respaldo cuando más lo necesitaron. Pero cuando se trata de mover a la gente en metros modernos y eficientes, el freno es inmediato. No es un error, es una elección.
El Decreto 0069 de 2025 es la lápida de muchos proyectos estratégicos, entre ellos el Metro de Bogotá y el Metro de la 80 en Medellín. El Gobierno Nacional decidió congelar 770.000 millones de pesos para la primera línea en la capital y 980.000 millones de pesos para nuestra ciudad. Más de 1,7 billones de pesos que ya estaban comprometidos que desaparecen del panorama bajo la excusa de una crisis fiscal que esconde el sabotaje político premeditada.
Mientras Medellín ha hecho su parte, asegurando vigencias futuras y aportando 684.000 millones de pesos, y Bogotá sigue adelante pese a la incertidumbre, el Gobierno Nacional no tiene voluntad (ni vergüenza). El presidente no quiere metros, quiere trancas. La inmovilidad es conveniente para su discurso.
El mensaje es claro: el desarrollo se frena y el incendio al país se acelera. En 2021, en plena ola de protestas, grupos de la llamada “primera línea” recibieron recursos, apoyo político y hasta propuestas de inclusión en programas de Gobierno. Hoy, esas mismas personas que bloquearon el país y destruyeron el transporte público en ciudades como Cali y Bogotá tienen más respaldo del Ejecutivo que la infraestructura clave que beneficiaría a millones de ciudadanos. La parálisis se premia y el progreso se castiga, los bloqueos se financian y los proyectos se bloquean.
El argumento del para justificar esta decisión es la situación fiscal del país. Es cierto que las finanzas públicas están en crisis, pero también es cierto que el gobierno Petro ha encontrado recursos para todo tipo de caprichos políticos. La chequera ha estado en blanco para los miles de millones en burocracia, contratos turbios y entidades que no generan desarrollo. Pero para el futuro sí hay aplazamiento.
Gustavo Petro hizo lo que mejor sabe: echarle sus problemas a otros. Condenó a estos proyectos a esperar al próximo presidente... esperando que alguien más se haga cargo de lo que él no quiso hacer. No es incapacidad, es cálculo político.
Este no es un golpe al metro. Es un golpe a la gente por la que juró trabajar. El presidente no cree en las primeras líneas del metro porque no le sirven para su narrativa. Prefiere las que prenden fuego en las calles, no las que llevan progreso sobre rieles.
En la historia quedará registrado quién construyó y quién destruyó, quién apostó por el progreso y quién lo frenó por mezquindad. El metro, tarde o temprano, llegará. Pero el daño de Petro ya está hecho... no solo ha saboteado los proyectos, sino que ha demostrado que, cuando el desarrollo no le conviene, prefiere que nada avance. Ese será su verdadero legado: el odio al avance.