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Que no estaba ese día o que no tiene conocimiento de tantos hechos de su entorno indica una de dos cosas: o Feria es un inepto que cuida al Presidente, o lo sabe todo pero lo oculta protegiendo intereses de más alto nivel.
Por Melquisedec Torres - @Melquisedec70
Pareciera que el país, o esa parte que llamamos así pero no lo es todo, hubiese acordado – sin hablar, sin mirarse a los ojos – establecer un silencio tan sepulcral como el que hoy acompaña el cuerpo inerte del coronel Oscar Dávila para olvidarnos del mismo. Ese país, el del poder, se sometió a las palabras de la vicefiscal Mancera: “está resuelto, los fiscales muy seguramente cerrarán el caso”.
Para efectos puramente judiciales sí está cerrado: Dávila se suicidó de un disparo. Pero no para el resto de la historia; Dávila era parte sustancial de acontecimientos que no han sido investigados y aclarados. Y entre ellos se pasea el silencio, el que los mafiosos italianos volvieron código de honor, la Omertà: tres patrulleros y un intendente se negaron a declarar, al igual que el esposo de Laura Sarabia quien apeló a la no auto incriminación; Benedetti alegó no haber sido citado pero la Fiscalía afirma que sí se reunió con un fiscal y, sin declarar, denunció más amenazas.
La que sí habló fue Laura, pero como víctima denunciante del robo de dinero y de documentos que, según ella, eran de seguridad nacional. No cualquier papel de la oficina presidencial es de seguridad nacional; baste recordar que Trump es enjuiciado por llevarse documentos de la Casa Blanca a su mansión. El coronel Carlos Feria, jefe de Dávila, se escurrió de cualquier responsabilidad pese a que es Jefe de Seguridad Presidencial, un cargo en el que nada puede o debe pasarse por alto pues ahí todo sí es de seguridad nacional. Que no estaba ese día o que no tiene conocimiento de tantos hechos de su entorno indica una de dos cosas: o Feria es un inepto que cuida al Presidente, o lo sabe todo pero lo oculta protegiendo intereses de más alto nivel.
¿Y el conductor de Dávila? El subintendente Osman Galeano, sorpresa, está de vacaciones. La vicefiscal no dio razón de qué han investigado en torno a él. Mientras se indaga la acusación del abogado Del Río Malo de que la Fiscalía indujo ese acto mortal, Galeano debería ser aún considerado el principal testigo y también eventual sospechoso.
No se cierra pues esta tragedia tiene varios capítulos pendientes:
¿Qué cosas tan graves sabía Dávila al punto de llevarlo al suicidio? ¿Miedo a una Fiscalía que podía ofrecerle inmunidad a cambio de contarlo todo? “Yo no me puedo pronunciar ante esto... me acaban”, le dijo a la periodista Sylvia Charry dos horas antes de dispararse, ¿Quiénes lo acababan?
Y falta la verdad sobre:
Daysuris Vásquez, exesposa de Nicolás Petro, primera denunciante de dineros sucios en la campaña.
Uso del polígrafo con signos de secuestro, según la víctima Marelbys Meza, y chuzadas a ella y otra empleada doméstica, Fabiola.
Audios de Benedetti sobre financiación ilegal de la campaña.
Investigación de La Silla Vacía del pago no reportado a miles de testigos electorales; eventos masivos de Petro en plazas antes de la etapa legal de campaña sin reportar gastos; sofisticados asesores catalanes; ¿Gratis? Pues debieron aparecer como donaciones.
El suicidio del coronel apenas nos muestra el comienzo del largo brazo de esta historia.