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Elogio de los gariteros

De lejos sabían quiénes éramos los integrantes del “Sindicato de capadores de clase de La Salle”. Su presidente perpetuo es Fabio Muñoz Correa. Soy el vicepresidente.

07 de noviembre de 2024
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  • Elogio de los gariteros

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

Viven en estado de tas-tas perpetuo. Se tienen prohibido permanecer quietos. Parece que padecieran el mal de san Vito. Llenan la vida de lúdica. De alegría.

Su destino – el mejor nombre para los oficios- consiste en poner las bolas del billar. Bueno, también ponen las fichas del ajedrez, las cartas, el dominó. Sirven el tinto, el agua aromática, o el licor. Todo por un salario tan flaco que cabe por debajo de la puerta del apartamento. Como el periódico del martes.

A los primeros gariteros los conocí en los cafés del Envigado de los años sesenta. Los frecuentábamos los desertores de las clases de química y física del colegio de La Salle. (En este noviembre, los bachilleres-náufragos que se graduaron en 1964 empinarán el codo de felicidad por los sesenta años de haber coronado el diploma).

Antes, el último sitio donde las esposas buscaban a los maridos perdidos eran Lovaina o La Curva del Bosque. En el Envigado que nos tocó, nos encontraban en cafés como El Libertador, de propiedad de Alfredo Restrepo, Requema, El Victoria, o El Aventino, de Mariano, donde los patos-gotereros veíamos eternos chicos entre Oscar “La Muerte” y Pompilio Parra. (Al viejo Pompi este amigo y fanático suyo le manda abrazo, rompehuesos y energía hasta su lecho de enfermo. En el ajedrez envigadeño la leyenda es de apellido Parra).

Los gariteros conocían a los jugadores con pelos, señales, grupo sanguíneo, estrato social, nombre, apodo, equipo de fútbol. Si habíamos cumplido o no los 18 años que exigía la ley, si pagábamos la cuenta o poníamos conejo. Fiaban, en caso tal. Daban cartilla sobre cómo tacar equis carambola, cuándo recurrir al masé. A nadie le negaban un chiste, una sonrisa, una palmadita para trepar el ego. Tenían claro que una hora de billar equivalía a una sesión de sauna y turco juntas.

De lejos sabían quiénes éramos los integrantes del “Sindicato de capadores de clase de La Salle”. Su presidente perpetuo es Fabio Muñoz Correa. Soy el vicepresidente.

Muñoz Correa, Famuco, escribió este elogio del billar: “Su magia embruja cuando la bola tacada besa una vez a otra, y ésta, loca y lujuriosa, emprende la búsqueda - dándose golpes contra las paredes- de una segunda, hasta quedar casi infartado el jugador ante el chepazo majestuoso de lograr su propósito: Caramba, carambola”.

En Ciudad de México bautizaron con el nombre certero de “Malafama” un lugar dedicado al culto del billar. Evolucionó a escuela de billar en el que abunda el eterno femenino. El billar es demasiado relajante y generador de belleza y fantasía para dejárselo solo al macho alfa. Solo les falta emplear gariteros envigadeños.

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