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Con los años se hace tan dolorosa la permanencia en este barrio, que parece mejor cambiar a otro, si durante la vida, con méritos y haciendo el bien, pagamos por anticipado una nueva estancia, donde dicen que no hay vecinos ruidosos, no se paga impuesto predial y no hay juntas de copropietarios.
Por Juan David Escobar Valencia - redaccion@elcolombiano.com.co
Venimos a este mundo de paso, sin saber por qué lo hicimos y por qué nos iremos, aunque para no aumentar la angustia natural de los humanos, nos autoconvencemos que llegamos porque dos personas, o una persona y un tubo de ensayo, querían que así fuera. Y asumimos que partimos, devolviendo el envase prestado en que habitamos, porque con los años se hace tan dolorosa la permanencia en este barrio, que parece mejor cambiar a otro, si durante la vida, con méritos y haciendo el bien, pagamos por anticipado una nueva estancia, donde dicen que no hay vecinos ruidosos, no se paga impuesto predial y no hay juntas de copropietarios.
Pero así como las puntas de la vida están hechas de incertidumbre, la larga o corta existencia entre ambas lo está mucho más. Estamos expuestos a todo y a todos, para bien y para mal. Para lo sublime y lo aterrador. En un instante puede que conozcas al amor de tu vida, a alguien que así sea por un rato te haga reír, creer que todavía no es obligatorio ser pendejo y que la inteligencia de otro te hace feliz y deseas luchar por obtenerla. Pero así mismo estás ineluctablemente expuesto a la maldad de otros, a la malparidez existencial, idiotez y locura de gente que mejor no debió habitar este mismo sistema solar, y por ello las compañías de seguros nunca han vendido, venden, ni venderán seguros contra estúpidos y desquiciados.
¿Cómo se iba imaginar Robert Dadd, que su hijo Richard, un pintor y dibujante brillante de finales del siglo XIX estaba tan desquiciado que luego de fallar en cortarle la garganta, optó por apuñalarlo en el pecho y luego de matarle, extendería su brazo hacia el cielo y diría: “Ve y dile al gran dios Osiris que he hecho el acto que lo liberará”? ¿Qué iba imaginarse una mujer que esperaba en una parada de buses hace unos años, que un sujeto la atacaría con un cuchillo de carnicero gritando: “María Reina de Escocia era inocente, ¡así que tú también tienes que morir!”? Pero así como el azar te mata, también te salva, y la señora quedaría afortunadamente condenada a coger bus el resto de su vida, porque la herida fue leve.
Hace apenas unos días, en Corea del Sur, un imbécil decidió abrir la puerta de un avión de Asiana Airlines cuando todavía estaban a 250 metros de altura antes de aterrizar en el aeropuerto de Daegu. ¿Qué le costaba suicidarse en el baño discreta y solitariamente? Estamos rodeados de idiotas.
Aquí más de 11 millones decidieron el año pasado elegir para dirigir al país a quien dice que se pueden cambiar los ingresos petroleros por aguacates, que pueden reducirse los delitos si ya no se les considera delitos, y que si desaparecemos las autopistas 5G entonces las importaciones no serán mayores que las exportaciones.
Y lo peor de todo es que no venden pólizas contra eso.