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Hablemos de desarrollo económico

10 de febrero de 2025
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  • Hablemos de desarrollo económico

Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co

En las dos o tres décadas siguientes al final de la Segunda Guerra Mundial, la explicación de las causas del atraso de los países de África, Asia y América Latina y las formas de ponerle remedio, se convirtió en asunto estudio de economistas y politólogos, y la superación de ese atraso, mediante la asistencia técnica y el crédito subsidiado, en el objetivo de la banca multilateral y otras organizaciones de la institucionalidad de la postguerra. Apareció toda una rama de la economía, teoría de desarrollo, y un campo de la acción estatal y la cooperación multilateral, la política de desarrollo.

Colombia, por supuesto, no fue ajena a esta tendencia y la falta de economistas profesionales que hicieran el diagnóstico y formularan las soluciones, tuvo que ser suplida por especialistas llegados del exterior en la célebres Misiones Económicas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, las cuales produjeron las primeras grandes estrategias de desarrollo económico: el Informe Lebret, de la misión francesa Economía y Humanismo; El Plan decenal, de la misión de la Cepal, y la Operación Colombia, de la misión del Banco Mundial dirigida por Lauchlin Currie.

Aparte de Carlos Lleras Restrepo, que fue un cepalino radical, y de Misael Pastrana Borrero, que basó su plan de desarrollo en las de Currie; las propuestas de las misiones tuvieron en sucesivos gobiernos una influencia desigual que se fue diluyendo a lo largo del tiempo. El hecho es que, desde entonces a hoy, el País se desarrolló: el PIB per cápita se multiplicó por más de 20, la pobreza extrema se redujo de más de 80% a menos de 10% y aumentó enormemente la cobertura en educación y salud. Pero aún así continuamos siendo un país de ingreso medio bajo, con grandes desigualdades entre regiones e, incluso, entre los barrios de las ciudades más acaudaladas.

Colombia está atrapada en la paradoja del desarrollo económico, el cual, reduciendo, ciertamente, la pobreza y la desigualdad, no lo hace a la velocidad requerida para colmar las aspiraciones exacerbadas por el proceso de desarrollo mismo. El alfabetismo, los mayores niveles educativos, la mayor cobertura en salud, la generalización de los servicios públicos domiciliarios, la mejora en las viviendas, los medios de transporte mejorados, en fin, el acceso a los medios de comunicación, todo eso contribuye a elevar las aspiraciones por encima de los niveles que pueden alcanzarse en un momento dado, lo cual acrecienta la insatisfacción con la situación existente y alimenta las ansias de “cambio”.

El desarrollo económico es resultado de la actividad de individuos intercambiando sus bienes y servicios con algo de libertad y un poco de orden y un mínimo seguridad. Puede haber orden sin libertad, pero no puede haber libertad económica sin orden político. Los departamentos, municipios y barrios más atrasados, que votaron masivamente por el “cambio”, carecen de los mínimos de orden y seguridad requeridos para el ejercicio de la libertad económica y la función empresarial, sin lo cual el desarrollo es lento y esquivo.

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