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A la mitad del mandato del actual gobierno, la salud de los colombianos presenta signos de evidente y creciente deterioro financiero y de acceso a servicios, período en el que se ha dedicado a culpar a los demás ante incapacidad para encontrar soluciones.
Por Luis Gonzalo Morales - luisgmoral@yahoo.com
Luego de dos años de un gobierno que prometió grandes reformas al sistema de salud, lo único concreto son las evidentes señales de su deterioro en todos sus aspectos. Si bien es cierto que este sector ya mostraba indicadores negativos que venían de tiempo atrás, el actual gobierno logró incrementar esta tendencia, siendo incapaz de encontrar soluciones, en parte por su actitud pendenciera y su obsesión ideológica en contra de lo privado.
El panorama hoy es sombrío: los mejores aseguradores decidieron retirarse y del restante los más grandes fueron intervenidos quedando bajo el control estatal, a pesar de lo cual sus indicadores financieros y de servicios han seguido en franca caída. La incertidumbre que reina es de enormes proporciones, por lo que nadie sensato se atrevería a hacer las inversiones que se requieren con urgencia para poner de nuevo a flote la salud de los colombianos.
Como resultado, la percepción de retroceso en el servicio es evidente: luego de muchos años, la salud volvió a estar en el primer lugar de las preocupaciones ciudadanas, como lo muestran diversas encuestas de opinión. A esto se suman los constantes reclamos de las asociaciones de pacientes por la dificultad para conseguir una cita médica o que les entreguen sus medicamentos, situación que se ha traducido en un aumento en las quejas y las tutelas.
El deterioro financiero es un aspecto de gran preocupación: todos los actores unánimemente, incluidas las altas Cortes, han expresado que la financiación es insuficiente y se debe corregir cuanto antes, llevando a que prácticamente la totalidad de los aseguradores hayan registrado cuantiosas y crecientes pérdidas en este lapso. La debilidad económica se ha traducido en el abultado crecimiento de la deuda con los hospitales públicos y privados, quienes ante la difícil situación han anunciado el recorte de sus servicios.
La actitud de la administración poco ha ayudado a solventar esta crisis, que antes, por el contrario, parecería estar más interesado a profundizarla. Se han dedicado a culpar a los anteriores gobiernos y a deslegitimar a sus principales actores, tildándolos de corruptos, que con seguridad los hay, pero nunca de las astronómicas proporciones que pregonan, utilizando verdades a medias como las de las reservas técnicas.
Con esto, lo único que ha logrado es destruir la confianza en sus instituciones, ignorando que son necesarias para garantizar el servicio y lograr una transición ordenada en la eventualidad de una reforma. Para rematar, medidas como el giro directo, que prometieron sería la solución a todos los males, no ha funcionado y la deuda ha seguido creciendo.
La salud es un sector de enorme fragilidad, como se ha evidenciado en todo el mundo, tanto por su precario equilibrio financiero como por las graves consecuencias, cuando no funciona bien, que se pagan en vidas de los ciudadanos más frágiles. Aunque ya lo he hecho en varias oportunidades, vuelvo a hacer un llamado a la prudencia, es la gente la que sufre.