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El regreso de Trump plantea tanto retos como oportunidades para Colombia. Si bien el enfoque de su gobierno hacia América Latina será periférico, los temas que sí priorice tendrán un impacto significativo.
Por Luis Diego Monsalve - @ldmonsalve
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca a partir de enero de 2025 estará marcado por un enfoque interno y una política exterior mucho más aislacionista y proteccionista. Como señalé en mi columna anterior, Latinoamérica estará, en general, por fuera del radar de su administración, ocupada por prioridades internacionales como la guerra en Ucrania, los conflictos en Oriente Medio y la rivalidad con China. Sin embargo, algunas dinámicas específicas podrían afectar directamente a Colombia.
Con una marcada distancia ideológica entre Petro y Trump, visiones contrarias en los principales asuntos de la agenda internacional, y unas personalidades explosivas, se esperaría una relación de tensiones y fricciones. Si bien la agenda bilateral ha tenido un apoyo bipartidista y seguirá prevaleciendo la cooperación entre ambos países, existen cuatro temas que se podrían ver impactados: Venezuela, migración, narcotráfico y comercio exterior.
En este contexto, la selección de Marco Rubio como Secretario de Estado adquiere relevancia. En el tema venezolano, Rubio, conocido por su postura firme frente al régimen, impulsaría una política exterior más activa en contra de Maduro. Esto pondría a prueba la posición ambivalente que el presidente Gustavo Petro ha mantenido frente a la crisis en Venezuela y las elecciones fraudulentas que sostuvieron al régimen. La administración Trump podría exigir un alineamiento más claro de Colombia con la posición estadounidense.
Una de las áreas más sensibles será la migración. La promesa de Trump de retomar políticas migratorias más agresivas puede tener un impacto significativo en los colombianos que viven en Estados Unidos, en aquellos que buscan oportunidades allí, así como en la cantidad de migrantes que hacen tránsito en Colombia. Además, este enfoque restrictivo podría agravar la crisis venezolana, y por ende afectar a Colombia, que sigue siendo el principal destino de millones de migrantes que huyen del régimen de Nicolás Maduro. Si las medidas de contención migratoria en la región se endurecen, Colombia podría enfrentar una presión aún mayor en sus fronteras y en su capacidad de atención humanitaria.
Otro tema crucial será el narcotráfico. Con un incremento en las áreas de cultivos ilícitos y en la producción de cocaína, es probable que el gobierno de Trump adopte una postura menos tolerante frente a Colombia. Esto implicaría mayores exigencias y posibles riesgos para la recertificación, lo cual afectaría los recursos para la lucha contra las drogas. El retorno de Trump significaría presiones más fuertes para lograr resultados concretos en la reducción de cultivos y una cooperación más estricta en la lucha contra las drogas.
En cuanto al comercio exterior, las propuestas económicas de Trump presentan retos y oportunidades para Colombia. Siendo Estados Unidos el principal destino de las exportaciones colombianas, la posibilidad de aranceles generales para productos importados podría impactar negativamente a sectores clave como el agroindustrial y el manufacturero. Sin embargo, Colombia tiene un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos que es fundamental mantener vigente. Además, si se juega bien la carta del nearshoring, Colombia podría posicionarse como base para nuevas industrias orientadas al mercado estadounidense. Este debería ser uno de los temas prioritarios para los candidatos a las elecciones presidenciales de 2026, pues tiene el potencial de fortalecer la economía nacional frente a las dinámicas globales.
En suma, el regreso de Trump plantea tanto retos como oportunidades para Colombia. Si bien el enfoque de su gobierno hacia América Latina será periférico, los temas que sí priorice tendrán un impacto significativo. La relación bilateral dependerá, en gran medida, de la habilidad del gobierno colombiano para adaptarse a estas nuevas dinámicas y de la manera en que logre balancear sus propios objetivos con las expectativas de una administración que promete ser menos paciente y más exigente.