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La celda

22 de febrero de 2025
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Por Lewis Acuña - www.lewisacuña.com

Los hechos fueron implacables. Un crimen, una ciudad tensa, una investigación con más prejuicios que pruebas. Rubin “Hurricane” Carter fue arrestado sin evidencia sólida, sin una razón lógica, sin una oportunidad real de defenderse. Un jurado compuesto solo por blancos lo condenó a cadena perpetua. Ahí terminó su carrera como boxeador.

Lo metieron en una celda, pero no lograron encerrarlo. “No reconozco la existencia de la cárcel. Para mí no existe” repetía. Es obvio que ese lugar físico sí existió, que sus días se consumieron entre barrotes y que todos los sueños de grandeza deportiva a los que parecía destinado, se esfumaron. Sí, estuvo preso, pero se negó a que su mente también lo estuviera.

No fue cuestión de optimismo ni de negación de la realidad. Fue algo más profundo. Entendió que aunque su cuerpo estuviera encerrado, su pensamiento seguía siendo suyo. Y eso era su escudo, el equivalente a cerrar la guardia y cubrirse en el ring.

La incertidumbre, la culpa, el miedo al fracaso o la dependencia emocional son el tipo de pensamientos que se filtran cuando tienes la guardia abajo y terminan golpeándote sin piedad. Te condicionan. Te convencen de que no puedes, de que no eres suficiente, de que no hay salida. Y cuando eso pasa, ya no se requiere una pequeña celda para tenerte atrapado.

El mayor peligro no era estar encerrado, sino acostumbrarse a estarlo, decía Carter. Podían retener y maltratar su cuerpo, pero nunca les concedió el derecho a destrozar su identidad. Psicológicamente nunca se reconoció como prisionero y rechazó programas de rehabilitación o cualquier actividad que implicara “reformarse”, porque siempre sostuvo que era inocente, hasta que la verdad hizo lo único que sabe hacer cuando resiste lo suficiente: derribar la mentira.

20 años le costó demostrar su inocencia. 20 años en los que solo la libertad mental a la que se acogió le permitieron resistir, porque la verdadera condena no era estar encerrado sino que hubiera olvidado que podía salir. Ahora mírate a ti.

Los pensamientos diarios construyen la vida que tienes. Si permites que sean el repetir constante de limitaciones, te sentencias a vivir dentro de ellas. Cambiar tu narrativa interna es la única forma de resistir y aunque muchas veces creas que piensas con libertad, hay pensamientos que han estado ahí por tanto tiempo que ya no los reconoces como restrictivos y es difícil detenerse a mirar de frente todo lo que, hasta ahora, te ha frenado. Porque para empezar a moverte, primero tienes que ver qué te ha mantenido en el mismo lugar.

No es el tiempo lo que lo cambia todo. No es la suerte, ni una señal, ni la promesa de que mañana las cosas serán distintas. Es desafiar a la incertidumbre, la culpa, el miedo al fracaso o la dependencia emocional en este instante. Es retirar la caja de resonancia de tu mente porque lo que no cambias lo aceptas y tú, mereces la libertad plena.

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